Capitalismo y Homofobia
Los que
están a favor de la revolución deben intentar entender la cuestión de los
homosexuales, tanto por razones científicas como programáticas. Los marxistas
siempre han intentado entender la sociedad como un todo y desarrollar un
análisis materialista histórico de todos los fenómenos sociales—desde las
relaciones de producción a la religión, la familia y demás. Lenin apuntó en ¿Qué
Hacer?, que no es suficiente el prestarle atención solamente a aquellas
cuestiones que afectan inmediatamente al proletariado:
“la conciencia de las masas obreras no puede ser
una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden –basándose en
hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, actuales sin falta—a
observar a cada una de las otras clases sociales en todas las manifestaciones
de su vida intelectual, moral y política; si no aprenden a hacer un análisis
materialista y una apreciación materialista de todos los aspectos de la
actividad y la vida de todas las clases, sectores y grupos de la población..”
Nosotros
sostenemos la concepción de Lenin de que el partido del proletariado debe ser
la “tribuna del pueblo” que busca liderar a la clase trabajadora en su lucha
contra todas las formas de opresión bajo el capitalismo y enlazar las luchas de
los oprimidos a la lucha por el gobierno de la clase trabajadora. Los marxistas
se oponen a toda opresión capitalista, y en este espíritu se oponen a la
persecución de los homosexuales masculinos y femeninos así como de cualquiera
que sea oprimido sobre la base de sus preferencias sexuales como son los
travestis, los transexuales, etc. Siempre y cuando haya consentimiento expreso
entre los participantes, nos oponemos categóricamente a la intervención del
estado.
El
capitalismo no concentra el dolor que causa en una sola clase identificable
como una fuerza única y de fácil movilización. Si éste fuera el caso nuestra
labor sería simple. El capitalismo distribuye el dolor en patrones
aparentemente caóticos, dejando que sus víctimas luchen por sus intereses en
forma aislada, cada grupo separado de los otros—los discapacitados, los
inmigrantes, las minorías religiosas, los ancianos y los jóvenes. Es tarea del
partido revolucionario ser adalid de los intereses de todos los oprimidos y
organizar sus luchas tomando como eje la revolución proletaria.
Tribuno del Pueblo
Como
explicó Lenin, un marxista debe ser:
“...arbitrariedad de opresión, dondequiera que se
produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte; que
sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad
policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el hecho más
pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus
reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia
histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado.”
-¿Qué Hacer?
-¿Qué Hacer?
Esta
concepción no era meramente una pose táctica temporal adoptada por un Lenin
inmaduro; la defensa de los oprimidos y de los derechos democráticos era una
línea integral del bolchevismo. Lenin estaba en explícito desacuerdo con la
idea de que los marxistas “sólo tenían que ocuparse de su propia clase” y rechazaba
el consejo de los mencheviques de “abandonar los ‘sueños del Blanquismo’ de
liderar todos los elementos revolucionarios del pueblo...” (Obras Completas,
V16)
El caso
clásico en el cual se evidenció el tema de la vanguardia marxista como tribuno
del pueblo fue el Caso Dreyfus. En 1894 el Capitán Alfred Dreyfus, un oficial
judío del estado mayor general de los franceses, fue sometido a consejo de
guerra por traición, degradado y enviado a prisión. Cuando posteriormente se
puso en claro su inocencia, los clericalistas, los de derecha y el estado mayor
anti-semita hicieron lo posible por impedir que se conociera la verdad. Durante
1898-1899 hubo encuentros frecuentes en las calles entre los partidarios de
Dreyfus ( intelectuales, socialistas y burgueses radicales) y la
derecha francesa. Aunque algunos izquierdistas argumentaban que no era interés
de la clase obrera defender a un oficial de la burguesía militar, que no tenía
ninguna relación con el movimiento de los trabajadores, este conflicto
conmocionó a la Tercera República casi hasta sus cimientos. La mayoría de los
socialistas franceses comprendieron que era importante apoyar los derechos
democráticos y relacionar esta lucha con el movimiento en contra del gobierno
capitalista.
Históricamente
la homosexualidad ha sido perseguida por ser “antinatural” y porque
supuestamente ofrece un peligro a la reproducción de las especies. Estas dos
racionalizaciones están de hecho fuertemente relacionadas, porque lo que se
presupone como “antinatural” de la actividad homosexual es el hecho de no ser
reproductora. De hecho no hay base para pensar que la homosexualidad tenga
mayor impacto en las estadísticas de la reproducción de la que puedan tener las
relaciones heterosexuales recreativas, la masturbación, o el celibato.
Es
sencillamente imposible saber con certeza como las condiciones sociales y las
orgánicas interactúan para determinar la preferencia sexual, si bien aún no se
ha demostrado la función biológica de la unidireccional sexual, está claro que
en la sociedad contemporánea hay una presión social considerable hacia una
orientación sexual exclusivamente heterosexual. Una atmósfera social más
tolerante puede llevar a un aumento del comportamiento homosexual, pero no
implica necesariamente un aumento en la proporción de personas con preferencia
homosexual, ni una disminución en el comportamiento heterosexual
significativamente reproductivo. Ciertamente la necesidad de reproducir la
población humana no está amenazada por la homosexualidad; la cantidad de
actividad heterosexual necesaria para propósitos reproductivos es una pequeña
fracción de toda la actividad que tiene lugar en realidad.
La Homosexualidad Antes del Capitalismo
La
intensidad del prejuicio social y las sanciones legales contra el
comportamiento sexual masculino y femenino ha variado considerablemente de un
lugar a otro en diferentes momentos históricos.
En
general, la homosexualidad (dentro de patrones específicos) era aceptada en la
antigüedad clásica. En 1980 un profesor de la Universidad de Yale, John Boswell,
publicó Christianity, Social Tolerance and Homosexuality (Cristiandad,
Tolerancia Social y Homosexualidad), que describía cómo desde mediados del
siglo XI hasta mediados del siglo XII en la Europa católica hubo un verdadero
florecimiento en el clero de la actividad homosexual explícita y de los
escritos homosexuales, incluyendo la poesía erótica. Esto se correspondió con
la aplicación de la prohibición del matrimonio de sacerdotes que hasta ese
momento había sido permitido (al igual que se permite hoy en la Iglesia
Oriental). Los sacerdotes homosexuales fueron los que más fuertemente apoyaron
la prohibición del matrimonio heterosexual, pero la base fundamental de este
cambio fue la necesidad de la Iglesia de adaptarse al modo de producción
feudal. En la mayoría de las sociedades feudales la tierra era heredada por el
mayor de los hijos varones y ese principio podría haber disminuido rápidamente
las tierras de la Iglesia. Por lo tanto, era necesario impedir que el clero se
casara y tuviera hijos varones. El decretar fuera de la ley la actividad
heterosexual en el clero implicaba o la aceptación de la homosexualidad como
norma, o, por el contrario, prohibir también la actividad homosexual. Este
asunto se decidió en el Tercer Concilio Lateranense en 1179, el que impuso
sanciones contra la homosexualidad. La decisión no se reflejó inmediatamente en
los códigos legales, pero entre 1250 y 1300 la sodomía pasó de ser legal, a ser
penada con la muerte en la mayoría de los países de la Europa feudal. Aunque sus
orígenes fueron los requerimientos dentro de la Iglesia, no es de sorprenderse
que la doctrina de la sodomía como un pecado particularmente malévolo se aplicó
universalmente, o de que rápidamente se convirtiera en un crimen eclesiástico
para toda la población y más tarde un crimen según las cortes del rey. Tampoco
puede sorprendernos de que de tiempo en tiempo existiera una tendencia desigual
a que esta prohibición perdiera fuerza.
El Capitalismo y la Familia Nuclear
La
persecución de los homosexuales disminuyó entre los siglos XIV y XIX y después
aumentó abruptamente en los años finales de los 1800s. Este arranque de
homofobia estuvo claramente relacionado con el hecho de promoverse la familia
nuclear como norma social y consecuentemente la prohibición del sexo fuera del
matrimonio. En el Manifiesto Comunista de 1848 Marx y Engels
describieron a la familia proletaria (diferente de la familia burguesa) como
una institución remanente y en decadencia. Sin embargo, en unas pocas
generaciones la familia nuclear se estableció firmemente como la forma
característica de la vida doméstica del proletariado en el capitalismo.
El modo
de producción capitalista no requiere de ninguna forma particular de
organización doméstica de la clase trabajadora. Siempre que haya una cantidad
suficiente de nuevos trabajadores dispuestos a vender su fuerza laboral, no
debe importarles a los burgueses, al menos en teoría, la forma en que la clase
trabajadora se reproduce. En los primeros tiempos de la revolución industrial
la vida doméstica de los proletarios se caracterizaba por formas decadentes
pre-capitalistas de una familia multi-generacional. La transición del campo a
la fábrica fue traumática, marcada por un desajuste social masivo y desórdenes
domésticos (asociados con alcoholismo, abuso infantil, etc.). El emplear a
hombres, mujeres y niños en largas jornadas con sueldos que sólo garantizaban
la subsistencia demostró ser un impedimento para el desarrollo de una familia
nuclear. Esto es lo que el Manifiesto describió como “la trampa
burguesa... de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos” cuando el
desarrollo de la gran industria significó que “los lazos familiares de los
proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros
instrumentos de trabajo.” La ausencia, en los primeros proletarios, de una
estructura doméstica que siguiera un patrón firmemente establecido no era
beneficiosa para el capitalismo. No era cosa fácil integrar el embarazo, el
amamantar los bebés y la cría de los hijos a las fábricas y demás empresas. Con
el paso del tiempo, la sociedad burguesa aceptó que estas funciones como mejor
podían llevarse a cabo eran fuera de las fábricas. Esta es la base material de
la familia nuclear proletaria. Este es su origen y hasta el día de hoy esto es lo
que la sostiene.
El
desarrollo histórico de la familia estaba condicionado por la necesidad de
socializar a los proletarios jóvenes, de cuidar a los ancianos y de cuidar la
salud material y emocional de la población trabajadora. Se diseñó siguiendo la
práctica de la clase dominante (la cual se había desarrollado antes para
satisfacer sus propias necesidades). La familia nuclear también proveía una
cierta medida de cohesión social y de estabilidad para el orden burgués. Un
proveedor de salario masculino, menospreciado en su trabajo, aceptará su
destino más fácilmente si en su casa, donde él es “el que manda”, sus
necesidades son satisfechas. De esta manera él se convierte en un importante
moldeador de la próxima generación de trabajadores para que acepten la
naturaleza jerárquica de la sociedad de clases. Al mismo tiempo sus
responsabilidades domésticas refuerzan el poder de aquél que lo emplea—un
trabajador tendrá entonces que tener en cuenta que su esposa e hijos dependen
de él antes de darle un golpe al capataz o votar a favor de la huelga.
A pesar
de toda su utilidad, fue difícil instaurar la familia nuclear en el
proletariado y requirió de un considerable apoyo ideológico, legal y material.
En Inglaterra se utilizaron todo un repertorio de respaldos—desde el “Factory
Acts” (Leyes de las Fábricas) que limitaba las horas de trabajo de las mujeres
y los niños, al énfasis en la castidad, la templanza y el auto sacrificio de
los plebeyos promulgado por varias denominaciones no conformistas cristianas.
Al final del siglo XIX, a medida que la hegemonía de la familia nuclear se
establecía gradualmente, se prolongó la infancia, la maternidad se promulgó
como la ocupación a tiempo completo más apropiada para las mujeres, la
prostitución se convirtió en una ocupación para desclasados y los homosexuales
fueron victimizados y odiados.
La Familia Nuclear Proletaria y la Homofobia
La
familia burguesa discutida por Marx y Engels se basaba en la premisa de que un
individuo burgués masculino debía tener acceso sexual exclusivo a su esposa
(para garantizar que sus propiedades fueran heredadas por descendientes de su
propia sangre). Para esto no era necesario prohibir la actividad sexual extra
marital (ya fuera homosexual o heterosexual) del esposo. Estas actividades no
amenazaban la línea de sucesión de propiedades, así que no había una necesidad
obvia para prohibirlas. Sin embargo, el establecimiento de la familia nuclear
como la institución social doméstica primaria para el proletariado y otros
estratos plebeyos requería de estos tabúes.
En parte
era sólo una cuestión de suprimir alternativas que no fuera la familia nuclear,
con efectos potencialmente perjudiciales. Cuando se está intentando convencer
al pueblo de que la felicidad consiste en que el hombre trabaje en una fábrica
con la mujer cuidando de cinco hijos en la casa—lo cual no es una tarea
sencilla para empezar—entonces no ayuda el permitir configuraciones domésticas
más agradables. Las parejas homosexuales o los grupos de solteros con acceso a
prostitutas, o cualquier otra combinación bohemia, pueden verse como
alternativas más interesantes, más satisfactorias, o con más comodidades
materiales, que ser parte de una familia proletaria.
Existe
otra tendencia más de la génesis de la homofobia moderna. Bajo el capitalismo del
siglo 19 el factor central que condicionaba la vida doméstica proletaria era
considerar que el costo total de criar a la próxima generación era una
responsabilidad individual y no una responsabilidad social. Los niños no podían
sostenerse a sí mismos económicamente, ni tampoco podían hacerlo los que los
cuidaban. La familia nuclear requería que la madre y los hijos fueran
sostenidos económicamente por un hombre, que fuera lo suficientemente
productivo para ganar un salario que cumpliera con este propósito. Esto
implicaba que se retrasara la tenencia de hijos, lo cual, con la ausencia de la
tecnología moderna de planificación familiar, requería de los adolescentes una
gran dosis de abstinencia sexual. Esto no se conseguía con facilidad. Tenía
como consecuencia un cierto nivel de frustración y de tensión social y requería
el apoyo de la autoridad religiosa, así como de la intervención estatal a
través de leyes que fijan la edad de consentimiento y otras.
Se crean
dificultades si se prohíben las relaciones heterosexuales de los adolescentes a
la vez que se permiten las homosexuales, a menos que esta homosexualidad
adolescente sea cuidadosamente institucionalizada, como se da en las escuelas
públicas inglesas. Consecuentemente, durante los últimos años del siglo 19,
había el temor de que si no se ejercía la debida presión para contrarrestarlo,
los libidinosos adolescentes masculinos canalizarían sus energías en dirección
al homosexualismo. El miedo de que la heterosexualidad sucumba al asalto
homosexual frecuentemente se da como la justificación de las medidas en contra
de los homosexuales en este período. El miedo a que “la juventud se
corrompiera” junto a la importancia de mantener el poder del padre en la
familia contra cualquier contendiente homosexual eran temas esgrimidos por los
fiscales, jueces y periodistas durante los juicios contra Oscar Wilde en los
años 1890s, los cuales fueron cruciales en la articulación y estructuración de
la moral anti-homosexual en Gran Bretaña y en otras partes (vea por ejemplo, H.
Montgomery Hyde, Oscar Wilde, 1976).
A las
mujeres se las veía con menos significación social y esencialmente asexuales.
Por esto, sus vidas sexuales no fueron sometidas a una persecución tan activa.
Las jóvenes eran mucho más supervisadas que los hombres y en gran mayoría eran
mantenidas dentro de sus casas. El mayor éxito obtenido en la supresión de la
sexualidad adolescente femenina significa que el lesbianismo era mayormente
ignorado, en general, el prejuicio homosexual extremo se restringía a los hombres.
Generalmente se describía la actividad lesbiana como mujeres que tenían un
comportamiento “masculino”.
Continuará...
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