“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

lunes, 23 de junio de 2014

“Pero la Biblia dice…”: Una lectura católica de Romanos 1 sobre la Homosexualidad.



Mi charla de hoy tiene un título algo raro. Una de las razones por las que suena raro es porque considero que serían pocos los católicos que tal vez interrumpiesen un debate teológico con la frase: “Pero, la Biblia dice…” tal o cual cosa. Y esto se debería no tanto al famoso estereotipo acerca de la ignorancia católica de las Escrituras, cuanto al hecho de que en una discusión católica, es poco probable que un recurso a la autoridad tomara la forma de una apelación a la Biblia. Es mas probable que tal recurso revistiera la forma de: “Pero el Santo Padre dice que…” o: “Pero está en el Catecismo…”. De modo que, ¿por qué ofrecer a la gente una lectura católica de Romanos 1?
Son dos razones, en verdad, las que me llevaron a elaborar y ofrecer esta aportación. En primera instancia, he de decirles que fui educado como protestante evangélico, y este texto, Romanos 1, fue realmente un texto de terror para mí, un texto de alguna manera relacionado con una profunda aniquilación emocional y espiritual. Algo que provocaba en mí una parálisis. De modo que, en la medida en que me encuentro cada vez más libre de aquel terror, me parece justo tratar de ofrecer un mapa de carretera a otros que, sea la que fuere su afiliación eclesial, tal vez sufran de las mismas trabas de conciencia que parece imponer cierta lectura tradicional de este texto. Pero hay una segunda razón, a mi juicio, no menos importante. Debido a los argumentos que han surgido a causa de unos nombramientos episcopales en la Iglesia Anglicana, en ambos lados del océano Atlántico, se ha generado una cantidad de escritos en la prensa en los que se ha repetido ad nauseam la frase “La Biblia tiene muy claro que…” esta u otra cosa. Es más, se nos dice, una y otra vez, que aquellos que piensan que a la gente gay se le debe permitir que se case, o bien que el ser gay no debiera ser obstáculo para la consagración episcopal, están repudiando de alguna manera un mandamiento sagrado, evidente y escrito. La noción de que “La Biblia lo tiene muy claro”, ha sido divulgada casi sin contestación por parte de los medios, que han encontrado más fácil presentar el asunto como una discusión entre conservadores que toman la Biblia en serio – y por eso son contrarios a la gente gay – y gente liberal que no la toma tan en serio – y por eso no es tan contraria a la gente gay.
Pues bien, lo que aquí se está haciendo objeto de parodia es la Biblia. De hecho, me parece que si algo se puede decir al respecto es que si se presentaran las cosas exactamente al revés, uno se aproximaría más a la verdad. Se precisa de una lectura muy moderna y liberal de la Biblia para hacer de ella un arma contra la gente gay. Y los que se niegan a hacerlo son, a menudo, muy tradicionales en sus hábitos de lectura bíblica. Sin embargo, semejante aseveración suena tan contraria a lo que se intuiría en nuestro mundo, que me gustaría tomar un poco de tiempo para mostrar que existe, por lo menos, una forma que es a la vez católica y perfectamente respetable de leer este texto, y que nos permite entenderlo bajo una luz bastante diferente.
Antes de una primera lectura del texto, me gustaría hacer dos observaciones de entrada. Si alguno de nosotros se confronta con el siguiente pasaje de Romanos 1, le parecerá que tiene un significado evidente:
Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; (Romanos 1, 26)
Una rápida encuesta en cualquier país de habla española hoy en día probablemente estaría de acuerdo con la siguiente afirmación: “Esto se refiere evidentemente al lesbianismo. Es el sentido obvio de las palabras. Negar que esto se refiera al lesbianismo es el tipo de actitud que se esperaría de un exegeta bíblico con más inteligencia que sentido y que esgrimiera una fuerte espada ideológica.” Pues bien, lo único que me gustaría señalar a estas alturas, es que existen varios comentarios sobre estas palabras, fechados en el lapso que va de la composición del texto de Romanos 1 a la predicación de san Juan Crisóstomo, a fines del siglo IV. En ninguno de estos comentarios se imagina siquiera que el pasaje que les cité haga referencia al lesbianismo. Tanto san Agustín como Clemente de Alejandría lo interpretan sin más como referencia a mujeres que tienen relaciones anales con personas del sexo opuesto. Crisóstomo es el primer Padre de la Iglesia de quien tenemos constancia que haya leído este pasaje refiriéndose al lesbianismo.
Mi primera observación, entonces, es ésta: sin entrar siquiera en la cuestión de quién se acerca más a lo que san Pablo quiso expresar en su frase, una cosa es innegable. Lo que entienden los lectores modernos como el “sentido auto-evidente del texto” no fue auto-evidente para san Agustín, personaje que ha gozado durante muchos siglos de la reputación de ser un lector especialmente autorizado de las Escrituras. De modo que no puede afirmarse la existencia de un testimonio ininterrumpido, basándose en el hecho de que el texto se haya leído siempre con referencia al lesbianismo. No existe tal testimonio ininterrumpido. Ha sido perfectamente normal durante largos siglos leer este pasaje en la Iglesia Católica sin imaginar que san Pablo estuviese diciendo cualquier cosa sobre el lesbianismo. Esto significa que ningún católico se encuentra obligado, bajo ninguna circunstancia, a leer el pasaje refiriéndolo al lesbianismo. Es más, es una posición perfectamente respetable para un católico afirmar que no existe referencia alguna al lesbianismo en la Sagrada Escritura, en vista de que el único candidato para el papel de “posible referencia”, es un pasaje cuyo sentido “auto-evidente” fue tomado, durante varios siglos, como algo diferente.
Esta observación es de índole negativa. Demuestra claramente que al lector católico no se le puede obligar ni a que confirme lo auto-evidente de lo que dice san Pablo, ni a que lea aquellas palabras como refiriéndose al lesbianismo.
Mi segunda observación es de índole más positiva. Según el órgano oficial de enseñanza de la Iglesia Católica, los lectores católicos de la Sagrada Escritura tienen como deber positivo el evitar ciertas actualizaciones del texto, es decir, ciertas maneras de hacer que textos antiguos incidan de manera sencilla en realidades modernas. Les voy a leer lo que dice, y recuerden, por favor, que es esto algo más que un mero parecer. Es la enseñanza oficial de la Pontificia Comisión Bíblica, la cual es, por lo menos, una fuente autorizada de orientación católica acerca de cómo leer las Sagradas Escrituras. La instrucción se encuentra en su documento de 1993: “La interpretación de la Biblia en la Iglesia”.
Es necesario proscribir también, evidentemente, toda actualización orientada en un sentido contrario a la justicia y a la caridad evangélicas, como las que querrían apoyar sobre textos bíblicos la segregación racial, el antisemitismo o el sexismo, masculino o femenino. Una atención especial es necesaria… para evitar absolutamente actualizar algunos textos del Nuevo Testamento en un sentido que podría provocar o reforzar actitudes desfavorables hacia los judíos. (La interpretación de la Biblia en la Iglesia, IV.3.)
La lista que da la Comisión deliberadamente no agota los posible malos usos de la Sagrada Escritura, pero tiene la ventaja de enfrentarse a la que es fácilmente la más importante de cualquier posible actualización impropia, aquella relacionada con la traducción de las palabras ‘οι ’Ιουδαιοι, especialmente donde aparecen estas palabras en el Evangelio de San Juan. Les pido considerar muy claramente lo que significa esta instrucción. Quiere decir que quienquiera que tradujere las palabras ‘οι ’Ιουδαιοι literalmente como “los judíos” o interpretare estas palabras como haciendo referencia al pueblo judío en su integridad, ahora, o en cualquier momento del pasado, lo está traduciendo menos exactamente, y ciertamente menos en comunión con la Iglesia que alguien que lo tradujera menos literalmente como “las autoridades judías” o “las autoridades locales” que eran, como casi todo el mundo en el Evangelio de San Juan, judíos.
Ahora bien, cuando se considera lo absolutamente fundamental que ha sido el pueblo judío y su relación con la Iglesia en el desarrollo de la doctrina cristiana, si se nos exhorta a “evitar absolutamente cualquier actualización de algunos textos del Nuevo Testamento”, entonces se deduce fácilmente que una aseveración como la siguiente es perfectamente razonable, y casi altamente recomendable, como orientación hacia una lectura debidamente católica de un pasaje que trata con algo mucho menos importante. Hela aquí: Dada la posibilidad por un lado de un significado antiguo y restringido en un texto, significado éste que no se transfiere fácilmente a categorías modernas, y por otro lado la posibilidad de un significado que salta fácil y expansivamente a las categorías modernas y ha tenido efectos contrarios a la caridad para las personas modernas a quienes se tilda de esta forma, es de preferirse la lectura antigua y restringida a la actualizada.
Pues bien, hasta ahora son nada más dos pequeñas observaciones introductorias. No existe ninguna obligación para que los católicos lean Romanos 1 como refiriéndose a lo que dicen algunos lectores modernos que es su significado evidente. Y, es más, dada la posibilidad de un significado antiguo y limitado o un significado moderno más expansivo que trae daños potenciales a una categoría de gente moderna, una lectura católica debería preferir el significado antiguo y limitado.
Ahora voy a pasar a una lectura del texto. Se lo voy a leer dos veces. Una vez en una versión corriente que ustedes pueden encontrar en casi cualquier traducción bíblica moderna – de hecho voy a leer la versión de La Biblia de las Américas. Y la segunda vez, exactamente en la misma versión, para decir verdad, exactamente en la misma traducción. Pero en esta ocasión habré quitado todo lo que no es de san Pablo. Antes que ustedes digan: “Ah, de modo que ahí está el truco: tiene algún argumento complicado para demostrar que san Pablo no pudo haber dicho tal o cual cosa, de modo que va a afirmar que algún párrafo, que no le cae bien, no tiene a san Pablo por autor”, me apresuro a asegurarles: No voy a quitar en absoluto ninguna palabra del texto. Pero sí voy a quitar todos los números. Me refiero a los números correspondientes a los versículos y capítulos. Es decir, lo que no es de San Pablo. Los números fueron una añadidura medieval. Primero la división en capítulos, y luego la subdivisión en versículos. Esto se concibió como una ayuda sencilla para que el lector se orientase en el texto, de la misma manera que un sistema de catalogación de libros se supone que ayuda a uno a orientarse en una biblioteca, más bien que señalarle a uno cuáles libros son importantes y dignos de ser leídos, y cuáles no. Por supuesto Pablo no escribió su Epístola a los Romanos en capítulos y versículos. La escribió, o la dictó, en una prosa griega continua con escasa puntuación. Verán ustedes hasta qué punto la introducción de los números ha llegado a congelar cierta lectura del texto, haciéndola “normal”, como sí los números tuviesen suficiente autoridad para hacer esto. Verán también qué tan diferentemente se entiende el pasaje si se le quitan los números.
Notarán también una diferencia en el tono de la lectura. La primera vez leeré en los tonos portentosos del Ayatolá Pablo, quien acaba de bajar, cual Charlton Heston, del Monte Sinaí, ardiendo en celo por dictar la palabra unívoca del Señor con respecto a la iniquidad. Sin que yo conociera aquellas grandes palabras tipo “Ayatolá” y “portentoso”, y sin que hubiera visto la película de “Los Diez Mandamientos”, con Charlton Heston, fue ésta la lectura que me pareció auto-evidente en mi adolescencia, la lectura que se auto-leyó por medio de mis ojos, y tal vez sea la que les ha sido auto-evidente también a ustedes. Espero sugerir que el tono que nosotros traemos al texto, cuando lo leemos o escuchamos, por lo menos iguala en importancia a las palabras impresas, en la elaboración de una lectura que parece auto-evidente. La segunda vez, leeré el pasaje en el tono, que pasa de lo sublime a lo trivial, del rabino Pablo, heredero de una tradición rica en lecturas irónicas y subversivas. Y, para que no se queden preocupados de que, al referirme a Pablo como un rabino, esté buscando socavar su autoridad apostólica, la que queda de alguna manera resguardada si se le lee en los tonos de un Ayatolá, me gustaría aclarar que la palabra “rabino” señala aquí, en mi entendimiento, el estilo y la retórica que emplea Pablo, y de ninguna manera socava su autoridad. Pablo fue apóstol precisamente como alguien muy bien instruido en la tradición de la interpretación rabínica. Espero que esta segunda lectura, después de que la haya realizado, les parezca tan auto-evidente como ahora me lo parece a mí.
De modo que, adelante con Romanos 1, 14 hasta el final, en la versión de La Biblia de las Américas:
14 Tengo obligación tanto para con los griegos como para con los bárbaros, para con los sabios como para con los ignorantes. 15 Así que, por mi parte, ansioso estoy de anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. 16 Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. 17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: mas el justo por la fe vivirá. 18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad; 19 porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. 20 Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. 21 Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se volvieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; 25 porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. 26 Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; 27 y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío. 28 Y así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen; 29 estando llenos de toda injusticia, maldad, avaricia y malicia; colmados de envidia, homicidios, pleitos, engaños y malignidad; son chismosos, 30 detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos, inventores de lo malo, desobedientes a los padres, 31 sin entendimiento, indignos de confianza, sin amor, despiadados; 32 los cuales, aunque conocen el decreto de Dios que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también dan su aprobación a los que las practican.
¿Les suena conocido?
Bueno, demos ahora la segunda vuelta. Primero, algunos detalles a manera de antecedentes. Según el parecer de los peritos, Pablo escribió esta carta en Corinto. Por lo visto va dedicada a dos grupos de cristianos que constituyeron la Iglesia en Roma: el grupo de los creyentes judíos en Cristo, y el grupo de los creyentes gentiles en Cristo. Parece ser que había algunos problemas de rivalidad entre estos dos grupos, y que por una parte los cristianos judíos se consideraban superiores a los gentiles bautizados, mientras que éstos se consideraban superiores a aquéllos. Pablo habla en primer lugar a los cristianos judíos para explicarles que, aunque es cierto que todos los tesoros de la revelación han llegado por medio del pueblo judío, no son ellos de hecho superiores a los gentiles, sino que tienen la misma necesidad que los gentiles de la salvación que ha efectuado Jesús. Luego se vuelve a los gentiles para explicarles que no son superiores a los judíos por el hecho de no haber vivido bajo la Ley, sino que son igualmente dependientes de la redención de Cristo. El objetivo es subrayar hasta qué punto todos los seres humanos son dependientes de la salvación obrada por Cristo. Todos han pecado, y todos necesitan de la gracia, sin excepción. Que yo sepa, este marco básico para la lectura de la Epístola de los Romanos lo tiene en común la mayoría de estudiosos de toda estirpe. O sea, hasta aquí, no hay nada especialmente controvertido.
Pues bien, una vez asentado esto, mi punto de partida para la lectura de Romanos 1 no se encuentra dentro de Romanos 1. De hecho, es lo que nosotros conocemos como Romanos 2,1, y no lo escucharon en la lectura que les acabo de hacer. Se lee como sigue:
Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas.
Ahora bien, les sugiero que no deja de ser extremadamente curioso el comenzar un nuevo argumento, o un nuevo capítulo con la frase “Por lo cual…”. Normalmente una frase que comienza “por lo cual” es señal de que se está al punto de dar la conclusión del argumento que viene antes. Quiere decir, que todo el por qué de lo que antecede está al punto de revelarse. Supongamos que no tuviésemos un manuscrito fidedigno del comienzo de la Epístola de San Pablo a los Romanos, sino que simplemente sabíamos que faltaba un trecho pequeño, y que el manuscrito que tenemos comienza con lo que nosotros llamamos Romanos 2,1. Bueno, podrían ustedes apostar grandes cantidades sobre la probabilidad de que todas las tentativas de reconstruir el pasaje que faltaba procederían con base en la premisa segura de que, fuera lo que fuere el contenido que faltaba, de alguna manera llevaba a la indicación de que nadie está en una posición para juzgar a los demás. Dando por sentado el sentido de aquello que nosotros conocemos como Romanos 2 y 3, donde se arguye contra la superioridad de los judíos sobre los gentiles en la Iglesia, es muy probable que los exegetas propongan el que, diga lo que dijere el trecho perdido, es muy probable que incluía un argumento que llevaba a la conclusión de que, sean cuales fueren las aparentes señales de superioridad de que gozaban los creyentes judíos en Cristo, estos se encuentran de hecho fundamentalmente en la misma situación de los gentiles con respecto a todo lo verdaderamente importante.
Ahora, ¡cuál no será su zozobra al descubrir que el gran paleontólogo bíblico, casi ciertamente alemán, por cierto, Herr Doktor James Alison, al mostrar una extraordinaria destreza, casi meritorio de un premio Nobel, en el uso de las teclas de su software bíblico “Hermeneutika Bible Works 5”, éste mismo ha conseguido descubrir y reproducir el trecho que faltaba y que conduce a lo que llamamos Romanos 2,1! Y para mayor sorpresa de todos, el trecho se perfila exactamente como lo vaticinado por aquellos sabios exegetas, que utilizaron como base para su deducción el versículo que prohíbe el que se juzgue a otro. Déjenme mostrarles cómo el escritor rabínico, Pablo, coloca las bases para llegar a su conclusión:
Tengo obligación tanto para con los griegos como para con los bárbaros, para con los sabios como para con los ignorantes. Así que, por mi parte, ansioso estoy de anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: mas el justo por la fe vivirá.
Aquí Pablo expone muy claramente qué es lo que quiere hacer, al justificar su misión a algunos oyentes judíos potenciales que estarían muy poco contentos con el énfasis de Pablo en los gentiles. De modo que pasa a hablar en términos que serían conocidos por cualquier judío practicante y educado de la Diáspora. Casi cita directamente un libro que aparece en la Biblia Católica como el Libro de la Sabiduría, o La Sabiduría de Salomón, y ciertamente demuestra que da por sentado el que sus oyentes lo conozcan. Una parte de este libro es un sencillo tratado judío contra todas las iniquidades de la idolatría pagana. Moisés tenía sus predicadores en todas las ciudades, quienes exponían el monoteísmo judío y atraían a la gente desde los cultos de los gentiles, y fue esto justamente el tipo de cosas que dirían aquellos predicadores. He incluido los versículos relevantes de los capítulos 13 y 14 del Libro de la Sabiduría en un Apéndice para que ustedes lo lean con sus propios ojos [Véase Apéndice 1]. Aquellos versículos y los de san Pablo se asemejan mucho en su análisis de la idolatría.
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad; porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Pues bien, aquí tenemos un trecho típico de la polémica judía con respecto a los gentiles en general. El tipo de cosas que hacen es “cambiar” (una palabra que también aparece en Sabiduría) – algo así como “travestir” – la gloria de Dios por unas imágenes. Todos los lectores y oyentes de Pablo sabrían muy bien a qué se refería. Las ciudades antiguas estaban llenas de Templos y santuarios con imágenes de dioses, diosas, Gatos, Chacales, Cocodrilos, Serpientes, Isis, Osiris, Anubis, Mitra y muchas más.
Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.
Aquí, al igual que en el Libro de la Sabiduría, que busca explicar el vínculo entre la idolatría, fuente de todo mal, y el mal que surge de esta fuente, es como consecuencia de haberse involucrado en los cultos idolátricos que luego fueron llevados a inmiscuirse en pasiones que no les hacen honor. Se puede detectar aquí que Pablo está de buena racha, ganándose a sus oyentes, pues interrumpe su propio argumento para hacer una exclamación después de mencionar al Creador:
que es bendito por los siglos. Amén.
Este es el tipo de exclamación donde, si estuviéramos en una Iglesia Pentecostal, esperaríamos que emergiesen voces de entre los oyentes diciendo “Aleluya” o “Gloria a Dios, hermano”. O sea, es parte de una retórica para convencer a la gente que él está de su lado, que pueden contar con él. Y, por supuesto, con un propósito muy deliberado, como en seguida veremos. Pablo continúa:
Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío.
Aquí Pablo pinta exactamente el tipo de actividades que florecían en los templos paganos y sus alrededores por toda la región del Mediterráneo en época de Pablo, como también en la época del autor del Libro de la Sabiduría, el cual entra en bastantes más detalles que Pablo [1]. Entre estas actividades se incluiría las de mujeres vistiéndose como sátiros con grandes “faloi” para que pudiesen ser penetradoras en vez de penetradas en la relación con sus parejas. Fue este tipo de travestir, o cambiar de papel, yendo en contra de lo que yo llamaría “la lógica de la granja”, más bien que el género de la pareja, lo que fue considerado como “contra natura” aquí. Esto dice Clemente de Alejandría al respecto:
Por esta razón son tan infrecuentes los nacimientos entre las hienas, pues siembran su semilla contrariamente a la naturaleza. ….A tales personas sin dios, “Dios los ha entregado” dice el Apóstol “a lujurias vergonzosas. Por esta razón las mujeres cambian su uso natural al que es contrario a la naturaleza. …” Sin embargo la naturaleza no ha permitido que ni siquiera las bestias más sensuales abusen del pasaje hecho para el excremento…Enturbiando el orden natural, los varones toman el papel de las mujeres, y las mujeres toman el papel de los varones, contrariamente a la naturaleza… No se cierra ningún orificio contra las lujurias; y su sexualidad es una institución pública – son compañeros de cuarto con la indulgencia. [2]
No les causará ninguna sorpresa el que tengamos más evidencia aún de las cosas que hacían los varones. Ciertamente hubo cultos, como el de Cibeles, o Atys o Afrodita, cuyo templo más importante se encontraba en Corinto, donde es probable que Pablo haya escrito su Epístola a los Romanos. Se rumoraba que en este Templo había más de mil prostitutos sagrados (de ambos sexos). El culto había sido introducido en Roma poco antes, después de una larga resistencia por las autoridades capitalinas. En este culto el elemento travesti era muy importante. No solamente eso, sino que los ritos incluían frenesíes orgiásticos durante los cuales algunos varones se dejaban penetrar, y que culminaban en el momento en que algunos en el frenesí se castraban, haciéndose así eunucos, y por eso, sacerdotes de Cibeles. Pues en el culto de Cibeles, como en los cultos de las diosas-madre en general, el trascender el género era considerado de especial importancia. Tales devotos castrados, algunas veces conocidos por el nombre “galli”, vivían, como lo hacen los “hijra” en la India moderna, como eunucos festivos, tenidos como dotados de poderes mágicos o dones proféticos. El esqueleto de uno de estos sacerdotes romanos castrados, junto con adornos que mostraban su devoción a Cibeles, fue descubierto recientemente por arqueólogos en el norte de Inglaterra [3].
Para los oyentes de Pablo no habría sido necesaria ninguna explicación sobre este tipo de cosas. Era una parte regularmente ocurrente de la vida pública del mundo mediterráneo de la época. Lo significado por los “galli”, que recibían en sus personas el castigo correspondiente a sus extravíos, tal vez se refiriera a la castración, o tal vez a su rareza general de porte y apariencia. Pero los oyentes de Pablo se habrían dado cuenta perfectamente de lo que él estaba diciendo. Porque, como podría contar cualquier judío que se preciara, era justamente a este tipo de cosas idiotas a las que se dedicaban los gentiles como fruto de su idolatría.
Llegados hasta aquí, por favor noten algo más bien sutil. Pablo se está moviendo desapercibidamente hacia el bajarles los humos a quienes ha estado inflando, antes de darles un pinchazo. Después de la ilustración gráfica de un conjunto de prácticas que eran obviamente paganas, y que permitirían a los oyentes judíos sentirse un “nosotros” bueno por contraste con el “ellos” tonto, a quienes les está describiendo (y las palabras que utiliza Pablo expresan respeto a la pureza y a la vergüenza, más bien que a la moral y el mal, y por esta razón estoy utilizando palabras como “tontos” e “idiotas” más bien que “malos” o “inicuos”), después de esto, digo, Pablo continúa hablando de un “ellos”, y comienza con una lista de cosas bastante más serias: actitudes profundas del corazón. Y, por supuesto, seguía teniendo cautivados a sus oyentes:
Así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen; estando llenos de toda injusticia, maldad, avaricia y malicia; colmados de envidia, homicidios, pleitos, engaños y malignidad;
Pueden imaginar que aún estamos en un ambiente donde los oyentes podrían expresar en voz alta: “¡Gloria a Dios, hermano!” Era todavía el tipo de cosas a las que estaban acostumbrados. Pero Pablo sigue arrasando, avanzando desde estas actitudes profundas del corazón de las que está lleno el “ellos” tonto, hacia lo que uno podría llamar una lista de formas de iniquidades bastante más banales, domésticas, comunes y corrientes:
son chismosos, detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos, inventores de lo malo, desobedientes a los padres, sin entendimiento, indignos de confianza, sin amor, despiadados;
Aquí estamos pisando terreno peligroso… ¿Ya se habrán percatado los oyentes de que esta lista, donde no hay una sola referencia a cosas sexuales, les es bastante familiar? De modo que Pablo da un último toque a la trompeta tradicional contra los paganos:
Los cuales, aunque conocen el decreto de Dios que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también dan su aprobación a los que las practican.
Podemos ver muy bien por qué los que dividieron los capítulos cortaron aquí el argumento. Suena como al final de un aliento. Y lo es. Es el final de una respiración, pero no el final del argumento, porque el timo está por darse, y sin el timo, el argumento quedaría inconcluso:
Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas.
Ahora pueden ustedes ver el efecto de esta frase sobre el argumento que la precede. El efecto es bastante semejante a lo que habría ocurrido de haber dicho Pablo “Todos sabemos que los gentiles hacen cosas idiotas, se inmiscuyen en ritos raros y frenesíes, y, adivinen a qué consecuencias terribles les lleva todo esto: se hacen… ¡chismosos! ¡Desobedientes con sus papás! ¡Sin entendimiento! … ¡qué diferentes pues, de nuestra gente!.. Luego hace una pausa para permitir que irrumpan las primeras risitas de auto-conocimiento.
Por supuesto, esta estratagema retórica para inflar a sus oyentes antes de darles un pinchazo, no funcionaría para nada si el propósito de Pablo fuese el de insistir que sus oyentes practican las mismas cosas que los gentiles – es decir, los cultos raros, y los ritos de frenesí sexual conducentes a la castración. Su propósito no es el denunciar que sus oyentes hagan estas cosas, sino el insistir en que, aunque no las hagan, y ni sueñen siquiera en hacerlas, comparten exactamente el mismo marco de deseo y la iniquidad ordinaria y banal que fluye a partir de aquel marco, o sea, lo verdaderamente serio. Esto, lo tienen en común con los gentiles que, de hecho, sí hacen aquellas cosas tontas.
Pablo confirma lo que estaba haciendo durante todo este pasaje al pasar aquí de un “ellos” a un “nosotros”, y su uso del “nosotros” es muy revelador:
Y sabemos que el juicio de Dios justamente cae sobre los que practican tales cosas.
Pareciera que Pablo está repitiendo la acusación contra los paganos – la de que “conocen el decreto de Dios y aún así hace estas cosas”. Pero su repetición del cargo, en la forma que se refiere a “nosotros” suena más bien a lo siguiente: “Sin entrar en la cuestión de si ellosconocen o no el juicio de Dios, nosotros ciertamente sí lo conocemos.” Luego prosigue para apostrofar a un “tú” – un tú no solamente judío, ni cristiano, sino el “tú” humano que es cualquiera de nosotros.
¿Y piensas esto, oh hombre, tú que condenas a los que practican tales cosas y haces lo mismo, que escaparás al juicio de Dios? ¿O tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,…
De aquí en adelante Pablo desarrollará su comprensión de cómo el problema humano es fundamentalmente un problema de deseo, y la salvación que nos viene por Cristo opera a nivel de un cambio en el funcionamiento del deseo. Ni siquiera la Ley, que es de por sí algo bueno, pudo alcanzar este funcionamiento del deseo. Fue este análisis el que le llevó a elucidar lo que otra generación, siguiendo a san Agustín, llamaría “La doctrina del Pecado Original”. En su integridad el propósito de esta doctrina es mantener vivo el sentido de que todos los humanos, a partir del comienzo mismo de la humanidad, sufrimos de lo que es esencialmente la misma forma de deseo distorsionado. El resultado de esto es que ninguno de nosotros está bien ubicado para juzgar a los demás, puesto que, a diferencia de Dios, ninguno de nosotros es libre de tener un juicio distorsionado por su propia forma de pertenencia social. Esto está absolutamente de acuerdo con las enseñanzas de Jesús en el Evangelio: si los fariseos no pueden juzgar a las prostitutas, entonces lo judíos no pueden juzgar a los gentiles y, viceversa, naturalmente.
Bueno. Espero que ahora puedan ustedes vislumbrar otra lectura “auto- evidente” de Romanos 1. A partir del momento en que nos dimos cuenta de que la introducción de números para los capítulos y versículos fue discrecional, y de que es posible ver que todo el flujo del argumento corre hacia el pinchazo central, plantado en el seno de la manera de formar agrupaciones sociales por contraste con otros, en ese momento llegó a ser posible escuchar la voz de Pablo de una manera diferente. Lo que llamo yo el Pablo “batético” (del griego βαθος) a diferencia del Pablo “portentoso”. Un Pablo ingenioso, rabínico, de retórica afilada, y no un Pablo unívoco, autoritario, totalmente desprovisto de ironía. Su argumento funciona muy bien llevando a sus oyentes hacia un timo, y luego les ofrece el golpe de gracia. Si esto lo quieren comprobar por ustedes mismos, lo cual es, a fin de cuentas, la mejor manera de hacerlo, entonces hagan el intento de leer para sí mismos, o para algunos amigos, en voz alta y en tono de Ayatolá, la versión que he puesto a su disposición como el Apéndice II, la versión del texto sin números. Funciona muy bien hasta que uno llega al final del primer capítulo. Pero si intentamos leer en el mismo tono el capítulo 2 versículo 1, ya no tiene sentido. Si continuamos leyendo con el tono de un Ayatolá, tenemos que detenernos al final del capítulo 1 y esperar para seguir adelante en el próximo capítulo. Sin embargo, si leemos con el tono de un Pablo rabino, podemos pasar sin sobresaltos del primer capítulo al segundo, y en el camino darnos cuenta de la gran sutileza de su estilo persuasivo.
Pues bien, he aquí una lectura católica de Romanos 1. Lo único externo que he aportado al texto es el conocimiento de los cultos extáticos del mundo antiguo. Esto ayuda a restringir cualquier tendencia hacia una actualización no caritativa del texto, de la misma manera que lo hace el limitar la referencia de ‘οι ’Ιουδαιοι en el evangelio de Juan a las autoridades judías locales en la Palestina del primer siglo. La lectura moderna y “auto-evidente” del texto también aporta algo externo: una comprensión de la “homosexualidad” como algo que fue la intención de Pablo condenar, a pesar de la evidencia de que la categoría moderna fue desconocida en el mundo antiguo. La lectura “auto-evidente” moderna utiliza por tanto este texto como arma religiosa y política contra un grupo moderno de personas. Espero que esté siendo más obediencia a la Pontificia Comisión Bíblica al preferir la interpretación antigua y limitada.
Una de las cosas que espero queden aclaradas es la siguiente: Aunque se pudiera demostrar (cosa que no me parece posible) que es obligatorio leer, en lo que conocemos como Romanos 1, 26b-27, una referencia directa de san Pablo a las lesbianas y a los varones gay, aún en este caso, el único uso que nunca se podría hacer de la referencia, sin causar una violencia muy seria al texto, es un uso que legitimase cualesquiera maneras de juzgar a tales personas. Su presencia en el texto sería como ilustración para un argumento del tipo: “Sí, sí, sabemos que existen tales personas que hacen ese tipo de cosas tontas, pero esto es completamente irrelevante al lado del hecho muy significativo de que estas cosas son sencillamente diferentes síntomas de una profunda distorsión del deseo, distorsión que es idéntica en usted como en ellos, y es a usted a quien quiero llegar; de modo que no los juzgue, por favor”.
Si quieren saber lo que quiero decir, entonces, hagan esta prueba: supongamos que los predicadores judíos del mundo antiguo se hubiesen convencido de que una de las cosas a las cuales conducía la idolatría era la práctica muy extendida de los deportes de alto riesgo. Imaginemos, por consiguiente, que hubiesen prohibido estas prácticas. Ahora, substituyan las palabras “rappel” y “parapente” en lugar de lo que a veces se ha leído como “lesbianismo” y “sexo gay entre varones”.
porque sus mujeres se dedicaron a hacer rappel, y de la misma manera también los hombres, abandonando los métodos naturales de transporte se dedicaron al parapente, cometiendo hechos vergonzosos al imitar a los pájaros, y muchas veces, debido a corrientes ascendentes inesperadas, recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío.
¿Pueden imaginar qué tan fácilmente el mundo Cristiano habría abandonado la supuesta prohibición antigua que pesaba sobre estas actividades, que son, dígase de paso, evidentemente descabelladas? Se habría abandonado la prohibición al señalar que un argumento que refiere tangencialmente al rappel o al parapente como parte de la construcción de un argumento cuya conclusión es la ilicitud de juzgar a quienquiera, no se puede utilizar legítimamente para juzgar a los que se dedican al rappel o al parapente. La única referencia al rappel en la Sagrada Escritura se interpretaría, muy apropiadamente, como teniendo un peso moral cero.
Es mi opinión que el primer capítulo de Romanos no tiene sencillamente nada que ver con lo que nosotros llamamos homosexualidad. Espero haber mostrado que es perfectamente posible leerlo de manera que se respete la integridad del texto, se muestre aprecio por san Pablo y se esté de acuerdo con él, y también mostrar cómo su argumento es un paso importante hacia la formulación de una doctrina importante de la Iglesia sin decir, explícita o implícitamente, cualquier cosa a favor de la llamada “homosexualidad” o en su contra. No pretendo que esta lectura que les he dado sea la lectura auténtica de san Pablo, que exactamente esto, ni más ni menos, sea precisamente lo que él quiso decir. No creo que exista una cosa tal como la lectura auténtica del texto. Creo que existen lecturas mejores y peores del texto, y más importante, que existen maneras más católicas y maneras menos católicas de leer el texto, porque el leer el texto dentro de la Iglesia es un ejercicio infinitamente creativo de darle gloria a Dios y de crear significados impregnados de misericordia para nuestros hermanos y hermanas en la medida en la que llegamos a ser poseídos por el Espíritu que nos es insuflado por el Señor crucificado y resucitado.
Y esto nos lleva a mi última observación en esta charla, que es la razón por la que creo que verdaderamente vale la pena emprender este ejercicio de una lectura católica en la actualidad. Durante demasiado tiempo hemos sido hechizados por lo que me atrevería a llamar una lectura coránica de la Sagrada Escritura. Es por lo menos coherente que un musulmán reivindique que el Corán fuera dictado por Dios a Mahoma y por esto que el propio Corán hay que leerlo como dictado por una autoridad de lo alto. El texto se hace una especie de cuerpo intermediario entre Dios y el lector de tal forma que los fieles quedan atrapados bajo las palabras fijas del texto, que se imaginan que están “sencillamente allí”, inspiradas por Dios, y que, por tanto, absuelven al lector de que asuma una responsabilidad por la lectura que él o ella aporte. Sin embargo, no es coherente que un católico lea la Sagrada Escritura de esta forma. La Iglesia Católica, heredera de una tradición extraordinariamente rica de creativas lecturas textuales judías, lee las Escrituras en forma Eucarística, pues para nosotros la fuente principal de la autoridad no está en el propio texto sino en la víctima crucificada y resucitada, viva en nuestro medio, que es el principio hermenéutico viviente que nos enseña cómo desatar nuestras maneras violentas e inicuas de relacionarnos los unos con los otros, y cómo entrar juntos por el camino de la penitencia y la paz. Para nosotros el término “la Palabra de Dios” se refiere en el primer lugar a una persona viviente, y solamente por analogía, a los textos que portan testimonio de él. La presencia hermenéutica viva es mucho más importante que lo que está interpretando. Esto es lo que significa lo que dijo Jesús al comentarles a los fariseos en el Evangelio de Mateo :
Mas id, y aprended lo que significa: "misericordia quiero y no sacrificio"; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores./p>
Y:
Pero si hubierais sabido lo que esto significa: "misericordia quiero y no sacrificio", no hubierais condenado a los inocentes.
Ahora tienen allí una instrucción con respecto a la lectura católica de la Sagrada Escritura, emanada de una autoridad más importante aún que la Pontificia Comisión Bíblica. Me da una gran alegría reconocer que el trecho del documento de la Comisión que les leí al comienzo de la charla está totalmente de acuerdo con ella.
Ya es hora de que aprendiésemos a leer las palabras de nuestro hermano Pablo, alguien que nos escribió no desde arriba, sino desde el mismo nivel fraternal de nosotros, en forma eucarística. Imaginémosle con nosotros en la reunión eucarística, dando testimonio del efecto del Crucificado y Resucitado en todas nuestras vidas. Y aprendamos que sus palabras lleguen hasta nosotros interpretadas por los ojos del Señor en el centro de nuestra reunión, los ojos de Alguien que tanto nos quiso y que quiso estar con nosotros, que se entregó por nosotros para que fuésemos capaces de crear, con él, y en gran libertad, un mundo lleno de misericordia donde no haya ningún “ellos”. Un mundo donde nos podamos mirar, unos a otros, con el corazón sin turbaciones del tipo “Pero la Biblia dice…”, y con los ojos limpios, sin mancha alguna de cualquier forma de fatalismo sacralizado.
[1] Véase Sabiduría 14, 23-28. Independientemente de las fuentes judías, existen abundantes evidencias tanto de las prácticas en el mundo antiguo alrededor de los cultos de diversas divinidades (Cibeles, Mitra y así por delante) como de su popularidad. Para una recopilación especialmente útil e interesante de la evidencia, véase el artículo de Jeramy Townsley (en inglés) Romans 1:22-28: Paul, the Goddess Religions and Homosexuality. volver
[2] Clemente: El Pedagogo 2.10.86-87, 3.3.21.3 Sin acceso a un texto griego o a una autorizada traducción al castellano, he vertido al castellano la traducción al inglés de Jeramy Townsley (cit.supra).volver
[3] Las noticias de la BBC del martes 21 de mayo de 2002: “Arqueólogos en el norte de Yorkshire descubrieron el esqueleto de un eunuco travestido cuya antigüedad remonta al siglo IV AD. Se realizó el hallazgo durante las excavaciones de un campamento romano en Catterick, obra que comenzó en 1958. El esqueleto, encontrado con vestimenta y joyas de mujer, era, se estima, de un sacerdote castrado que adoraba la diosa oriental Cibeles. Los arqueólogos dicen que es el único ejemplar encontrado en un cementerio del imperio romano tardío en Gran Bretaña.” volver
Le debo un enorme agradecimiento al R.P. Oscar Mayorga Dardón OP de Oaxaca, México por su espléndida ayuda al corregir y pulir mi traducción al castellano de este texto durante los meses de junio y julio de 2004.
El cambio de comprensión que este artículo busca exponer se gestó durante un largo tiempo y quisiera mostrar mi agradecimiento muy especial por la ayuda y las luces que he recibido de los escritos del Revdo. Tomás Hanks de Buenos Aires y del Dr Ralph Blair de Nueva Cork como también de una charla ofrecida por el Revdo. Tony Campolo en Greenbelt en 2001, del sitio web de George Hopper www.reluctantjourney.co.uk; de algunos comentarios del Dr Andrew Goddard de Wycliffe Hall, Oxford; del trabajo de Jeramy Townsley de GTU, Berkeley (véase nota al pie de página no 4); y del libro del Dr Daniel Helminiak Lo que la Biblia realmente dice sobre la homosexualidad (Barcelona: Egales 2003). Por supuesto mi agradecimiento para con ellos no trae como implicación su acuerdo con lo que digo en este artículo.
Apéndice I
Sabiduría 12: 23-13:10 y 14:9-31 (Biblia de Jerusalén)
12:23 Por tanto, también a los que inicuamente habían vivido una vida insensata les atormentaste con sus mismas abominaciones. 24 Demasiado, en verdad, se habían desviado por los caminos del error, teniendo por dioses a los más viles y despreciables, animales, dejándose engañar como pequeñuelos inconscientes. 25 Por eso, como a niños sin seso, les enviaste una irrisión de castigo. 26 Pero los que con una reprimenda irrisoria no se enmendaron, iban a experimentar un castigo digno de Dios. 27 A la vista de los seres que les atormentaban y les indignaban, de aquellos seres que tenían por dioses y eran ahora su castigo, abrieron los ojos y reconocieron por el Dios verdadero a aquel que antes se negaban a conocer. Por lo cual el supremo castigo descargó sobre ellos.
13:1 Sí, vanos por naturaleza todos los hombres en quienes había ignorancia de Dios y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas que se ven a Aquél que es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; 2 sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, señores del mundo.3 Que si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de éstos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. 4 Y si fue su poder y eficiencia lo que les dejó sobrecogidos, deduzcan de ahí cuánto más poderoso es Aquel que los hizo; 5 pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor. 6 Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar. 7 Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a los ojos! 8 Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; 9 pues si llegaron a adquirir tanta ciencia que les capacitó para indagar el mundo, ¿cómo no llegaron primero a descubrir a su Señor? 10 Desgraciados, en cambio, y con la esperanza puesta en seres sin vida, los que llamaron dioses a obras hechas por mano de hombre, al oro, a la plata, trabajados con arte, a representaciones de animales o a una piedra inútil, esculpida por mano antigua.
14:9 y Dios igualmente aborrece al impío y su impiedad; 10 ambos, obra y artífice, serán igualmente castigados. 11 Por eso también habrá una visita para los ídolos de las naciones, porque son una abominación entre las criaturas de Dios, un escándalo para las almas de los hombres, un lazo para los pies de los insensatos. 12 La invención de los ídolos fue el principio de la fornicación; su descubrimiento, la corrupción de la vida. 13 No los hubo al principio ni siempre existirán; 14 por la vanidad de los hombres entraron en el mundo y, por eso, está decidido su rápido fin. 15 Un padre atribulado por un luto prematuro encarga una imagen del hijo malogrado; al hombre muerto de ayer, hoy como un dios le venera y transmite a los suyos misterios y ritos. 16 Luego, la impía costumbre, afianzada con el tiempo, se acata como ley. 17 También por decretos de los soberanos recibían culto las estatuas. Unos hombres que, por vivir apartados, no les podían honrar en persona, representaron su lejana figura encargando una imagen, reflejo del rey venerado; así lisonjearían con su celo al ausente como si presente se hallara. 18 A extender este culto contribuyó la ambición del artista y arrastró incluso a quienes nada del rey sabían; 19 pues deseoso, sin duda, de complacer al soberano, alteró con su arte la semejanza para que saliese más bella, 20 y la muchedumbre seducida por el encanto de la obra, al que poco antes como hombre honraba, le consideró ya objeto de adoración. 21 De aquí provino la asechanza que se le tendió a la vida: que, víctimas de la desgracia o del poder de los soberanos, dieron los hombres a piedras y leños el Nombre incomunicable. 22 Luego, no bastó con errar en el conocimiento de Dios; viviendo además la guerra que esta ignorancia les mueve, ellos a tan graves males les dan el nombre de paz. 23 Con sus ritos infanticidas, sus misterios secretos, sus delirantes orgías de costumbres extravagantes, 24 ni sus vidas ni sus matrimonios conservan ya puros. Uno elimina a otro a traición o le aflige dándole bastardos; 25 por doquiera, en confusión, sangre y muerte, robo y fraude, corrupción, deslealtad, agitación, perjurio, 26 trastorno del bien, olvido de la gratitud, inmundicia en las almas, inversión en los sexos, matrimonios libres, adulterios, libertinaje. 27 Que es culto de los ídolos sin nombre principio, causa y término de todos los males. 28 Porque o se divierten alocadamente, o manifiestan oráculos falsos, o viven una vida de injusticia, o con toda facilidad perjuran: 29 como los ídolos en que confían no tienen vida, no esperan que del perjurio se les siga algún mal. 30 Una justa sanción les alcanzará, sin embargo, por doble motivo: por formarse de Dios una idea falsa al darse a los ídolos y por jurar injustamente contra la verdad con desprecio de toda santidad. 31 Que no es el poder de aquellos en cuyo nombre juran; es la sanción que merece todo el que peca, la que persigue siempre la transgresión de los inicuos.
Apéndice II
Romanos 1:14 – 2: 5 (La Biblia de Las Américas, pero sin números de capítulo y versículo)
…Tengo obligación tanto para con los griegos como para con los bárbaros, para con los sabios como para con los ignorantes. Así que, por mi parte, ansioso estoy de anunciar el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad; porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío. Y así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen; estando llenos de toda injusticia, maldad, avaricia y malicia; colmados de envidia, homicidios, pleitos, engaños y malignidad; son chismosos, detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos, inventores de lo malo, desobedientes a los padres, sin entendimiento, indignos de confianza, sin amor, despiadados; los cuales, aunque conocen el decreto de Dios que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también dan su aprobación a los que las practican. Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas. Y sabemos que el juicio de Dios justamente cae sobre los que practican tales cosas. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que condenas a los que practican tales cosas y haces lo mismo, que escaparás al juicio de Dios? ¿O tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios…

James Alinson. Theology

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Religión, Homosexualidad y Activismo

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