“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

jueves, 30 de junio de 2011

CRITERIOS EVANGELICOS PARA UNA PASTORAL INCLUSIVA EN VIH.

Encuentro ecuménico sobre el VIH y grupos vulnerables

(Mr. 10-46-52; Lc. 15.11-32; 9.1-41; Hech. 8.26-40)

Convocados por Acción Ecuménica y la Mesa Nacional del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) en Venezuela, con el apoyo del pastor Lisandro Orlov, ONUSIDA, UNFPA y con la participación de Pastores(as), Mujeres, Hombres y Jóvenes procedentes de las iglesias: Presbiteriana, Anglicana, Metropolitana (ICM), Luterana, Libre, Católica, y además, religiosos/as y organizaciones con trabajo en VIH como la Pastoral Vida y Esperanza, Fundación Proyecto Vida, nos reunimos en Caracas, en la sede de Acción Ecuménica, durante los días 23 al 26 de junio, con el propósito de reflexionar bíblica, teológica y pastoralmente sobre Los Criterios Evangélicos para una Pastoral Inclusiva en VIH. Durante este encuentro fuimos desafiados/as por el texto bíblico, y de manera muy especial por el ministerio pastoral escandaloso de Jesús de Nazaret, el cual hemos adoptado como lugar teológico desde donde nos ubicamos para desarrollar nuestro caminar y retos personales, comunitarios y sociales. En tal sentido nos comprometemos a:

v EN LO PERSONAL:

- Romper paradigmas con inclusión incondicional, a fin de desarrollar una escucha actividad y constante hacia los grupos vulnerables.

- Reconocer nuestros prejuicios y vulnerabilidades para superar los miedos y obstáculos que nos impiden participar en procesos de acompañamiento y formación, reconociendo la dignidad de las personas y que Dios nos ama tal como somos.

- Admitir nuestra necesidad de hacer una relectura de la palabra en Jesús y de nuestra realidad, para lo cual es necesario desaprender para aprender

- Cambiar y cuidar nuestro léxico al referirnos a la realidad del SIDA y a la Diversidad Sexual, para lo cual es necesario tomar conciencia de la realidad del otro y de la otra.

- Acompañar respetando las necesidades del otro y la otra, facilitando la toma de decisiones y el ritmo de los procesos, utilizando empáticamente la pedagogía de Jesús.

- Promover la conversión de nuestras iglesias y asumir los riesgos de escandalizar.

- Salir a hacer y a difundir información sobre la problemática, poniéndome a la orden de fundaciones que trabajen con grupos vulnerables.

- Iniciar un primer acercamiento a personas vulnerables, lo cual exige formarnos para el trabajo procurando el fortalecimiento y la reconciliación personal, la conversión diaria, y el reconocimiento de mis propias limitaciones.

v EN LO COMUNITARIO:

- Romper el silencio creando espacios de diálogo, reflexión y acción producto de los procesos de relectura de la Escritura, confesional y de la realidad

- Identificar y reconocer la estigmatización y la discriminación dentro de nuestras iglesias, para poder visibilizar e incluir a los grupos vulnerables (personas viviendo con VIH, Trabajadoras Sexuales, Usuarios de Drogas, LGBTI) de nuestros propios grupos eclesiales.

- Fomentar el proceso de conversión de nuestras propias iglesias a través de conversatorios, cine foros, talleres, usando metodologías como la investigación-acción-participativa

- Transmitir la urgencia de que nuestras iglesias se involucren en el trabajo con los sectores excluidos, encarnándose en la problemática del VIH y sida.

- Establecer agendas de oración con los nombres de los grupos vulnerables y personas para vincularlas con los miembros de la comunidad y promover acciones fuera de la iglesia.

- Construir una red que permita el intercambio de experiencias, materiales entre otros, entre las diferentes comunidades eclesiales actualmente trabajando en la temática del VIH y sida.

- Establecer grupos de apoyo para el Trabajo Pastoral, participando en procesos de capacitación para tomar conciencia de nuestra propia vulnerabilidad.

- Participar en liturgias y actividades del 1° de diciembre Día Mundial del VIH y sida

- Revisar nuestros credos, cantos, lecturas (confesional), para que haya coherencia entre discurso y acción, entre teología y pastoral.

v EN LO SOCIAL:

- Articular con instituciones ya establecidas, colectivos y movimientos sociales que conozcan del tema y participar en las incidencias de las políticas públicas.

- Asumir compromisos desde y para nuestros espacios e Involucrar nuestros entornos inmediatos (familia, vecinos, comunidad).

- Identificar instituciones y organizaciones dedicada al trabajo con grupos vulnerables a fin de articular esfuerzos basados en principios de corresponsabilidad, sinergia y complementariedad y realizar enlaces directos con los consejos comunales.

- Hacer seguimiento a los compromisos asumidos por líderes políticos y religiosos, siendo contralores y contraloras.

- Solicitar al CLAI información sobre el cumplimiento de los compromisos adquiridos y documentos suscritos en torno a la temática.

- Impartir talleres de prevención en escuelas, liceos y universidades y usar las estructuras de las iglesias como espacios para desarrollar jornadas de capacitación sobre sobre, discriminación y Derechos Humanos, entre otros.

Ana María Valera – Iglesia Presbiteriana

Berla de Vargas– Iglesia Presbiteriana

César Henriquez- Acción Ecuménica

César Sequera- Iglesia Metropolitana

Coromoto de Salazar-Iglesia Anglicana

Elisa Muñoz-– Iglesia Presbiteriana

José Francisco Salazar-Iglesia Anglicana-

Gerardo Hands- Iglesia Luterana de Valencia

Ingrid Pacheco- Iglesia Libre Cristo la Roca

José Infantes – Fundación Proyecto Vida

Josué Gómez – Pastoral Vida y Esperanza

León Ledezma – Pastoral Vida y Esperanza

Lisandro Orlov – Pastoral Ecuménica de Buenos Aires

Loida de Valera - Iglesia Presbiteriana

Mauro Bellesi – Red Bíblica de Venezuela (REBIVE)

Morelis Beltrán– Iglesia Presbiteriana

Natasha Tellería– Iglesia Presbiteriana

Oved Delgado- Iglesia Libre Cristo la Roca

Raimy Ramírez– Iglesia Presbiteriana

Regina Cohene- Congregación Hermanas Maristas

Sigrid Álvarez- Pastoral Vida y Esperanza

Solange Rondón- Iglesia Libre Cristo la Roca

Sonia Zerpa -Red Bíblica de Venezuela (REBIVE)

Wiston Fermín- Iglesia Luterana de Valencia

Yoire Pacheco- Pastoral Ecuménica de Maracay

Caracas 26-06-2011

lunes, 27 de junio de 2011

MANIFIESTO DÍA DE LA DIGNIDAD LGBTI.



En el marco del 28 de Junio como Comunidad Cristiana Ecuménica Inclusiva queremos reivindicar la palabra dignidad.

La iglesia no es un tribunal, ni un patíbulo que se encarga de enjuiciar y sentenciar a quienes por diversas razones se ven cara a cara con el sufrimiento. La iglesia está conformada por seres humanos que también buscan ser sanad*s. Por tanto, nadie está más sano que otr*, sino que en comunidad buscamos caminar hacia la vida que solo el Creador puede ofrecer y dar. Y esta no le pertenece, ni la da la iglesia; su función es facilitarla y acompañar a tod*s los que la necesitan.

Para ello la iglesia debe propiciar un ambiente de aceptación e inclusión, y no de rechazo y marginación; un ambiente donde todas las personas, independientemente de su condición de salud, económica o cultural, puedan sentirse parte de la comunidad de fe.

Y hablamos de comunidad con todas las implicaciones que el término encierra en lo referente a relaciones, solidaridad, convivencia, compañerismo y participación.

Es decir, la iglesia no puede ser sanadora, si antes no es comunidad. La aceptación se realiza a la luz de la dignidad de la persona como criatura de Dios, y no de su comportamiento.

Por obligación y por obediencia a Jesús, la iglesia tiene que hacerse próxima (prójimo) a tod*s aquellos que sufren por diversas razones y sin distinciones de ningún tipo: Ni sociales, ni económicas, ni sexuales, ni religiosas, ni culturales, ni raciales, ni de cualquier otra índole.

La iglesia tiene por vocación y por obligación la tarea de ponerse al alcance de tod*s, no para juzgarles.
Los grupos vulnerables también han sido asaltados en el camino y experimentan el distanciamiento de muchas personas, por considerarlos una amenaza o simplemente para que no las relacionen con ellos.

Por eso encontramos en el camino a personas con VIH, con diferentes orientaciones sexuales, trabajadoras sexuales, usuarios de droga o alcohol, amas de casa, estudiantes, niños, mujeres, hombres, con diversos rostros y diversas historias.

¿Qué actitud tomará la iglesia? ¿Seguirá de largo? ¿Se detendrá a hacer preguntas y a condenar? O ¿Se pondrá al alcance de tod*s los que sufren, elemento indispensable para abrirnos camino a la vida eterna, según las palabras de Jesús? ¿Cuánto saben nuestros líderes acerca de todas estas situaciones? ¿Qué lugar ocupa el tema en las agendas de trabajo de nuestras iglesias? Estas preguntas, como cualquier inquietud que surge desde las realidades de la vida, no tienen respuesta sino a partir de una inserción consciente en dichas realidades.

En otras palabras, no pueden darse respuestas desde el escritorio. Juan Mackay nos hablaba de la teología del camino en contraposición de la teología del balcón. El camino es la realidad misma que nos da una perspectiva desde adentro; el balcón, es la pretensión de dar soluciones preelaboradas, sin contacto con la realidad. Jesús fue el mejor teólogo del camino que conocemos; los fariseos, los mejores exponentes de la teología del balcón.

César Sequera Núñez
Líder Pastoral Iglesia de la Comunidad Metropolitana de Caracas.

jueves, 23 de junio de 2011

CONVERSATORIO GRUPOS LGBTI PASTOR LISANDRO. DIVERSIDAD SEXUAL






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miércoles, 15 de junio de 2011

La educación sexual, ¿en manos de quién?


Muchas veces hemos hablado en estas páginas sobre educación sexual. Parece difícil comprender que todavía siga estando en discusión si los niñ*s y adolescentes tienen derecho a recibirla. En las escuelas se obliga a los chic*s a memorizar una gran cantidad de estupideces que jamás usarán en su vida y que olvidarán minutos después del examen, pero está en discusión si debe haber educación sexual.

Mientras, sigue creciendo la maternidad adolescente. Mientras, los niñ*s se siguen contagiando con enfermedades de transmisión sexual. Mientras, sigue habiendo chicas que creen que en su primera vez no pueden quedar embarazadas. Mientras, el aborto clandestino sigue siendo la principal causa de muerte materna y afecta, principalmente, a adolescentes y jóvenes. Mientras, sigue habiendo abusos sexuales en el interior de muchas familias. Mientras, muchos medios de comunicación siguen difundiendo prejuicios sobre la sexualidad.

En muchos hogares, y en muchas escuelas, la homosexualidad sigue siendo un tabú. En tantísimos programas con mucho rating, un motivo de burla y chiste fácil. Y los niñ*s, y adolescentes gays o lesbianas siguen mirándose en el espejo de una cultura machista y homofóbica. Muchos no tienen dónde encontrar información que les dé respuestas a sus interrogantes.

Pero en la escuela están tratando asuntos tan urgentes y trascendentes como la extensión del río Nilo. El cuadrado de la hipotenusa. El valor de Pi. El nombre de la capital de Guinea Ecuatorial. El árbol genealógico de los emperadores europeos. La reproducción de los batracios. El Bicentenario.

Sobre todo esto hemos hablado. Y hemos explicado cómo la Iglesia Católica Apostólica Romana, enemiga declarada de todas las libertades y convencida de su derecho a legislar sobre la vida privada de todas las personas y también sobre las políticas de Estado, se encarga de hacer lobby para que los chic*s no reciban educación sexual. Porque el sexo es el enemigo favorito de los señores de negro.

Sin embargo, hay una parte de este tema de la que poco se habla.
¿Quiénes tendrían que pararse frente a los chic*s en el aula para hablarles de educación sexual? Los docentes. ¿Y los docentes recibieron educación sexual? Es todo un tema.

Estoy terminando una carrera de profesorado. El año pasado tuve una materia titulada Psicología de la educación que, se supone… La profesora nos enseñó muchas cosas. Por ejemplo, que “una mala resolución del complejo de Edipo puede causar una perversión o una homosexualidad” (sic). Que “la homosexualidad, si bien no se considera actualmente una enfermedad, está claro que no es algo natural” (sic). Y un día, entre risas, dijo que tiempo atrás había tenido un alumno “que era amanerado pero creo que finalmente no se hizo homosexual, no sé, jajaja”.

Después vino con todo ese rollo de la figura paterna, y algunas alumnas empezaron a preguntarle si sus hijos “podían volverse homosexuales” porque el marido estaba poco en casa. Sus respuestas no agregaron más que confusión.
Estamos en problemas.

Preocupaciones

Si conseguimos torcerles el brazo a los señores obispos y finalmente hay educación sexual, los educadores van a ser profesores y profesoras como nosotros, que fueron educados por profesores y profesoras como la autora de las barbaridades antes citadas. Dios me libre, debería decir, dándoles la razón a los curas.

¿En el Ministerio de Educación se habrán puesto a pensar en esto? ¿En manos de quiénes está la formación docente? Es irritante e incomprensible que quienes conducen las políticas educativas del país, aún no hayan tomado conciencia sobre lo que todo esto significa para la vida de muchos niñ*s.

Muchos niñ*s que necesitan recibir información en la escuela. Muchos niñ*s a los que las barbaridades que dijo mi profesora podrían hacerles mucho daño, causarles mucho sufrimiento, cagarles la adolescencia.

Claro, esos niñ*s forman parte de una minoría. ¿A quién le importan?
“La gente” tiene otras preocupaciones, como la inseguridad y el precio del tomate.

La historia de la bandera LGBT.


Sin lugar a dudas es el símbolo con el que se identifican muchas personas lesbianas, gays, bisexuales y trans de todo el mundo. Varios la consideran, con justa razón, una demostración de la “norteamericanización” de las luchas reivindicativas de los homosexuales en Occidente. Y en las pasadas marchas del orgullo y la ciudadanía gay quedó demostrado su vigencia: quizás no hubo ninguna en la que este símbolo no se ondeara.

Se trata de la bandera del arco iris o del orgullo LGTB. Compuesta por seis bandas longitudinales y de igual tamaño ubicadas horizontalmente, esta bandera lleva más de treinta años representando a un grupo muy diverso de personas con gustos, orientaciones sexuales, identidades de género y formas de pensar muy diferentes.

La bandera ha sido históricamente un símbolo de identificación de un grupo para lograr cierta coordinación en sus movimientos y evitar la desorganización, pero también un símbolo de autoafirmación, victoria y valores particulares.

Una bandera puede vincularse a una tendencia de ubicarse por encima del nivel normal, y el “ondeo” como un sentimiento de libertad. Según los investigadores Pascual Chenel y Alfonso Serrano, autores del libro Diccionario de símbolos, en muchas representaciones “la mera aparición de éste símbolo ofrece una supuesta protección a aquellos que se identifican”.

Para conocer el trasfondo histórico de esta bandera debemos remontarnos a los Estados Unidos de 1974, cuando la Asociación de Psiquiatría de este país retiró a la homosexualidad como enfermedad de su lista de trastornos mentales. Un año antes, en Europa había ocurrido un hecho semejante: Alemania Federal había abolido las prácticas homosexuales como delito y causal de detención. Estas conquistas promovieron una nueva mirada hacia los afectos entre personas del mismo sexo, tanto en los ámbitos académicos como en los políticos, que hasta ese momento habían caracterizado a las homosexualidades como aversiones. Prueba de ello habían sido los libros de carácter investigativo y sociológico como Los extraños de Howard Becker (1972), Nuestros antepasados pervertidos de Pierre Hanhn (1979), Homosexuales de Bell y Winberg, (1979), y La sociedad Homosexual de Richard Hauser.

En 1977, ocurrió una victoria en el plano activista de los Estados Unidos, cuando el líder gay Harvey Milk llegó a la Junta de Supervisores de San Francisco, convirtiéndose en el primer hombre abiertamente gay en ocupar un cargo público en Estados Unidos. A su corto paso por la Plana de Supervisores, la actividad política de Milk giró principalmente en torno a la preocupación por los derechos de los gais y de los problemas que afectan a las poblaciones discriminadas de Nueva York. Luchó por abolir aquellas leyes retrogradas que condenaban a la homosexualidad e instalar leyes que le apostarían el trato igualitario entre heterosexuales y homosexuales. Milk también gestionó proyectos para los obreros y los ancianos y estuvo detrás de la derrota de la propuesta del senado estatal de prohibirles a los homosexuales y lesbianas enseñar en las escuelas públicas de California.

El empoderamiento gestionado por Milk revalorizó la idea de una “cultura gay”. En un estudio ubicado en California, el joven artista Gilbert Baker diseñaba una bandera compuesta por los ocho colores del arco iris, con el fin de presentar la diversidad de identidades y gustos al interior de la comunidad de personas homosexuales.

Según explicó el propio Baker años más tarde, la idea de recurrir a los colores del arco iris también surgió de la canción Más allá del arco iris, interpretada por la actriz Judy Garland en la película El Mago de Oz, y que se había convertido en un himno gay desde la década de los 60. Gilbert Baker le dio significado a cada color: rojo para sexualidad, naranja para la vida sana, amarillo es la puesta de sol, verde es naturaleza, azul es arte y violeta es armonía, y espíritu.

No obstante, algunos analistas de símbolos sostienen que Baker también se dejó influir por los movimientos de los derechos de las minorías y los derechos humanos que también usaban el arco iris como símbolo asociado a leyendas e historias que se relacionan al género, la sexualidad, la alegría y la diversidad de pensamientos.

El 27 de noviembre de 1978, la comunidad gay de Estados Unidos se enteró con una fatídica noticia: Harvey Milk y su amigo, el alcalde George Moscone, fueron abaleados por el ex supervisor Dan White, que había dimitido poco antes a su cargo y tenía aspiraciones de recuperarlo de nuevo. Horas más tarde, White se entregó a las autoridades y se sometió al proceso requerido.

Convertida rápidamente en un símbolo, la bandera empezó a ser demandada en grandes cantidades. Esta situación propició un primer cambio: la eliminación de la banda magenta, debido a la imposibilidad de reproducir dicho color en las fábricas de tintura de San Francisco.

La bandera no volvería a ser igual. Un año más tarde, este distintivo sufrió una nueva transformación. Debido a que cuando ésta se pegaba verticalmente a los postes de luz de San Francisco, los colores centrales se encubrían con los de los postes, se optó por disminuir la cantidad de colores de la bandera.

El resultado: se eliminó el color turquesa. La década de los 80 fue el momento en el que la bandera del arco iris traspasó las fronteras de San Francisco y se esparció como símbolo gay en varios estados de Norteamérica.

Al mismo tiempo, la globalización también permitió que rápidamente este símbolo llegara a otros países, incorporándose ágilmente en las luchas locales de varios países del mundo entre ellos, por supuesto, los de América Latina y Europa.

Si bien muchos defienden la bandera expresando que ésta es el símbolo que representa la lucha contra el paradigma heteronormativo, no se puede negar que este emblema ha dejado a más de uno con varios billetes en el bolsillo.

Cabos sueltos

Copyletf Adelantado

Resulta curioso que el creador de la bandera, Gilbert Baker, nunca registró los derechos autorales de su creación. Desde luego, en aquella época no se hablaba de libres licencias,
Copyletf o Creative Commons.

No volvamos al pasado

En el 2003, para la vigésimo quinta versión del Desfile del Orgullo Gay en Estados Unidos, el diseñador de la bandera quiso regresar a su diseño original, proponiendo entonces la versión de ocho bandas. Pero ya era demasiado tarde y la respuesta no fue la más afortunada para Baker: ni los sitios ni las personas LGTB de ese país quisieron aceptar otra vez este modelo del pasado.

Rainbow Land

El 14 de junio de 2004 un grupo de personas LGTB en Australia plantó la famosa bandera en una isla aun deshabitada en las Islas del Mar del Coral, ubicado en el sudeste de Queensland, como símbolo de la fundación de un “territorio gay”. Dale Parker Anderson, uno de los integrantes del grupo, fue declarado más tarde como emperador de la Isla.

viernes, 10 de junio de 2011

Poder llamar a la Vida.




«…derramaré mi Espíritu sobre toda carne…» Hechos 2,1-21

Una de las cosas que procura el ingreso de Dios a la historia humana, es la unidad. Se trata de un logro complicado para la condición humana, y hay algo particular en esta complicación, se trata de que fácilmente se puede confundir la unidad con la homogenización. La unión habla de reunir a dos o más, pero cada uno sigue conservando su singularidad; mientras que la homogenización iguala caracteres, y se vuelve una mezcla o composición de una estructura uniforme. Se puede seguir trabajando estas diferencias, por ejemplo la unión nos lleva al sentido de alianza, pacto, acuerdo (que no es la ‘negociación especulad ora’ -a la que estamos acostumbrados/as- sino a la comprensión de lo saludable que puede surgir como efecto de la misma); y la homogeneidad nos lleva a lo masivo, despersonalizado, impropio, alienado, a un comportamiento fiel a una bandera, a un líder, a un modelo. Por supuesto en la unidad habrá un encuentro de distintos pensamientos, de formas de ver, de maneras de comprender, se podrá disentir, opinar de varias formas, pero en definitiva todo contribuirá al fortalecimiento de aquello que los une: el respeto por la singularidad del otro. Por el lado de la homogenización no hay posibilidad de voces diferentes, se procurará ‘normalizar’ todo, logrando un silencio de lo particular para hacer resonar la voz general, aquella voz que habla ‘por’ lo particular, en definitiva haciendo lo posible para evitar la singularidad. Cuando llega el Espíritu en Pentecostés, esta forma tan libre que toma Dios de ingresar a nuestras historias, será expresión de unidad en nuestra convivencia, y no de homogenización.

El texto no dice que todos hablaron el mismo idioma, sino que cada uno hablaba en su idioma, y aun así se comprendían. Aquí no hay una aniquilación de la singularidad, sino un avivamiento de la misma, dado que ‘…comenzaron a hablar…’ (Hch 2,4). Recordemos que en la torre de Babel (modelo de homogenización llevado adelante), la acción de Dios ‘confundió’ a todos los que hablaban el mismo idioma y que estaban de acuerdo entre sí, eso más la singularidad preservada y valorada en Pentecostés, nos dan indicios de que la expresión de Dios en la convivencia humana pretende salvaguardar la singularidad, lo propio que guarda cada ser humano. Esto único y singular pude ser borrado por la falta de expresión, por silenciarse y/o ser silenciado.

El Espíritu de Dios se expresa en cada oportunidad que se puede expresar aquello que se silenció o que fue silenciado, aquello que no se le permitió ser, aquello que fue fagocitado en la homogenización. Cuando alguien logra expresarse por sí mismo, a pesar de lo impedimentos que las fuerzas de homogenización intenten imponer, allí vemos la acción del Espíritu de Dios. Esa expresión que dice: ‘todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo’, puede estar refiriéndose a la posibilidad de que alguien que no podía ‘invocar’ pueda hacerlo, y es algo que nos lleva mucho más allá de lo religioso: el nombre del Señor es Vida, Salud, Libertad. Invocar es algo más íntimo que convocar, es traer a nuestro propio tiempo y espacio eso que se invoca, y si alguien puede invocar vida, salud y libertad, será salvo. Lo interesante es que para llegar a invocar este nombre del Señor, hace falta un proceso, mayormente un proceso de ir sacando la influencia de las fuerzas homogeneizadoras, y para ello solos y aislados no podemos hacerlo, necesitamos de otro. Ese otro, varón o mujer, necesariamente tiene que ser otro, y no algo homogéneo que se confunde con lo demás, tiene que ser singular, particular, con voz propia, y no con una voz repitente de lo que otra persona o grupo dice.

Solo invocando el nombre del Señor, solo permitiéndome surgir en la vida-salud-libertad, podré dejar de repetir lo que otros/as quisieron que repita, solo desde ese lugar podrán surgir las visiones, los sueños y profecías, el día ya no será como nos dijeron que era, sino que podremos verlo desde nuestra propia subjetividad. Por esto es tan importante trabajar por la unidad, preservando la singularidad, salvaguardando la identidad propia y única de cada uno/a, para que sea un ‘otro’. A partir de esto tenemos el desafío de replantearnos la dirección del arrepentimiento y del perdón: arrepentirnos no para homogeneizarnos, sino para invoca r la vida-salud-libertad; perdonar no a cambio de doblegar otras voluntades, sino para proteger la subjetividad del otro. Es en ese espacio que surgirán las visiones, sueños y profecías.

jueves, 9 de junio de 2011

CONVERSATORIO CON COLECTIVOS LGBTI






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domingo, 5 de junio de 2011

Dominación, poder y educación.


Un educador no tiene el sentido del fracaso, precisamente

porque se cree un maestro. Quien enseña manda.

GASTÓN BACHELARD.

Hay una frase clave de Foucault que reza: “la historia de las luchas por el poder y en consecuencia las condiciones reales de su ejercicio y de su sostenimiento, sigue estando casi totalmente oculta”, y es que el poder –su ejercicio– es algo más complejo que la mera acción emprendida por alguien investido de poder sobre quienes tienen por designio el deber de obedecer. A esto hay que agregarle, según el mismo pensador, que “el poder es algo que la

clases dominantes abandonan menos fácilmente e intentan recuperar más que nada, por lo que precisan de una serie de discursos productores de verdad que justifican cierto ejercicio del poder”.

Las clases dominantes han estado ocupadas en legitimar relaciones de poder por medio de mecanismos discursivos y prácticas morales que elogian lo normal, lo bueno, lo correcto, lo verdadero; el efecto inmediato de esta orientación moralizada de la sociedad ha provocado que perdamos de vista en qué consiste el ejercicio tiránico del poder.

En la moralización de la sociedad han jugado un papel sumamente importante los discursos intelectuales, la implacable y escrupulosa religión judeocristiana, pero sobre todo –y para escándalo de la moderna metodología pedagógica– la educación escolarizada. Por poner algunos ejemplos, la justificación de cierto ejercicio del poder se hace patente en el discurso socio–histórico; los historiadores y los científicos sociales están más ocupados en la construcción

de discursos apologéticos, serviles, útiles, inofensivos; pero impregnados de una gran objetividad y de una aparente desinteresada moral en la que cierto orden del discurso normatiza, reglamenta y seduce a los lectores de las historias oficiales.

Al respecto dice Foucault:

“Se hace la historia del derecho, se hace la historia de la economía, pero la historia de la justicia, de la práctica judicial, de aquello que ha sido en realidad el sistema penal, de lo que han sido los sistemas de represión, de eso raramente se habla”.

La moral social, por su parte, ha hecho efectiva aquella inversión de los valores morales de la que nos habla Nietzsche a través de la moralización a outrance que se ha propuesto la religión judeocristiana. Finalmente, la escuela ha posibilitado la infiltración y reproducción de esos valores invertidos –en los que lo malo ahora es bueno, lo justo injusto y viceversa– a través de estrategias educativas en las que importa más la constitución de individuos bondadosos, obedientes y aplicados –que significa la diligente aplicación de lo dispuesto por el gran Otro llamado sociedad– y no el reconocimiento de los alumnos como sujetos.

Uno de los grandes méritos de Michel Foucault ha sido hablar del poder como ejercicio, del poder que se ejerce en los núcleos más inmediatos y próximos, de ese poder que nos alcanza a todos con sus múltiples brazos como una hidra moderna, de ese poder en su forma capilar, microscópica, que igual se ejerce en la cárcel que en la escuela, en la iglesia que en el consultorio.

Echando mano a la genealogía, Foucault ha realizado el análisis de algunos de los núcleos modernos en donde o desde donde se ejerce o aparece de modo expreso –por no decir de manera más violenta– el poder autoritario, a saber, la prisión, el hospital psiquiátrico, la escuela. Paradójicamente esos lugares han estado ligados, desde su moderna conformación, a un proyecto de transformación y emancipación de los individuos. El proyecto de la liberación humana trazado desde la Ilustración nos ha presentado a la escuela y a las otras instituciones como los instrumentos para la final y definitiva liberación del hombre. El saber académico como condición de posibilidad de construir un saber que le permitiera a los individuos liberarse de los dogmas, las creencias y la superstición; la prisión como espacio estratégico para la transformación de los criminales en gente honrada, sociable; el hospital psiquiátrico como lugar propicio para maniobrar y reclutar a los hombres presos del delirio o de la demencia para, desde ahí, proyectar una cura o rehabilitación indispensable para que los sujetos se reintegren a las tareas productivas.

En contrapartida Foucault ha considerado que esas Instituciones, desde sus comienzos, más que estar ligadas a un proyecto de transformación social, se han definido como instrumentos sumamente perfeccionados para actuar con precisión sobre los individuos mediante una moralización rigurosa, un discurso ordenado, explicativo, sumamente peligroso; en donde se tiene como cómplice a un modelo de psiquismo que separa lo normal de lo patológico. En suma, se ha recreado una moral en la que se le exige al sujeto (alma pedagogizada) que diga la verdad que únicamente él puede detentar a fin de alcanzar una educación totalmente científica.

A más de dos siglos del inicio e institución de prácticas ilustradas habría que preguntar nuevamente junto con Max Horkheimer y Theodor Adorno “¿por qué la humanidad, en lugar de entrar a un estado verdaderamente humano, ha desembocado en un nuevo género de barbarie?” Y para nuestro caso ¿por qué la educación, en lugar de consolidarse como un proyecto de emancipación ha devenido en una estrategia de dominación? Aunque las relaciones de poder no definen necesariamente estados de dominación, lo cierto es que las modernas instituciones –entre ellas la propia escuela– se han encargado de así hacérselo entender a los sujetos; y aunque en la mayoría de las relaciones humanas se imbrica un “haz de relaciones de poder que pueden ejercerse sobre individuos, en el interior de una familia, en una relación pedagógica, en el cuerpo político, etc.”;3 este ejercicio del poder no debe confundirse con un mecanismo de dominación. Para aclarar el malentendido o confusión entre poder y dominación, o entre la apropiación exclusiva del poder que ha hecho el Estado, los gobiernos, las clases dominantes, etc., el propio Michel Foucault ha sido contundente al señalar que lo cierto es que:

“Cuando se habla de poder, la gente piensa inmediatamente en una estructura política, en un gobierno, en una clase social dominante, en el señor frente al esclavo, etc. Pero no es en esto en lo que yo pienso cuando hablo de relaciones de poder. Me refiero a que en las relaciones humanas, sean cuales sean –ya se trate de una comunicación verbal como en la que estamos teniendo ahora, o de relaciones amorosas, instituciones sociales o económicas– el poder está siempre presente: me refiero a cualquier tipo de relación en la que uno intente dirigir la conducta del otro”.

Al decir que las relaciones de poder son móviles, reversibles e inestables, que exigen cierto grado de libertad de los sujetos, pero además posibilidades de resistencia, Foucault desmitifica al poder como poder exclusivamente político o autoritario. El hecho de que cada lucha se desarrolle alrededor de un centro particular del poder demuestra que éste se ejerce en todas partes y que no es un ejercicio exclusivo del Estado, sus instituciones y el gobierno, como lo han hecho creer algunos incomodados marxistas. Lo que sí ha sucedido en realidad es que el Estado moderno ha posibilitado que las relaciones de poder se encuentren bloqueadas, fijas, estables, fosilizadas, lo que ha traído como consecuencia que éstas se hayan convertido en estados de dominación. De ahí que las relaciones de poder que se suscitan entre individuos, entre los integrantes de la familia, la escuela, en la relación médico–paciente, etc., hayan pasado en ciertas maneras inadvertidas. Como resultado de ello ha surgido el abuso, es decir, se han depurado una serie de mecanismos por medio de los cuales algunos sujetos, aprovechando la ignorancia o aparente impercepción de un ejercicio de poder que ha devenido autoritario, imponen sus fantasías, apetitos y deseos sobre los otros –llámense estos otros, pacientes, alumnos, cónyuges, gobernados–, en los que las prácticas de libertad simplemente no existen o existen de modo muy limitado. En estos estados de dominación las relaciones de poder son fijas y disimétricas, con un margen de libertad extremadamente reducido. Cualquier sujeto, bajo el pretexto de que el poder es exclusivo de las clases dominantes, puede ejercer un poder autoritario sobre otros sin que él mismo pertenezca a las clases dominantes. De modo consciente o inconsciente justifica algún tipo de dominación –económica, social, institucional o sexual– invisible quizá, pero no por ello menos peligrosa.

El asunto es que no hay sociedades sin relaciones de poder. Las relaciones de poder son estratégicas, conforman mecanismos mediante los cuales los individuos tratan de conducir o determinar la conducta de los otros. Como hemos venido mencionando hay relaciones de poder en las expediciones amorosas o sexuales, en las prácticas pedagógicas y en las relaciones

familiares. De ahí que existe un verdadero espíritu de cambio en el conocimiento, en la enuncia y en la exclusión de las prácticas cuyos efectos de dominación pueden conducir a que un sujeto sea sometido a la autoridad arbitraria e inútil del maestro, del amante o del gobernante; no así en aquellas acciones parapetadas en una simulada ayuda desinteresada que promueven los mismos sujetos que ejercen un poder autoritario. En otras palabras, no hay un espíritu verdaderamente revolucionario que crea en la idea absurda de disolver las relaciones de poder autoritario a través de acciones caritativas y de una filantropía conveniente pero igualmente sospechosa. De lo que se trata, dice el filósofo francés es de “procurarse las reglas de derecho, las técnicas de gestión y también la moral, el ethos, la práctica de sí, que permitan jugar, en estos juegos de poder, con el mínimo posible de dominación”.

El problema radica más en saber cómo se va a evitar que en las relaciones médicas, pedagógicas, amorosas, etc. se vaya paulatinamente afianzando un poder autoritario disfrazado de ayuda desinteresada. En El sujeto y el poder, Foucault ha discurrido ya a propósito de los diversos mecanismos mediante los cuales se objetiva a los sujetos y los modos como un ser humano se convierte en un sujeto sujetado. La cultura moderna –de la que, indudablemente somos herederos– se ha caracterizado por fomentar el desarrollo de los modos de objetivación por medio de los cuales se concibe a un ser humano como un mero objeto. ¿Significa esto que las sociedades modernas se han caracterizado por ser el sitio y el tiempo propicio para el aumento de la presión social y la emergencia de una manifestación delirante del poder sobre los individuos que son finalmente sujetos objetivados como sujetos productivos, pedagogizados y finalmente domeñados?

Si atendemos a uno de los significados de la palabra presión, nos damos cuenta que ésta denota, ante todo, una fuerza que se ejerce sobre algo. Antes del desarrollo y depuración de los procesos de objetivación de los sujetos implementada en la modernidad, podemos encontrar la existencia de una presión parcial sobre los sujetos, es decir, una fuerza que actuaba sobre la superficie individual de una manera perpendicular y fragmentaria. Este modo particular de presión se dirigía particularmente a ciertas zonas del cuerpo consideradas como “bajas” o “innobles” y daba pie a una moral social y una educación académica dirigida o a expensas de lo que Foucault ha llamado el viejo o tradicional poder pastoral. Nuestras modernas instituciones sociales han

heredado de ese viejo poder pastoral los modos de dominación, es más, los han depurado, adaptado o disfrazado bajo el histrión de un altruismo generoso dirigido a las grandes masas que han de ser educadas, sanadas e incorporadas al vertiginoso avance de la sociedad. En palabras de Foucault: “todas las formas de represión actuales, que son múltiples, se totalizan fácilmente desde el punto de vista del poder: la represión racista contra los inmigrados, la represión en las fábricas, la represión en la enseñanza, la represión contra los jóvenes en general”.

La emergencia de un modo de producción –el capitalismo– la formulación de una filosofía y una psicología del yo, así como de una moderna educación escolarizada, masiva, moralizada, han sido determinantes para la reducción de la resistencia de los sujetos, para el adiestramiento de sus afectos y para la sujeción de sus apetitos. En la mayoría de los casos la tarea del intelectual y del educador ha sido totalizadora, una lucha absurda contra el poder visible y

una aceptación pasiva, casi egiptizada, del poder invisible e insidioso que lo envuelve, lo atrapa, lo hace amo del discurso o de un pequeño espacio de la escuela desde donde sigue dictando las bondades de la ciencia, la verdad y la bondad.

Pero no se piense que en este proceso de organización y constitución de los sujetos llevado a cabo desde las instituciones más nobles que han consolidado las sociedades modernas –la escuela, el hospital, la cárcel– se ha realizado sin la colaboración de los sujetos que sufren las crueldades del poder autoritario; éstas sólo han contribuido a interiorizar los mecanismos sociales de dominación o presión; la presión se ha convertido, gracias a ellas, en re–presión, en una fuerza redoblada e interior. Para nadie es un secreto que un alma pedagogizada es aquella que ha sabido aplicarse en la interiorización temprana de orden represivo social exterior. Educadores, médicos, sacerdotes y dirigentes han sabido aprovechar la existencia de una instancia represora que forma parte de la estructura psíquica de los sujetos para la interiorización de aquel orden que es más favorable para el ejercicio del poder autoritario. El propio Freud refiere: “comprendiendo esta dominación externa, mostrará que dentro del campo llamado subjetivo persisten, como categorías descriptivas de su comprensión y funcionamiento, las categorías presentes en el orden represivo social”.

Aunque también todas las instituciones sociales –incluida la escuela– se han dado cuenta de que cualquier individuo tiene una configuración rebelde, preparatoria, equívoca, que el desarrollo histórico ha patentizado pero a la que hay que dominar en aras del bien social. En otros términos, las instituciones sociales han ayudado a conformar técnicas más sutiles de dominación; y las estrategias de dominación que practican nuestras modernas sociedades se basan en principios de una moral social por todos conocida o sufrida, en un maniqueísmo cercenado que sólo atina a identificar lo falso con la ausencia de verdad y, finalmente, en una organización racional del cuerpo por imperio de la forma social.

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