Es un hecho incontestable que en la mayoría de las iglesias se
discrimina al colectivo LGTB**. El Diccionario de la Lengua
Española (RAE) define la acción discriminatoria como el hecho de “seleccionar excluyendo o dar
trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales,
religiosos, políticos, etc.” Y evidentemente, a las minorías sexuales se las
excluye de la comunión integral de la vida de las iglesias por el hecho de ser
y hacer en concordancia con su orientación sexual. Y esa exclusión obedece,
entre otras cuestiones, a cuatro elementos: el imaginario social patriarcal que
las iglesias comparten con la sociedad, la comprensión que éstas tienen de la
naturaleza de sus textos sagrados, la tradición eclesial recibida y la
valoración moral que éstas hacen de la homosexualidad y su práctica.
Con las minorías sexuales ocurre como antaño –en algunos espacios
eclesiales todavía hoy- ocurrió con las mujeres: se las excluía de la
formación teológica en los seminarios, de los ministerios pastorales, de la
enseñanza a la comunidad de fe, de la oración púbica, etc. Cambiar un
imaginario social y religioso tan arraigado entre las iglesias fue, y sigue
siendo, una tarea harto complicada.
De ahí que crea que debemos tener un claro objetivo a
compartir entre los que somos partidarios de la inclusión integral del
colectivo cristiano LGTB: convencer. Y eso sólo se logra haciendo pedagogía
positiva entre las iglesias.
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Por ello, en primer lugar, se hace necesario que los cristianos y cristianas
heterosexuales escuchen de viva voz los testimonios de fe, fidelidad y
compromiso con el seguimiento de Jesús de las personas LGTB.
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En segundo lugar debemos emprender talleres de lectura de los textos
bíblicos y de las argumentaciones teológico-morales que se utilizan para la
exclusión de las personas con orientación sexual diferente en las iglesias
cristianas.
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En tercer lugar, debemos utilizar los medios de comunicación
cristianos a nuestro alcance para hacer ver la riqueza social que adquiere el
reconocimiento de la diversidad sexual y des demonizar a las
personas LGTB.
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En cuarto lugar, debemos –sobre todo los pastores y pastoras-
emprender la ardua tarea de abrir nuestras comunidades a los cristianos y
cristianas homosexuales a fin de que a través de la convivencia y la comunión
mutua se rompan los estereotipos gaifóbicos, lesbofóbicos y transfóbicos que
pululan en nuestros ambientes locales.
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Por último, y en quinto lugar, debemos evitar en nuestros planteamientos toda
beligerancia descalificadora del que interpreta la Biblia y la sexualidad
humana de manera diferente a la nuestra. Como escribieran Arland Hultgren y
Walter Taylor, “la diferencia entre quienes hacen la interpretación [de los textos bíblicos] no se debe entender como un
conflicto entre quienes buscan ser “fieles a las Escrituras” y quienes buscan
‘adaptar la Biblia’ a sus gustos personales. Los desencuentros son genuinos“[1]
Si perseveramos contra viento y marea en llevar a cabo una pedagogía
positiva en la línea que apunto lograremos el cambio de mentalidad anhelado por
muchos de nosotros. El objetivo no es vencer, sino convencer.
[1] Nota 25 en línea 706 del documento “Sexualidad
humana: dignidad y confianza” (2009), de la Iglesia Evangélica Luterana de América
** LGTB= lesbianas, gais, transexuales y bisexuales.
Ignacio Simal es pastor de la Església Evangèlica de
Catalunya - Iglesia Evangélica Española en la Església Evangèlica Betel (Orient,
28; Hospitalet, Barcelona). Es director / fundador de Lupa Protestante.
No refuto la discriminación porque es un hecho incuestionable. Sin embargo, observando la misma "vida gay", las prácticas y los códigos que se manejan al interior de este, creo que la exclusión es algo que se padece entre los mismos homosexuales. Hay una marcada tendencia a seleccionar, clasificar y subclasificar y casi siempre en detrimento de aquello que es o parece femenino; como si imperara la idea de que sólo existe (o debe existir) un tipo de hombre gay: generalmente rudo e hipermasculinizado. Todo aquel que se ve "suave" se vuelve el excluido de los excluidos. Me parece que es algo para reflexionar. Hablamos de inclusión pero al interior de "los excluidos" hay toda una serie de códigos excluyentes, de clase, de actitud, de estética...Me encantaría que Malgieri lo analizara y lo plasmara. Juanpandu@gmail.com
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