IGLESIA
DE LA COMUNIDAD METROPOLITANA
CARACAS
VENEZUELA
COMUNICADO
“El primer embarazo de una
pareja de lesbianas logrado con procreación asistida, publicado ayer en este
rotativo, generó el rechazó del clero regional. William Delgado, obispo de la
Diócesis de Cabimas, enfatizó que, en primer lugar, la comunidad católica no
apoya la inseminación artificial ni la fecundación in vitro, ni la
transmisión de embriones”.
La Iglesia de la Comunidad Metropolitana, comunidad
Cristiana Ecuménica Inclusiva hacia el Colectivo LGBTI fundada en el año 96 y
entre sus objetivos están:
“La Defensa y la Promoción de los Derechos Humanos de las
personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales velando porque
estos derechos no sean menoscabados por las creencias o instituciones
religiosas que invocando sus dogmas pretendan fundamentar o justificar actos
discriminatorios o generar desigualdad ante la ley”.
“La familia es una unidad de
convivencia basada en el amor, la
solidaridad y el
cuidarse mutuamente,
potenciando el desarrollo personal de cada uno de sus
miembros. Es el amor lo que
crea una familia, ni más ni menos”.
Se comprueba una vez más
que, en un mundo que avanza y evoluciona acorde con el tiempo, las
instituciones que se basan en dogmas de fe y en concepciones ideológicas
arcaicas, rígidas y sin lógica, si no se adaptan a la evolución natural de las
sociedades, van quedando rezagadas, pierden credibilidad, y hacen el ridículo
en su empeño por conducir la conducta de los pueblos, basándose en la premisa
de poseer “la verdad absoluta”.
Se ha presentado una idea central: la familia de hoy, el “núcleo de la
sociedad”, que ha estado encargada de la administración de formas, prácticas y
ritos sociales entre sus miembros, forma parte de una asignación histórica, que
puede ser rastreable en la temprana modernidad; y las formas tradicionales que
la caracterizan, como por ejemplo la idea de una “familia modelo”, son parte de
una estructura más compleja, legitimada social y jurídicamente, que evidencia
el afán hegemónico de control y dominación, mediante estrategias y dispositivos
como: el matrimonio, la imposición del afecto, la “naturalización” del amor
maternal, la sacralización de la herencia, etc.
Al advertir sobre las transformaciones que ha sufrido el matrimonio y la
familia como instituciones y al mostrar sus transformaciones desde las ciencias
sociales, se ha querido evidenciar el trasfondo formal, antes que natural, que
ostenta dichas organizaciones.
La situación de la familia de hoy no es una
crisis aguda sino un proceso de cambio, pues más que ser un espacio de
socialización, goza de un aval jurídico que poco a poco cambia de forma sin que
las personas del común noten las implicaciones de la misma.
Contrario a lo que se cree, las intenciones por alcanzar el derecho a
establecer vínculos matrimoniales entre personas del mismo sexo no forman parte
de un plan para deteriorar esta institución: por el contrario, para algunos
intelectuales que se han aproximado al tema de la diversidad sexual, la
reivindicación del matrimonio homosexual es una forma de perpetuación de los
modelos jerárquicos y hegemónicos, es decir: de repetir el modelo heterosexual
que establece una asimetría entre hombre y mujer.
Es importante destacar el papel que tuvo la idea de “civilización” en el
discurso de las ciencias sociales acerca de la familia. En medio de la tensión
permanente entre individuo y sociedad, la familia se convierte en un recurso
que permite enfrentar la incertidumbre de la exigencia social, por medio de los
afectos restringidos, por la vinculación permanente a un círculo estrecho
conformado básicamente por lazos de sangre y de parentesco legal.
Si partimos de comprender las reivindicaciones de los sectores
discriminados por su condición sexual, como una forma de transformación social
y política positiva, lo que deteriora son los cimientos más controversiales de
la discriminación y de la exclusión y justamente aquellos que, al revisarse, al
reconstruirse, pueden generar transformaciones sociales significativas.
Las reclamaciones por la posibilidad de generar una unión de parejas del
mismo sexo, elevadas por organizaciones de apoyo a personas de sectores de
diversidad sexual y de género, no solamente en Venezuela sino en buena parte
del mundo occidental, son de carácter legal, más que simbólico.
El aporte de las parejas homosexuales, así como de hijos o hermanos que
expresan su diversidad sexual a la institución familiar está en el desafío
simbólico que presentan a la institucionalidad. Al promover mecanismos
alternativos para acceder a la parentalidad –tales como: la inseminación y la
fecundación in vitro, la asistencia gestacional, la multiparentalidad, etc. –,
y a la transformación de la dinámica familiar, no tanto en la presencia de dos
padres o de dos madres sino en la apertura a espacios de diversidad y el
reconocimiento temprano de la diferencia, se convierte en un potente contradictor
de las tradiciones que convierten estos vínculos en esquemas de discriminación
y exclusión.
A lo largo de la historia, el poder se ha erigido sobre las diferencias en
torno a lo sexuado y lo sexual y las teorías de género perciben en su mayoría
el género y la sexualidad ligadas históricamente y también ligadas en forma
intrínseca.
La diversidad debe entenderse como un hecho de la sexualidad humana y no
puede interpretarse como marginalidad, perversidad o anormalidad.
Debe reconocerse la diversidad como derecho a la diferencia, a la
ambigüedad y a la singularidad de cada ser humano. No habrá democracia
verdadera sin este reconocimiento. El estudio cuidadoso de la sexualidad se
refleja en los diversos movimientos que han surgido y surgen contra la
imposición binaria de la sexualidad como forma de identidad plasmada
jurídicamente con base en el sexo
anatómico (biológico) que desconoce otros componentes como género (social) y
erotismo (atracción por el otro).
Los científicos dicen:
Existen una amplia evidencia que muestra que los menores criados por
progenitores del mismo sexo se desenvuelven igual de bien que aquellos criados por progenitores de
distinto sexo. Más de 25 años de investigación documentan que no existe
relación entre la orientación sexual de los progenitores y cualquier medida de
adaptación emocional, psicológica y conductual del menor. Estos datos han demostrado que no
existe riesgo para los menores como resultado de crecer en una familia con uno o más
progenitores gays.
Contrariamente a los
estereotipos predominantes en nuestra sociedad, en varios estudios se ha
reconocido que los padres homosexuales muestran una actitud de mayor cuidado,
se involucran más y ven su papel como padres de forma más positiva que los
padres heterosexuales . Según la
Academia Americana de Pediatría, crecer con padres homosexuales puede
conferir algunas ventajas a los niños, puesto que esos padres han sido
descritos como más tolerantes a la
diversidad y más cuidadosos respecto a niños más pequeños que los hijos de
padres heterosexuales.
Por lo tanto:
- Como comunidad hacemos
frente a corrientes de opinión fundamentalistas o esencialistas por las cuales
se quiere visualizar a la familia en singular, es decir, en una esencia o
paradigma excluyente que no reconoce la diversidad en las que están
representadas distintas formas de familia.
- Las personas LGBTI no son ciudadanos de
segunda categoría, tienen los mismos deberes asignados a todos los demás, por
lo que no deben sufrir un menoscabo en sus derechos, entre los cuales está la
libertad de formar una familia y contraer un matrimonio, si así lo desean y
buscar apoyo e información en las ciencias médicas para el logro y disfrute de
sus libertades individuales.
- Las
personas LGBTI en relaciones de pareja son
“tan capaces como los cónyuges
heterosexuales de expresar y compartir amor en sus variadas formas”. Son, de
igual manera “tan capaces de formar
relaciones íntimas, permanentes, comprometidas, monógamas, leales y duraderas;
de otorgar apoyo emocional y espiritual; y de proveer cuidado físico, apoyo
financiero y asistencia en un hogar común. Ellas y ellos son capaces de manera
individual de adoptar niños y en el caso de lesbianas tenerlos”.
En
resumen, “tienen la misma habilidad de
establecer un consortium omnis vitae”. Finalmente, son “capaces de constituir
una familia, ya sea nuclear o extendida, y de establecer, disfrutar y
beneficiarse de la vida en familia” de una forma que “no es distinguible en ningún aspecto
significativo de cónyuges heterosexuales”.
- El derecho a una vida
libre de injerencias arbitraria, la prerrogativa que tienen los individuos para
no ser interferidos o molestados, por persona o entidad alguna, en el núcleo
esencial de las actividades que legítimamente deciden mantener fuera del
conocimiento público, protegiendo la tranquilidad y la dignidad de las
personas, asegurándoles el libre desarrollo de su personalidad.
- El derecho a la vida
privada para las personas LGBTI debe ser
analizado con base en el principio de igualdad y de
no discriminación: por lo tanto tal derecho no debe ser diferente que el de una persona
heterosexual; no sólo debe limitarse al auto reconocimiento, sino
que debe incorporar el derecho a desenvolverse como tal, con la posibilidad de
realizar todas las actividades que redunden en su desarrollo y felicidad, lo
cual incluye por supuesto el derecho de
poder elegir su propio compañero de vida y poder institucionalizar esta unión
que sea homosexual o heterosexual.
César
Sequera Núñez
Líder
Pastoral
Iglesia
de la Comunidad Metropolitana
Email: icmmisioncaracas@gmail.com
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