“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

jueves, 20 de octubre de 2011

El Marxismo y la Lucha por los Derechos de los Gay y las Lesbianas. Parte I


Capitalismo y Homofobia

Los que están a favor de la revolución deben intentar entender la cuestión de los homosexuales, tanto por razones científicas como programáticas. Los marxistas siempre han intentado entender la sociedad como un todo y desarrollar un análisis materialista histórico de todos los fenómenos sociales—desde las relaciones de producción a la religión, la familia y demás. Lenin apuntó en ¿Qué Hacer?, que no es suficiente el prestarle atención solamente a aquellas cuestiones que afectan inmediatamente al proletariado:
“la conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden –basándose en hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, actuales sin falta—a observar a cada una de las otras clases sociales en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política; si no aprenden a hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y la vida de todas las clases, sectores y grupos de la población..”
Nosotros sostenemos la concepción de Lenin de que el partido del proletariado debe ser la “tribuna del pueblo” que busca liderar a la clase trabajadora en su lucha contra todas las formas de opresión bajo el capitalismo y enlazar las luchas de los oprimidos a la lucha por el gobierno de la clase trabajadora. Los marxistas se oponen a toda opresión capitalista, y en este espíritu se oponen a la persecución de los homosexuales masculinos y femeninos así como de cualquiera que sea oprimido sobre la base de sus preferencias sexuales como son los travestis, los transexuales, etc. Siempre y cuando haya consentimiento expreso entre los participantes, nos oponemos categóricamente a la intervención del estado.
El capitalismo no concentra el dolor que causa en una sola clase identificable como una fuerza única y de fácil movilización. Si éste fuera el caso nuestra labor sería simple. El capitalismo distribuye el dolor en patrones aparentemente caóticos, dejando que sus víctimas luchen por sus intereses en forma aislada, cada grupo separado de los otros—los discapacitados, los inmigrantes, las minorías religiosas, los ancianos y los jóvenes. Es tarea del partido revolucionario ser adalid de los intereses de todos los oprimidos y organizar sus luchas tomando como eje la revolución proletaria.

Tribuno del Pueblo

Como explicó Lenin, un marxista debe ser:
“...arbitrariedad de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado.”
-¿Qué Hacer?
Esta concepción no era meramente una pose táctica temporal adoptada por un Lenin inmaduro; la defensa de los oprimidos y de los derechos democráticos era una línea integral del bolchevismo. Lenin estaba en explícito desacuerdo con la idea de que los marxistas “sólo tenían que ocuparse de su propia clase” y rechazaba el consejo de los mencheviques de “abandonar los ‘sueños del Blanquismo’ de liderar todos los elementos revolucionarios del pueblo...” (Obras Completas, V16)
El caso clásico en el cual se evidenció el tema de la vanguardia marxista como tribuno del pueblo fue el Caso Dreyfus. En 1894 el Capitán Alfred Dreyfus, un oficial judío del estado mayor general de los franceses, fue sometido a consejo de guerra por traición, degradado y enviado a prisión. Cuando posteriormente se puso en claro su inocencia, los clericalistas, los de derecha y el estado mayor anti-semita hicieron lo posible por impedir que se conociera la verdad. Durante 1898-1899 hubo encuentros frecuentes en las calles entre los partidarios de Dreyfus ( intelectuales, socialistas y burgueses radicales) y la derecha francesa. Aunque algunos izquierdistas argumentaban que no era interés de la clase obrera defender a un oficial de la burguesía militar, que no tenía ninguna relación con el movimiento de los trabajadores, este conflicto conmocionó a la Tercera República casi hasta sus cimientos. La mayoría de los socialistas franceses comprendieron que era importante apoyar los derechos democráticos y relacionar esta lucha con el movimiento en contra del gobierno capitalista.
Históricamente la homosexualidad ha sido perseguida por ser “antinatural” y porque supuestamente ofrece un peligro a la reproducción de las especies. Estas dos racionalizaciones están de hecho fuertemente relacionadas, porque lo que se presupone como “antinatural” de la actividad homosexual es el hecho de no ser reproductora. De hecho no hay base para pensar que la homosexualidad tenga mayor impacto en las estadísticas de la reproducción de la que puedan tener las relaciones heterosexuales recreativas, la masturbación, o el celibato.
Es sencillamente imposible saber con certeza como las condiciones sociales y las orgánicas interactúan para determinar la preferencia sexual, si bien aún no se ha demostrado la función biológica de la unidireccional sexual, está claro que en la sociedad contemporánea hay una presión social considerable hacia una orientación sexual exclusivamente heterosexual. Una atmósfera social más tolerante puede llevar a un aumento del comportamiento homosexual, pero no implica necesariamente un aumento en la proporción de personas con preferencia homosexual, ni una disminución en el comportamiento heterosexual significativamente reproductivo. Ciertamente la necesidad de reproducir la población humana no está amenazada por la homosexualidad; la cantidad de actividad heterosexual necesaria para propósitos reproductivos es una pequeña fracción de toda la actividad que tiene lugar en realidad.

La Homosexualidad Antes del Capitalismo

La intensidad del prejuicio social y las sanciones legales contra el comportamiento sexual masculino y femenino ha variado considerablemente de un lugar a otro en diferentes momentos históricos.
En general, la homosexualidad (dentro de patrones específicos) era aceptada en la antigüedad clásica. En 1980 un profesor de la Universidad de Yale, John Boswell, publicó Christianity, Social Tolerance and Homosexuality (Cristiandad, Tolerancia Social y Homosexualidad), que describía cómo desde mediados del siglo XI hasta mediados del siglo XII en la Europa católica hubo un verdadero florecimiento en el clero de la actividad homosexual explícita y de los escritos homosexuales, incluyendo la poesía erótica. Esto se correspondió con la aplicación de la prohibición del matrimonio de sacerdotes que hasta ese momento había sido permitido (al igual que se permite hoy en la Iglesia Oriental). Los sacerdotes homosexuales fueron los que más fuertemente apoyaron la prohibición del matrimonio heterosexual, pero la base fundamental de este cambio fue la necesidad de la Iglesia de adaptarse al modo de producción feudal. En la mayoría de las sociedades feudales la tierra era heredada por el mayor de los hijos varones y ese principio podría haber disminuido rápidamente las tierras de la Iglesia. Por lo tanto, era necesario impedir que el clero se casara y tuviera hijos varones. El decretar fuera de la ley la actividad heterosexual en el clero implicaba o la aceptación de la homosexualidad como norma, o, por el contrario, prohibir también la actividad homosexual. Este asunto se decidió en el Tercer Concilio Lateranense en 1179, el que impuso sanciones contra la homosexualidad. La decisión no se reflejó inmediatamente en los códigos legales, pero entre 1250 y 1300 la sodomía pasó de ser legal, a ser penada con la muerte en la mayoría de los países de la Europa feudal. Aunque sus orígenes fueron los requerimientos dentro de la Iglesia, no es de sorprenderse que la doctrina de la sodomía como un pecado particularmente malévolo se aplicó universalmente, o de que rápidamente se convirtiera en un crimen eclesiástico para toda la población y más tarde un crimen según las cortes del rey. Tampoco puede sorprendernos de que de tiempo en tiempo existiera una tendencia desigual a que esta prohibición perdiera fuerza.

El Capitalismo y la Familia Nuclear

La persecución de los homosexuales disminuyó entre los siglos XIV y XIX y después aumentó abruptamente en los años finales de los 1800s. Este arranque de homofobia estuvo claramente relacionado con el hecho de promoverse la familia nuclear como norma social y consecuentemente la prohibición del sexo fuera del matrimonio. En el Manifiesto Comunista de 1848 Marx y Engels describieron a la familia proletaria (diferente de la familia burguesa) como una institución remanente y en decadencia. Sin embargo, en unas pocas generaciones la familia nuclear se estableció firmemente como la forma característica de la vida doméstica del proletariado en el capitalismo.
El modo de producción capitalista no requiere de ninguna forma particular de organización doméstica de la clase trabajadora. Siempre que haya una cantidad suficiente de nuevos trabajadores dispuestos a vender su fuerza laboral, no debe importarles a los burgueses, al menos en teoría, la forma en que la clase trabajadora se reproduce. En los primeros tiempos de la revolución industrial la vida doméstica de los proletarios se caracterizaba por formas decadentes pre-capitalistas de una familia multi-generacional. La transición del campo a la fábrica fue traumática, marcada por un desajuste social masivo y desórdenes domésticos (asociados con alcoholismo, abuso infantil, etc.). El emplear a hombres, mujeres y niños en largas jornadas con sueldos que sólo garantizaban la subsistencia demostró ser un impedimento para el desarrollo de una familia nuclear. Esto es lo que el Manifiesto describió como “la trampa burguesa... de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos” cuando el desarrollo de la gran industria significó que “los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo.” La ausencia, en los primeros proletarios, de una estructura doméstica que siguiera un patrón firmemente establecido no era beneficiosa para el capitalismo. No era cosa fácil integrar el embarazo, el amamantar los bebés y la cría de los hijos a las fábricas y demás empresas. Con el paso del tiempo, la sociedad burguesa aceptó que estas funciones como mejor podían llevarse a cabo eran fuera de las fábricas. Esta es la base material de la familia nuclear proletaria. Este es su origen y hasta el día de hoy esto es lo que la sostiene.
El desarrollo histórico de la familia estaba condicionado por la necesidad de socializar a los proletarios jóvenes, de cuidar a los ancianos y de cuidar la salud material y emocional de la población trabajadora. Se diseñó siguiendo la práctica de la clase dominante (la cual se había desarrollado antes para satisfacer sus propias necesidades). La familia nuclear también proveía una cierta medida de cohesión social y de estabilidad para el orden burgués. Un proveedor de salario masculino, menospreciado en su trabajo, aceptará su destino más fácilmente si en su casa, donde él es “el que manda”, sus necesidades son satisfechas. De esta manera él se convierte en un importante moldeador de la próxima generación de trabajadores para que acepten la naturaleza jerárquica de la sociedad de clases. Al mismo tiempo sus responsabilidades domésticas refuerzan el poder de aquél que lo emplea—un trabajador tendrá entonces que tener en cuenta que su esposa e hijos dependen de él antes de darle un golpe al capataz o votar a favor de la huelga.
A pesar de toda su utilidad, fue difícil instaurar la familia nuclear en el proletariado y requirió de un considerable apoyo ideológico, legal y material. En Inglaterra se utilizaron todo un repertorio de respaldos—desde el “Factory Acts” (Leyes de las Fábricas) que limitaba las horas de trabajo de las mujeres y los niños, al énfasis en la castidad, la templanza y el auto sacrificio de los plebeyos promulgado por varias denominaciones no conformistas cristianas. Al final del siglo XIX, a medida que la hegemonía de la familia nuclear se establecía gradualmente, se prolongó la infancia, la maternidad se promulgó como la ocupación a tiempo completo más apropiada para las mujeres, la prostitución se convirtió en una ocupación para desclasados y los homosexuales fueron victimizados y odiados.

La Familia Nuclear Proletaria y la Homofobia

La familia burguesa discutida por Marx y Engels se basaba en la premisa de que un individuo burgués masculino debía tener acceso sexual exclusivo a su esposa (para garantizar que sus propiedades fueran heredadas por descendientes de su propia sangre). Para esto no era necesario prohibir la actividad sexual extra marital (ya fuera homosexual o heterosexual) del esposo. Estas actividades no amenazaban la línea de sucesión de propiedades, así que no había una necesidad obvia para prohibirlas. Sin embargo, el establecimiento de la familia nuclear como la institución social doméstica primaria para el proletariado y otros estratos plebeyos requería de estos tabúes.
En parte era sólo una cuestión de suprimir alternativas que no fuera la familia nuclear, con efectos potencialmente perjudiciales. Cuando se está intentando convencer al pueblo de que la felicidad consiste en que el hombre trabaje en una fábrica con la mujer cuidando de cinco hijos en la casa—lo cual no es una tarea sencilla para empezar—entonces no ayuda el permitir configuraciones domésticas más agradables. Las parejas homosexuales o los grupos de solteros con acceso a prostitutas, o cualquier otra combinación bohemia, pueden verse como alternativas más interesantes, más satisfactorias, o con más comodidades materiales, que ser parte de una familia proletaria.
Existe otra tendencia más de la génesis de la homofobia moderna. Bajo el capitalismo del siglo 19 el factor central que condicionaba la vida doméstica proletaria era considerar que el costo total de criar a la próxima generación era una responsabilidad individual y no una responsabilidad social. Los niños no podían sostenerse a sí mismos económicamente, ni tampoco podían hacerlo los que los cuidaban. La familia nuclear requería que la madre y los hijos fueran sostenidos económicamente por un hombre, que fuera lo suficientemente productivo para ganar un salario que cumpliera con este propósito. Esto implicaba que se retrasara la tenencia de hijos, lo cual, con la ausencia de la tecnología moderna de planificación familiar, requería de los adolescentes una gran dosis de abstinencia sexual. Esto no se conseguía con facilidad. Tenía como consecuencia un cierto nivel de frustración y de tensión social y requería el apoyo de la autoridad religiosa, así como de la intervención estatal a través de leyes que fijan la edad de consentimiento y otras.
Se crean dificultades si se prohíben las relaciones heterosexuales de los adolescentes a la vez que se permiten las homosexuales, a menos que esta homosexualidad adolescente sea cuidadosamente institucionalizada, como se da en las escuelas públicas inglesas. Consecuentemente, durante los últimos años del siglo 19, había el temor de que si no se ejercía la debida presión para contrarrestarlo, los libidinosos adolescentes masculinos canalizarían sus energías en dirección al homosexualismo. El miedo de que la heterosexualidad sucumba al asalto homosexual frecuentemente se da como la justificación de las medidas en contra de los homosexuales en este período. El miedo a que “la juventud se corrompiera” junto a la importancia de mantener el poder del padre en la familia contra cualquier contendiente homosexual eran temas esgrimidos por los fiscales, jueces y periodistas durante los juicios contra Oscar Wilde en los años 1890s, los cuales fueron cruciales en la articulación y estructuración de la moral anti-homosexual en Gran Bretaña y en otras partes (vea por ejemplo, H. Montgomery Hyde, Oscar Wilde, 1976).
A las mujeres se las veía con menos significación social y esencialmente asexuales. Por esto, sus vidas sexuales no fueron sometidas a una persecución tan activa. Las jóvenes eran mucho más supervisadas que los hombres y en gran mayoría eran mantenidas dentro de sus casas. El mayor éxito obtenido en la supresión de la sexualidad adolescente femenina significa que el lesbianismo era mayormente ignorado, en general, el prejuicio homosexual extremo se restringía a los hombres. Generalmente se describía la actividad lesbiana como mujeres que tenían un comportamiento “masculino”.

Continuará...

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