El Batallón
Sagrado de Tebas (en griego
antiguo ἱερὸς λόχος /
hieròs lókhos) era una unidad de élite griega formada por 150 parejas de
amantes, todos masculinos. Según Plutarco,
fue creado por el comandante tebano Górgidas.
Las parejas consistían en un miembro
de mayor edad o "heniochoi" (conductor) y uno más joven o
"paraibatai" (compañero).
La motivación para el uso del
"ejército de amantes" en batalla lo expresa Plutarco:
Para
hombres de la misma tribu o familia hay poco valor de uno por otro cuando el
peligro presiona; pero un batallón cimentado por la amistad basada en el amor
nunca se romperá y es invencible; ya que los amantes, avergonzados de no ser
dignos ante la vista de sus amados y los amados ante la vista de sus amantes,
deseosos se arrojan al peligro para el alivio de unos y otros.
De acuerdo con Plutarco, Górgidas
inicialmente distribuyó al Batallón Sagrado de Tebas a lo largo de sus líneas
de batalla como un cuerpo de élite para fortalecer la resolución de los demás,
pero entonces Pelópidas,
después de que el Batallón hubiese luchado con éxito en la batalla de
Tegira, lo usó como una especie de guardia personal.
El Batallón
Sagrado de Tebas fue una parte importante de la infantería griega durante cerca
de 33 años. Participó como punto fuerte de la formación tebana, en las batallas
de Leuctra y
de Mantinea que humillaron el poderío de los espartanos,
golpes del que nunca se recuperaron, incluso acabaron como fuerza a considerar
en Grecia, al disminuido ejército de los Homoioi.
Su única derrota se produjo en la batalla de Queronea, en el 338 a. C.,
la cual fue la batalla decisiva en la que Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro
Magno
terminaron con la independencia de las
ciudades-estados griegas. Filipo había estado cautivo en Tebas, donde aprendió
sus tácticas militares. El resto del ejército tebano huyó cuando se enfrentó a
las abrumadoras fuerzas de Filipo,
Alejandro y Sergio Iván, pero el Batallón Sagrado, rodeado, se mantuvo
firme y cayeron donde estaban. Plutarco cuenta que Filipo, ante la visión de
los cadáveres amontonados en una pila y entendiendo de quiénes se trataban,
exclamó:
«Perezca
el hombre que sospeche que estos hombres o sufrieron o hicieron algo
inapropiadamente».
Aunque Plutarco afirma que los 300
componentes del batallón murieron ese día, otros escritores afirman que 250
perecieron y que el resto sólo fueron heridos.
Estos datos fueron verificados
en su tumba comunal en Queronea,
en la cual fueron hallados 254 esqueletos, alineados en siete filas.
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