Sus investigaciones han revolucionado
la disciplina de la arqueología bíblica
TEL AVIV.- Israel
Finkelstein es un hombre de suerte: aunque sus
trabajos de arqueología cuestionan el origen divino de los primeros libros del
Antiguo Testamento, judíos y católicos acogen sus hipótesis con auténtico
interés y, curiosamente, no lo estigmatizan.
Este enfant terrible de la ciencia revolucionó la nueva
arqueología bíblica cuando afirmó que la saga histórica relatada en los cinco
libros que conforman el Pentateuco de los cristianos y la Torá de los judíos no
responde a ninguna revelación divina. Dijo que, por el contrario, esa gesta es
un brillante producto de la imaginación humana y que muchos de sus episodios
nunca existieron.
El Pentateuco "es una genial reconstrucción literaria y
política de la génesis del pueblo judío, realizada 1500 años después de lo que
siempre creímos", sostiene Finkelstein, de 57 años, director del Instituto
de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv.
Añade que esos textos bíblicos son una compilación iniciada
durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el siglo VII a.C. En aquel
momento, ese reino israelita del Sur comenzó a surgir como potencia regional,
en una época en la cual Israel (reino israelita del Norte) había caído bajo
control del imperio asirio.
El principal objetivo de esa obra era crear una nación unificada,
que pudiera cimentarse en una nueva religión. El proyecto, que marcó el
nacimiento de la idea monoteísta, era constituir un solo pueblo judío, guiado
por un solo Dios, gobernado por un solo rey, con una sola capital, Jerusalén, y
un solo templo, el de Salomón. En sus trabajos, que han marcado a generaciones
de la nueva escuela de la arqueología bíblica, Finkelstein establece una
coherencia entre los cinco libros del Pentateuco: el Génesis, el Éxodo, el
Levítico, los Números y el Deuteronomio. Los siglos nos han traído esos
episodios que relatan la creación del hombre, la vida del patriarca Abraham y
su familia -fundadores de la nación judía-, el éxodo de Egipto, la instalación
en la tierra prometida y la época de los Reyes. Según Finkelstein, esos relatos
fueron embellecidos para servir al proyecto del rey Josías de reconciliar a los
dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse frente a los grandes imperios
regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia. El arqueólogo recibió a LA NACION en
la Universidad de Tel Aviv.
-Durante más de veinte siglos, los hombres
creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un cierto número de sabios,
profetas y grandes sacerdotes israelitas.
-Así es. Para las autoridades religiosas, judías y cristianas,
Moisés era el autor del Pentateuco. Según el Deuteronomio, el profeta lo
escribió poco antes de su muerte, en el monte Nebo. Los libros de Josué, de los
Jueces y de Samuel eran archivos sagrados, obtenidos y conservados por el
profeta Samuel en el santuario de Silo, y los libros de los Reyes venían de la
pluma del profeta Jeremías. Así también, David era el autor de los Salmos y
Salomón, el de los Proverbios y el del Cantar de los Cantares.
-Y sin embargo?
-Desde el siglo XVII, los expertos comenzaron a preguntarse quién
había escrito la Biblia. Moisés fue la primera víctima de los avances de la
investigación científica, que planteó cantidad de contradicciones. ¿Cómo es
posible -preguntaron los especialistas- que haya sido el autor del Pentateuco
cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros, describe el momento y
las circunstancias de su propia muerte?
-Usted afirma que el Pentateuco fue escrito
en una época mucho más reciente.
-La arqueología moderna nos permite asegurar que el núcleo
histórico del Pentateuco y de la historia deuteronómica fue compuesto durante
el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco fue una creación de la monarquía
tardía del reino de Judá, destinada a propagar la ideología y las necesidades
de ese reino. Creo que la historia deuteronómica fue compilada, durante el
reino de Josías, a fin de servir de fundamento ideológico a ambiciones
políticas y reformas religiosas particulares.
-Según la Biblia, primero fue el viaje del
patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El relato bíblico abunda en
informaciones cronológicas precisas.
-Es verdad. La Biblia libra una cantidad de informaciones que
deberían permitir saber cuándo vivieron los patriarcas. En ese relato, la
historia de los comienzos de Israel se desarrolla en secuencias bien ordenadas:
los Patriarcas, el Éxodo, la travesía del desierto, la conquista de Canaán, el
reino de los Jueces, el establecimiento de la monarquía. Haciendo cálculos,
Abraham debería de haber partido hacia Canaán unos 2100 años antes de Cristo.
-¿Y no es así?
-No. En dos siglos de investigación científica, la búsqueda de
los patriarcas nunca dio resultados positivos. La supuesta migración hacia el
Oeste de tribus provenientes de la Mesopotamia, con destino a Canaán, se reveló
ilusoria. La arqueología ha probado que en esa época no se produjo ningún
movimiento masivo de población. El texto bíblico da indicios que permiten
precisar el momento de la composición final del libro de los Patriarcas. Por
ejemplo, la historia de los patriarcas está llena de camellos. Sin embargo, la
arqueología revela que el dromedario sólo fue domesticado cuando se acababa el
segundo milenio anterior a la era cristiana y que comenzó a ser utilizado como
animal de carga en Medio Oriente mucho después del año 1000 a.C. La historia de
José dice que la caravana de camellos transporta "goma tragacanto, bálsamo
y láudano". Esa inscripción corresponde al comercio realizado por los
mercaderes árabes bajo control del imperio asirio en los siglos VIII y VII a.C.
Otro hecho anacrónico es la primera aparición de los filisteos en el relato,
cuando Isaac encuentra a Abimelech, rey de los filisteos. Esos filisteos -grupo
migratorio proveniente del mar Egeo o de Asia Menor- se establecieron en la
llanura litoral de Canaán a partir de 1200 a.C. Esos y otros detalles prueban
que esos textos fueron escritos entre los siglos VIII y VII a.C.
-El heroísmo de Moisés frente a la tiranía
del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo de israelitas hacia
Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la Biblia. ¿También eso
es leyenda?
-Según la Biblia, los descendientes del patriarca Jacob
permanecieron 430 años en Egipto antes de iniciar el éxodo hacia la Tierra
Prometida, guiados por Moisés, a mediados del siglo XV a.C. Otra posibilidad es
que ese viaje se haya producido dos siglos después. Los textos sagrados afirman
que 600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y que erraron durante 40 años por el
desierto antes de llegar al monte Sinaí, donde Moisés selló la alianza de su
pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos egipcios, que consignaban todos los
acontecimientos administrativos del reino faraónico, no conservaron ningún
rastro de una presencia judía durante más de cuatro siglos en su territorio.
Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios mencionados en el relato. Las
ciudades de Pitom y Ramsés, que habrían sido construidas por los hebreos
esclavos antes de partir, no existían en el siglo XV a.C. En cuanto al Exodo, desde
el punto de vista científico no resiste el análisis.
-¿Por qué?
-Porque, desde el siglo XVI a.C., Egipto había construido en
toda la región una serie de fuertes militares, perfectamente administrados y
equipados. Nada, desde el litoral oriental del Nilo hasta el más alejado de los
pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi dos millones de israelitas que
hubieran huido por el desierto durante 40 años tendrían que haber llamado la
atención de esas tropas. Sin embargo, ni una estela de la época hace referencia
a esa gente. Tampoco existieron las grandes batallas mencionadas en los textos
sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros se desplomaron con el sonar de las
trompetas de los hebreos, era entonces un pobre caserío. Tampoco existían otros
sitios célebres, como Bersheba o Edom. No había ningún rey en Edom para
enfrentar a los israelitas. Esos sitios existieron, pero mucho tiempo después
del Éxodo, mucho después de la emergencia del reino de Judá. Ni siquiera hay
rastros dejados por esa gente en su peregrinación de 40 años. Hemos sido
capaces de hallar rastros de minúsculos caseríos de 40 o 50 personas. A menos
que esa multitud nunca se haya detenido a dormir, comer o descansar: no existe
el menor indicio de su paso por el desierto.
-En resumen, los hebreos nunca conquistaron
Palestina.
-Nunca. Porque ya estaban allí. Los primeros israelitas eran
pastores nómadas de Canaán que se instalaron en las regiones montañosas en el
siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy reducidas vivieron de la
agricultura, aisladas unas de otras, sin administración ni organización
política. Todas las excavaciones en la región exhumaron vestigios de poblados
con silos para cereales, pero también de corrales rudimentarios. Esto nos lleva
a pensar que esos individuos habían sido nómadas que se convirtieron en
agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de instalación sedentaria registrada
en la región desde el 3500 a.C. Esos pobladores pasaban alternativamente del
sedentarismo al nomadismo pastoral con mucha facilidad.
-¿Por qué?
-Ese tipo de fluctuación era muy frecuente en Medio Oriente. Los
pueblos autóctonos siempre supieron operar una rápida transición de la
actividad agrícola a la pastoral en función de las condiciones políticas,
económicas o climáticas. En este caso, en épocas de nomadismo, esos grupos
intercambiaban la carne de sus manadas por cereales con las ricas ciudades
cananeas del litoral. Pero cuando éstas eran víctimas de invasiones, crisis
económicas o sequías, esos pastores se veían forzados a procurarse los granos
necesarios para su subsistencia y se instalaban a cultivar en las colinas. Ese
proceso es el opuesto al que relata la Biblia: la emergencia de Israel fue el
resultado, no la causa, del derrumbe de la cultura cananea.
-Pero entonces, si esos primeros israelitas
eran también originarios de Canaán, ¿cómo identificarlos?
-Los pueblos disponen de todo tipo de medios para afirmar su
etnicidad: la lengua, la religión, la indumentaria, los ritos funerarios, los
tabúes alimentarios. En este caso, la cultura material no propone ningún
indicio revelador en cuanto a dialectos, ritos religiosos, formas de vestirse o
de enterrar a los muertos. Hay un detalle muy interesante sobre sus costumbres
alimentarias: nunca, en ningún poblado israelita, fueron exhumados huesos de
cerdo. En esa época, los primeros israelitas eran el único pueblo de esa región
que no comía cerdo.
-¿Cuál es la razón?
-No lo sabemos. Quizá los protoisraelitas dejaron de comer cerdo
porque sus adversarios lo hacían en profusión y ellos querían ser diferentes.
El monoteísmo, los relatos del Éxodo y la alianza establecida por los hebreos
con Dios hicieron su aparición mucho más tarde en la historia, 500 años
después. Cuando los judíos actuales observan esa prohibición, no hacen más que
perpetuar la práctica más antigua de la cultura de su pueblo verificada por la
arqueología.
-En el siglo X a.C. las tribus de Israel
formaron una monarquía unificada -el reino de Judá- bajo la égida del rey
David. David y su hijo, Salomón, servirán de modelo a las monarquías de
Occidente. ¿Tampoco ellos fueron lo que siempre se creyó?
-Tampoco en este caso la arqueología ha sido capaz de encontrar
pruebas del imperio que nos legó la Biblia: ni en los archivos egipcios ni en
el subsuelo palestino. David, sucesor del primer rey, Saúl, probablemente
existió entre 1010 y 970 a.C. Una única estela encontrada en el santuario de
Tel Dan, en el norte de Palestina, menciona "la casa de David". Pero
nada prueba que se haya tratado del conquistador que evocan las Escrituras,
capaz de derrotar a Goliat. Es improbable que David haya sido capaz de
conquistas militares a más de un día de marcha de Judá. La Jerusalén de
entonces, escogida por el soberano como su capital, era un pequeño poblado,
rodeado de aldeas poco habitadas. ¿Dónde el más carismático de los reyes
hubiera podido reclutar los soldados y reunir el armamento necesarios para
conquistar y conservar un imperio que se extendía desde el Mar Rojo, al Sur,
hasta Siria, al Norte? Salomón, constructor del Templo y del palacio de Samaria,
probablemente tampoco haya sido el personaje glorioso que nos legó la Biblia.
-¿Y de dónde salieron sus fabulosos
establos para 400.000 caballos, cuyos vestigios sí se han encontrado?
-Fueron criaderos instalados en el Sur por el reino de Israel
varios decenios más tarde. A la muerte de Salomón, alrededor del 933 a.C., las
tribus del norte de Palestina se separaron del reino unificado de Judá y
constituyeron el reino de Israel. Un reino que, contrariamente a lo que afirma
la Biblia, se desarrolló rápido, económica y políticamente. Los textos sagrados
nos describen las tribus del Norte como bandas de fracasados y pusilánimes,
inclinados al pecado y a la idolatría. Sin embargo, la arqueología nos da
buenas razones para creer que, de las dos entidades existentes, la meridional
(Judá) fue siempre más pobre, menos poblada, más rústica y menos influyente.
Hasta el día en que alcanzó una prosperidad espectacular. Esto se produjo
después de la caída del reino nórdico de Israel, ocupado por el poderoso
imperio asirio, que no sólo deportó hacia Babilonia a los israelitas, sino que
además instaló a su propia gente en esas fértiles tierras.
-¿Fue, entonces, durante el reino de Josías
en Judá cuando surgió la idea de ese texto que se transformaría en fundamento
de nuestra civilización occidental y origen del monoteísmo?
-Hacia fines del siglo VII a.C. hubo en Judá un fermento
espiritual sin precedente y una intensa agitación política. Una coalición
heteróclita de funcionarios de la corte sería responsable de la confección de
una saga épica compuesta por una colección de relatos históricos, recuerdos,
leyendas, cuentos populares, anécdotas, predicciones y poemas antiguos. Esa
obra maestra de la literatura -mitad composición original, mitad adaptación de
versiones anteriores- pasó por ajustes y mejoras antes de servir de fundamento
espiritual a los descendientes del pueblo de Judá y a innumerables comunidades
en todo el mundo.
-El núcleo del Pentateuco fue concebido,
entonces, quince siglos después de lo que creíamos. ¿Sólo por razones
políticas? ¿Con el fin de unificar los dos reinos israelitas?
-El objetivo fue religioso. Los dirigentes de Jerusalén lanzaron
un anatema contra la más mínima expresión de veneración de deidades
extranjeras, acusadas de ser el origen de los infortunios que padecía el pueblo
judío. Pusieron en marcha una campaña de purificación religiosa, ordenando la
destrucción de los santuarios locales. A partir de ese momento, el templo que
dominaba Jerusalén debía ser reconocido como único sitio de culto legítimo por
el conjunto del pueblo de Israel. El monoteísmo moderno nació de esa
innovación.
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