La Iglesia Católica ha convertido a la comunidad LGBT en uno
de los chivos a satanizar. Algo similar a lo que hizo con los judíos durante la
edad media y hasta la década de los 60 del siglo XX.
Para refrescar la
memoria la siguiente revisión dará respuesta hasta donde llega la homofobia de
la ICAR.
¡Matrimonio jamás!
Como hemos
comentado en muchas entradas anteriores la ICAR no está de acuerdo, ni lo ha
estado, en los nueve países (a junio de 2010) en donde la institución del
matrimonio está abierta a hetero y homosexuales.
Si bien es cierto
que la familia es el núcleo de nuestra sociedad, el matrimonio es un contrato
social en el que hay derechos y deberes. El matrimonio dejó de ser el "derecho que obtiene una mujer para poder ser madre en la
legalidad", que es lo que
significa etimológicamente la palabra "matrimonium", para pasar a ser
el reconocimiento legal a una pareja que se ama, que desea vivir junta y
contraer responsabilidades como pareja, así como beneficios patrimoniales y de
seguridad social bajo el amparo de la ley.
Tras décadas de
estudios sabemos ahora que la orientación sexual homosexual, como la
heterosexual, no se elige y responde a unos factores psíquicos y biológicos
(quizás genéticos) difíciles de descifrar. Sabemos también que la
homosexualidad se da y se ha dado en todas las culturas y en todos los tiempos,
y más importante aún, que no es una perversión ni un trastorno psicológico, o
una enfermedad mental. Todo esto debe, como humanistas, motivarnos a estar del
lado de una minoría que por siglos ha sido discriminada y humillada.
No obstante la ICAR
asume que la institución del matrimonio les pertenece, como si fuera una misa.
No importa que los matrimonios que se plantean en los congresos de naciones
supuestamente laicas, sea de naturaleza civil. No. La Iglesia muestra sus
dientes y garras.
De forma clara el
Cardenal Bergoglio refiriéndose al debate sobre matrimonios civiles puntualizó:
"No se trata de
un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una movida
del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios", afirmó el
cardenal en la misiva. El ensotanado atribuyó el proyecto a "la envidia del Demonio, por la que entró el
pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre
y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la
tierra".
Afirmaba
recientemente el Obispo de San Luís Argentina, Monseñor Jorge Luis Lona, que "Si fuera aprobado este proyecto de ley, el prestigio del
matrimonio como institución caería aún más. Si todo es matrimonio, nada es
matrimonio. Se iría perdiendo cada vez más, el ‘capital social’ que es la
familia matrimonial, reserva fundamental de nuestra sociedad"
Aunque el Congreso
argentino, al que se refiere Lona, no dirá que cualquier cosa en un matrimonio,
pero para el prelado las razones de amor de pareja, respeto por la diferencia e
igualdad de oportunidades, no caben en su cabeza.
Queda claro que a
los matrimonios se opone la Iglesia. ¿Pero, permitiría una "unión
civil", un tipo de figura legal que no involucre el sustantivo "matrimonio"?
Uniones civiles, tampoco
La respuesta nos
viene también de la actitud de la ICAR en Irlanda, en este año (2010) en el que
se aprobó la unión civil entre personas del mismo sexo.
Allí Sean Brady,
Arzobispo de Armagh y Primado de Irlanda, pidió a sus feligreses oponerse a
esta ley porque " la Ley natural no puede ser violentada por normas legislativas"
Puesto que miles de
parejas de gays y lesbianas viven en desventaja por no poder afiliar a sus
conyugues al sistema de salud o de pensión, o que estas pudieran heredar los
bienes adquiridos por la pareja, se podría pensar que al menos la Iglesia
Católica permitiría una ley de derechos patrimoniales ¿lo permite?
Derechos patrimoniales: No!
En este caso un
monseñor colombiano mostró en 2006 que la Iglesia tampoco tienen consideración
por la salud o el bienestar de estos ciudadanos.
El arzobispo de
Tunja, Monseñor Luis Augusto Castro, dijo tajantemente en esa ocasión que "No estamos de acuerdo con este proyecto,
porque no es otra cosa que un matrimonio camuflado. Es un golpe tremendo para
la familia"
En debate ante el
Congreso de la República afirmó:
(…) La Iglesia
tampoco acepta el reconocimiento jurídico de las parejas homosexuales, pues no
existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera
remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el
matrimonio y la familia, célula primaria de la sociedad y agrupación humana pues da origen a otros seres humanos.
(…) A las parejas
matrimoniales, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional
porque cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son, por
tanto, de eminente interés público. Las uniones homosexuales, por el contrario,
no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque
no cumplen dicho papel para el bien común. (…)
¿Si la Iglesia no
aprueba una protección legal a las parejas homosexuales, los respeta y no
discrimina?
Respeto y no discriminación...
de dientes para afuera si, en la práctica no.
Aunque los obispos
hablan de amor al prójimo y que no hay que discriminar a los homosexuales
realmente discriminan y fomentan el odio.
En España, el
gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero, creó y reglamentó una asignatura
llamada "Educación para la Ciudadanía y los
Derechos Humanos". En dicha materia
se busca que los estudiantes respeten a todos los ciudadanos. Esto
especialmente se ve en un bloque denominado "Aproximación respetuosa a la
Diversidad", lo que
inevitablemente lleva a que se hable del respeto a las personas homosexuales.
La reacción de la
Iglesia a esta asignatura fue virulenta. El Arzobispo de Madrid, Antonio María
Rouco Varela, llegó a decir que esta asignatura “invade totalmente” el principio de libertad religiosa y
el derecho de los padres a "determinar"la educación moral de sus hijos, ya que según él
es "responsabilidad y competencia" de la
Iglesia Católica "los temas que tienen que ver con la
fe, la moral y la ética derivada de la fe".
Es claro que la
Iglesia Católica (al igual que muchas de sus hijas protestantes) no desean que
las nuevas generaciones respeten a las personas homosexuales.
La homofobia de la
ICAR es tal que la Congregación para la Doctrina de la Fe, heredera de la
Inquisición, pidió el 23 de julio de 1992 que los homosexuales no podían
ejercer cargos como docentes o entrenadores deportivos.
Dice la declaración
de la Inquisición, liderada entonces por el actual Papa:
"Existen áreas
en las que no es una discriminación injusta tener en cuenta la inclinación
sexual, por ejemplo la adopción o el cuidado de niños, en empleos como maestros
o entrenadores de deportes y en el reclutamiento militar… La "orientación
sexual" no constituye una cualidad comparable a la raza o al grupo étnico,
etc., con respecto a la no discriminación. A diferencia de éstas, la
orientación homosexual es un desorden objetivo".
La Iglesia
realmente odia al homosexual. En sus actos lo sigue considerando un enfermo
mental. Esto quedo claro cuando el 17 de junio el Obispo argentino Jorge Luis
Lona despachándose contra el matrimonio homosexual y las uniones civiles afirmo
que esta norma "legitimaría socialmente el desorden
natural de la homosexualidad".
¿Permitiría
entonces la Iglesia que los homosexuales pudieran vivir libres en la sociedad?
Despenalización tampoco
En la India, país
en el que hasta el 2009 era ilegal la homosexualidad, se opusó el cardenal
Varkey Vithayathil, presidente de la Conferencia Episcopal India.
El cardenal
defiende la discriminación y el mantenimiento de prejuicios contra los
homosexuales. “Las leyes penales de un país defienden los
mínimos morales de una sociedad. Aunque despenalizar la homosexualidad no la
hace moral, la gente sí puede pensar que es moralmente permisible. El Gobierno
no debería dar la impresión de que la homosexualidad está permitida”. Afirmó
el jerarca católico.
En el 2008 el
Vaticano se opuso furibundamente a una propuesta de la ONU para que a nivel
internacional se despenalizará la homosexualidad, a pesar que en muchos lugares
del mundo, como en Irán, la pena de muerte se dirige contra gays y lesbianas.
El sesudo argumento esgrimido en esa época fue que eliminar la penalización de
la homosexualidad “crearía nuevas discriminaciones”
¿Pues si no permite
matrimonio, uniones civiles, leyes patrimoniales, educación contra la
discriminación, que puedan incluso laborar en ciertos ámbitos, o que no sean
llevados a la cárcel, qué es lo que desea la Iglesia Católica para los
homosexuales?
La respuesta es
fácil. La hoguera y los trabajos forzosos. Quizás también muchas de sus
monstruosas torturas con las que se deleitó en la Edad Media.
A partir del año
342, poco después de hacerse el cristianismo religión del Imperio Romano (lo
que ocurrió en el 313), los actos homosexuales se empezaron a castigar con la
pena de muerte. Sin embargo, durante los 800 años siguientes, los actos
homosexuales, se consideraron un vicio menor, atribuidos a una lujuria
excesiva. No obstante, durante el siglo XIII la homofobia en intensificó,
cuando la sodomía era considerada una herejía, y los gobiernos empezaron a
aprobar leyes para castigarla severamente. Este fervor homofóbico tuvo su
éxtasis desde 1478 hasta 1778 cuando la Inquisición condenó a muerte a los
homosexuales en España y sus colonias.
Algunas de sus víctimas
fueron Jeronimpo de Bergamo, Alessandra Fiorentina y Madonna Caterina, colgados
y quemados por homosexualidad el 22 de diciembre de 1557; Gabriello di
Thomaien, quemado vivo por homosexualidad el 8 de febrero de 1559; y 13 herejes
más un alemán de Augusta, acusados de homosexualidad, quemados vivos el 17 de
febrero de 1559.
Entre 1566 y 1775
en el tribunal de la santa Inquisición en Valencia se procesaron por sodomía
359 personas, de las cuales solo 62 fueron absueltas. Los castigos incluían
multas, arrestos, azotes, reclusión, trabajos forzados y la condena a las
galeras. Siendo este último el que más frecuentemente se aplicó.
Definitivamente de
no haber sido por el contrapeso histórico de la Ilustración, la declaración de
los derechos del hombre, el laicismo y el secularismo subsiguiente, la Iglesia
Católica aún tendría las fauces y las garras rojas con la sangre de sus
contradictores, y seguiría quemando homosexuales, porque ya no hay barcos
galeras impulsados por remos.
La construcción de
una sociedad respetuosa con todas las minorías lleva ineludiblemente por la
construcción de una sociedad laica y democrática. La religión, o mejor, todas
las religiones, deben quedar en la esfera personal, sin influencia legislativa,
a fin de que la discriminación y la homofobia puedan superarse definitivamente.