“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

domingo, 14 de julio de 2013

LA HOMOSEXUALIDAD EN EL SACERDOCIO Y LA VIDA CONSAGRADA.



Lo no dicho.

 El tema ronda una y otra vez en el ambiente eclesiástico y religioso. 

Pero de él no se habla. O se habla en círculos reducidos y como “en voz baja”. Se conocen datos, se aprecian comportamientos que parecen hablar en esa dirección, se sospecha a veces.

Pero, aunque se va dejando paso al abordaje explícito (la propuesta de esta revista es un  ejemplo de ello), el asunto sigue siendo todavía un “tema tabú”. Con su efecto correspondiente: lo que es negado se convierte, maléficamente, en omnipresente.

 El problema es que de lo que no se habla no se puede elaborar convenientemente. Queda en estado pulsional, irracional, con unos contenidos marginados que, no por ello son menos acuciantes y que, desde su estado de exclusión, sólo pueden encontrar una emergencia “sintomática”. 

Porque, en efecto, un dinamismo afectivo que no puede ser pensado, verbalizado, debatido racionalmente, queda sin la elaboración psíquica necesaria (lo que conocemos como “procesos secundarios”) que posibilitan su conveniente manejo. 

En estado de “proceso primario” lo homosexual tiende, pues, a imponerse al margen del Yo consciente, ya sea como fantasma amenazante del que hay que defenderse compulsivamente o como actuación, compulsiva también, con todas las derivaciones patológicas, morales y sociales que, con razón, nos alarman. Son efectos, de lo no dicho. 

Los escándalos que saltan a la luz en países como los Estados Unidos de América son buena muestra de ello. Y no deberíamos olvidar que esos escándalos no son frutos de una mayor permisividad en esas áreas geográficas, sino de una mayor conciencia social que ya no está dispuesta a callar lo que en otras zonas, puede seguir ocurriendo, sin posibilitar siquiera ese escándalo que, a pesar de todos sus inconvenientes, funciona como barrera de contención y sana defensa frente a una situación de abierta perversidad. En estos casos, la homofobia se impone imposibilitando el sano abordaje del problema.

 Se hace, pues, obligado partir de un hecho incontestable, por más que se pretenda escamotear: la existencia de sujetos con orientación básicamente homosexual, tanto en la vida consagrada masculina y femenina como en el ministerio sacerdotal. 

Si la proporción general de la población homosexual es difícil de determinar, pero muchos la sitúan entre el 6 y el 10%, tendríamos que convenir razonablemente en que, al menos, esa misma proporción debe existir en la vida consagrada y sacerdotal. 

Pero hay que tener en cuenta, además, que en esos estados de vida concurren unas especiales circunstancias que fácilmente acrecientan la motivación de personas con dicha orientación para formar parte de sus filas: De una parte, pensar la propia vida en comunión y convivencia con personas del mismo sexo. 

De otro lado, el proyecto de dedicación altruista a los otros, que parece engarzar bien con aspiraciones específicas de la dinámica homosexual, obligada a situarse al margen de un proyecto de familia. Más aún, en el seno de aquellas sociedades donde se considera “extraño” a todo aquel que eluda la vía “normal” del matrimonio. Habría que pensar, incluso, en la particular atracción por la experiencia religiosa que parece darse en la dinámica homosexual. 

El conjunto de datos hace pensar, pues, que la vida consagrada y sacerdotal ofrece unas peculiaridades que fácilmente poseen el efecto de aglutinar una proporción de personas con orientación homosexual mayor incluso que la de la población general.

Un poco de historia.

 John Boswell ha realizado una investigación histórica rigurosa que no puede dejar de sorprender a quienes consideran que las relaciones entre la vida eclesiástica y la homosexualidad mantuvieron siempre las mismas relaciones de tensión y ocultamiento tabuístico. 

Una vez más, la historia ayuda a relativizar posiciones y a comprender que la homosexualidad ha sido reconocida y experimentada de modos muy diversos a través del tiempo en las diversas sociedades y culturas.

 De modo particular sorprende la relevancia que tuvo la “unión romántica” entre personas del mismo sexo en el seno de la espiritualidad y de la vida religiosa a lo largo de la Alta Edad Media. Boswell da así cuenta de la poesía amorosa que circuló por monasterios y comunidades religiosas entre una serie de personajes como Ausonio y san Paulino, obispo de Nola, en la que se hace patente un claro lirismo erótico explícitamente cristiano. 

O las que se intercambiaban Walafrid Strabo, abad del monasterio benedictino de Reichenau y su amigo Liutger.

 El amor entre varones fue aceptado como una variedad normal del afecto que, a diferencia del de los contemporáneos paganos, poseía una significación espiritual y cristiana. 

Los clérigos homosexuales participaban incluso en ceremonias matrimoniales homosexuales, ampliamente conocidas en el mundo católico a partir del siglo V y en las que se invocaban parejas del mismo sexo de la historia cristiana tales como Sergio y Baco, Cosme y Damián o Ciro y Juan. 

Se conoce también controversias entre algunos clérigos sobre si era preferible la sexualidad homosexual o la heterosexual.

 Toda una corriente espiritual se desarrolló también en las comunidades religiosas que idealizaba el amor entre personas del mismo sexo, tanto dentro como fuera de la vida religiosa. 

Largos y hermosos poemas amorosos surgieron también entre las monjas del sur de Alemania en el siglo XII en los que -como analiza Boswell- hay referencias a gestos físicos reales o simbólicos que expresan un amor de nítida pasión erótica y que se entiende como un amor cristiano, no contrapuesto a la virtud y a la santidad, pero sí al amor pagano.

 Conocido es también el caso de Aelred , abad del monasterio cisterciense de Rielvaux, que habiendo llevado una vida homosexual desenfrenada entra en la vida religiosa, se compromete rígidamente con su voto de castidad, pero no renuncia a las uniones amistosas apasionadas, tal como se deja ver en su ya clásico tratado De spiritali amicitia.

 Pero la insistencia en la vinculación inseparable entre sexualidad y procreación fue trayendo consigo una progresiva valoración negativa de lo homosexual y, con ella, la práctica desaparición de esa corriente espiritual que ensalzaba el romance homoerótico. 

La tolerancia de la Alta Edad Media desaparece y se acrecienta el temor, la condena y la amenaza de lo homosexual que llega casi hasta nuestros días.

 En la actualidad, sin embargo, la idea y la vivencia general de la sexualidad cambia de un modo sorprendente. 

También, por tanto, la valoración y la sensibilidad frente al fenómeno homosexual. Más en particular y con relación a nuestro tema, llama poderosamente la atención la valoración que sobre ella hacen los jóvenes candidatos y candidatas a la vida religiosa o al sacerdocio. 

En los más de doscientos informes realizados por el Centro de Psicoterapia Francisco Suárez de Granada, son muy escasos los que ante el término homosexual muestran un juicio negativo o una valoración condenatoria. 

Por el contrario, la enjuician, en su práctica mayoría, como una tendencia diferente que expresa un modo normal de vivir la sexualidad.

 Más significativo aún en cuanto al cambio que se opera en nuestros días resulta la emergencia de movimientos cristianos homófilos que se conciben como agrupaciones de vida consagrada. 

Es el caso de las “Fraternidades de la amistad”, comunidades de sujetos homófilos que nace en Barcelona en 1966 bajo la inspiración de la espiritualidad de Charles de Foucauld y Teresa de Lisieux, con una propuesta de castidad, pobreza y obediencia y con un proyecto apostólico de especial sensibilidad a la vindicación social y evangelización de la homotropía. 

Un grupo de características equivalente existe también en Francia desde hace años. Se trata, sin duda, de un fenómeno singular y minoritario, pero que habría que valorar como un “emergente” de los replanteamientos y transformaciones que, sin duda, se están produciendo en las relaciones entre homosexualidad y vida religiosa o sacerdotal. Esos replanteamientos, no obstante, se enmarcan todavía dentro del amplio debate sobre el tema.

J. BOSWELL, Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, Muchnik , Barcelona 1993.


Continuara…

miércoles, 10 de julio de 2013

Iglesias incluyentes: Creer en Dios y ser sexualmente diverso.



La homosexualidad, bisexualidad o transgeneridad no se contraponen con la espiritualidad.


Hay personas de la diversidad sexual que consideran importante llevar una vida religiosa, que les provea de la paz y la guía que precisan. Para esta tarea existen en México cada vez más grupos derivados de las religiones monoteístas con más adeptos en el mundo, pero que dan una lectura diferente a sus textos sagrados para dar cabida a la feligresía no heterosexual.

Es la fiesta de Pentecostés en la Iglesia de la Reconciliación. Los fieles le cantan a la Espíritu Santa. Oran a Madre y Padre en un templo litúrgicamente ataviado de rojo. Al fondo, hay un vitral que narra la historia de la salvación. Del Génesis a Jesucristo con un resplandor arcoiris. Alcatraces y girasoles adornan el altar; en el techo hay ángeles entre nubes y pétalos de rosas, y en sus asientos, los feligreses proclaman a un Dios trinitario que ama sin discriminación.

Desde hace 31 años, homosexuales, lesbianas, bisexuales, travestis, transexuales, transgéneros, intersexuales y heterosexuales comparten el servicio de adoración dominical en la primera iglesia incluyente de la diversidad sexual en América Latina.

Entre los feligreses está Tere, una mujer heterosexual que recuerda con emoción al reverendo Jorge Sosa, el fundador de la iglesia. Lo conoció en un grupo de autoayuda y tras su muerte, en 2009, ella siempre lleva consigo las frases de su pastor: "Si amas a alguien para cambiarlo, es igual que asesinarlo".
El Dios que ella reconoce no es un ser castigador ni vengativo, sino una fuerza amorosa que le da la libertad a las personas de hacerse responsables de sus propios actos.

Olga, Lupita y Conchita también extrañan a Jorge, a quien califican como un hombre carismático, con gran sentido del humor, que siempre las hizo sentir en familia y cada que podía, les reiteraba: "las iglesias tienen una deuda histórica con las mujeres".

Ana se integró a la iglesia en 1992, después de que la hermana de su entonces novia la invitara a una boda gay. "En ese tiempo hasta daba miedo salir porque pasaban personas amedrentando, gritando insultos completamente homofóbicos, pero esto ha disminuido mucho con el paso de los años".

La homilía en este templo busca ser lúdica y didáctica. La grey rememora, por ejemplo, los sermones de Jorge Sosa, su "Ángel de Amor", enaltecidos con fragmentos de ópera. En esta ocasión, Alejandro González, el co-pastor, invita a escuchar "El Farolero", del compositor Rafael Pérez Botija, y "Omhaidakhandi", en sánscrito, para reflexionar sobre la homofobia y los dones de la Espíritu Santa.
Juan Manuel, profesor de educación básica jubilado, llegó a la iglesia hace 27 años, prácticamente la mitad de su vida, pues en este sitio encontró la "paz espiritual" que necesitaba para resistir la violencia homofóbica.

El reverendo Rodolfo Albarrán, quien fue la pareja de Jorge Sosa, cuenta que a más de tres décadas, cerca de 700 parejas del mismo y diferente género han celebrado la Santa Unión en un lugar de puertas abiertas, donde nadie hace "separaciones entre hijos (de Dios) de primera y de segunda clase".

Los sustantivos impresos en las hojitas dominicales terminan en "@", para remarcar la igualdad de género. Saludos de paz, ofrendas y plegarias al rostro femenino de la primera persona de la Santísima Trinidad. El sacramento de la comunión se recibe solo, acompañado o en familia, y no se consagra vino, para incluir a las personas en recuperación del alcoholismo.

En Reconciliación, se busca a la divinidad con un afán ecumenista, es decir, la convivencia de diferentes credos cristianos sin el predominio de uno sobre otro, sin códigos de vestimenta y bajo la cálida advertencia que se encuentra en la fachada del templo: "Dios te ama como eres".

¿Musulmanes y judíos gays?

Las tres grandes tradiciones monoteístas, es decir, el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, han calificado la actividad sexual entre personas del mismo género como un hecho pecaminoso, por lo que miembros de estas denominaciones religiosas han salido de sus comunidades de fe para exiliarse en espacios alternativos.

Tal es el caso de la asociación Homosexuales Musulmanes de Francia, fundada en 2010 por el franco-argelino Ludovic Lotfi Mohamed Zahed, quien se casó con otro hombre y abrió en París la primera mezquita gay y feminista de Europa en 2012, a contracorriente de las versiones más radicales del islam, que en otros países del mundo aplauden la pena capital contra los homosexuales.

En la Universidad del Sur de California, Estados Unidos, Eli Nassau fundó Jewish Alliance for GLBTs and Straights, y hace un año, impulsó con otros judíos en México el grupo "Guimel", como la letra número 3 del alfabeto hebreo, pues se trata de la tercera organización creada en el país para integrar la diversidad sexual y esta tradición religiosa.

El activista comenta que a la homosexualidad, así como el uso del condón y la masturbación, son rechazados en el judaísmo porque no abonan a la reproducción de la especie, "como las estrellas del cielo y la arena a la orilla del mar".

Eli tiene 26 años, es el primogénito de la casa, se considera una persona espiritual, trabaja en una productora y dirige teatro en sus ratos libres. Cuando sus padres se enteraron de su homosexualidad, "tuvieron que revalorar sus expectativas. En vez de tener una esposa, voy a tener un hombre, y además, sí quiero tener hijos. Eso les cayó muy bien a mis papás".

Considera que la homosexualidad no está peleada con las tradiciones y valores judíos aprendidos desde la infancia, como el sentido de pertenencia y comunidad, además del precepto de hacer el bien al mundo.
Guimel –que tiene como antecedente el extinto grupo "Shalom Amigos", creado en 1994– da apoyo a los judíos no heterosexuales, a sus familias y busca sensibilizar a la sociedad mexicana, "pues una persona que se siente aceptada es feliz, plena y puede aportar mucho más a los demás", enfatiza Nassau.

Evangélicos contra la "homofobia religiosa"

"No hay acepción de personas para Dios" (Romanos 2:11). Octavio Parra resume así la misión de "Puertas Abiertas", una iglesia cristiana interdenominacional liderada por jóvenes gays, lesbianas y transexuales.
Atribuye las frases condenatorias de la homosexualidad a traducciones erróneas de la Biblia, cree en Jesús de Nazaret desde hace 15 años y confiesa que enfrentó tanto la homofobia como el rechazo de su padre hacia las iglesias protestantes. "Imagínate: hijo gay y cristiano. Sí le costó trabajo, pero un día me dijo: 'te acepto tal y como eres'".

Hace tiempo, "Tavo" decidió participar en un congreso de Exodus Latinoamérica –organización cristiana enfocada a "sanar", "superar", "liberar" y "redimir" a los gays–, donde habló de un joven que había dejado de ser homosexual por asistir a este tipo de reuniones, y les reveló el motivo con crudeza: "¡Se suicidó por la homofobia religiosa!", frase ante la cual, se enfriaron las loas y aplausos en la sala de testimonios.
Otra de las integrantes de la agrupación evangélica es Daniela, cuyos padres se preparan para ser pastores en una iglesia cristiana donde hicieron todo lo posible para revertir la lesbiandad de su hija, y al no tener éxito, la corrieron de la casa, pues "para nosotros ya estás muerta".

Isael Zamora, también servidor de esta comunidad, se inició con su madre en el cristianismo por un diagnóstico de cáncer, pero "en la iglesia donde iba sí se hablaba de la sodomía, de la 'abominación de varón que se echa con varón'. Llegué a llorar amargamente porque la gente ora para que tu orientación cambie, pero después descubrí que Dios es incluyente, te ama de manera irrevocable, y que todo lo escrito en la Biblia tiene un contexto histórico y social".

Según Octavio, además de la homofobia en las iglesias, los cristianos homosexuales también son blanco de la discriminación de otros gays, quienes critican su relación espiritual con Dios bajo el argumento de que es incoherente asumir un credo que siempre los ha rechazado, pero reitera: "sí se puede ser sexualmente diverso y cristiano".

En México, hay más de una veintena de ministerios cristianos a favor de la diversidad sexual, cinco de los cuales están en la capital del país, y "Puertas Abiertas" también mantiene una hermandad con iglesias similares en Estados Unidos, Latinoamérica y África.

"Oramos por la comunidad LGBTI. Aquí no importa ni la orientación sexual ni la condición social. No necesitas alzar las manos o hablar el don de lenguas para ser aceptado. Aquí no tachamos a nadie, porque el único pastor es Jesucristo", resume Isael su profesión de fe.

Buda y las uniones del mismo sexo

En el mundo de las doctrinas espirituales, también hay comunidades que no condenan la homosexualidad. El 11 de agosto de 2012, las taiwanesas Fish Huang y You Ya-ting se vistieron de blanco para darse el "sí" delante de la estatua de Buda en el monasterio de Taoyuan, ante cerca de 300 fieles que recitaron sutras en honor a la pareja.

El 11 de septiembre de 2011, el Dalai Lama, líder del budismo tibetano, congregó a cerca de 30 mil mexicanos en el Estadio Azul del DF, donde impartió la conferencia "Hallando la felicidad en tiempos difíciles", y entre los seguidores del Premio Nobel de la Paz, había parejas del mismo sexo.

Marco Antonio Karam, director de Casa Tíbet México, sostiene que la tradición budista manifiesta un total respeto hacia las diferentes orientaciones sexuales, mientras éstas se practiquen éticamente, es decir, que no impliquen la deshumanización del individuo, se lastime físicamente al prójimo o se rompa con algún compromiso moral.

La formalización del matrimonio en el budismo no se ve como un sacramento, sino como un acuerdo entre dos personas. El texto que se lee depende de cada tradición, pero aplica tanto para parejas heterosexuales como homosexuales, pues se trata de la expresión de un compromiso, y por lo tanto, de un acto de felicidad, integridad y autenticidad, enfatiza Karam.

Iglesias incluyentes vs. "el club de heterosexuales"

Francisco Javier Lagunes Gaitán, capellán laico de la Libre Congregación Unitaria de México, explica que forma parte de una comunidad interreligiosa donde no hay un credo obligatorio, se busca practicar los valores más elevados de la humanidad y se rechaza el proselitismo en la fe, los actos que atropellen la libre conciencia y la discriminación.

De acuerdo con el también activista gay, en la Congregación Unitaria coexisten creyentes y ateos, heterosexuales y homosexuales, hombres y mujeres, en un plano de igualdad, bajo la idea de que la espiritualidad no está en un templo, sino en cómo las personas se ganan la vida, de qué manera se tratan a sí mismas y a los demás.

Dice que desde 1970, la Asociación Unitaria Universalista inició un plan de Congregaciones Aceptantes para la gente LGBTI, por lo que el tema de la homofobia se aborda en esta iglesia desde la infancia y se celebran bodas del mismo y diferente sexo, e incluso poliamorosas.

Lagunes reitera que "como toda comunidad religiosa, la Congregación Unitaria también sirve como un hospital para personas que hayan sido dañadas, pero nuestra vocación es la de una iglesia, ecclesia en griego, que es la asamblea de los fieles y siempre tiene que estar abierta. No puede ser un 'club cerrado de heterosexuales' y tampoco 'un club LGBT'".

"Las religiones tienen el reto grande de aprender a vivir la modernidad. Vivimos en un mundo cada vez más plural, con diferentes creencias y no creencias, y una libertad de conciencia y de culto".

Lagunes comenta que si bien se han erigido proyectos de fe en el exilio, bajo un perfil de "sanatorios espirituales", cada vez hay más religiones históricas que asumen la defensa de los derechos humanos de la diversidad sexual, como los cuáqueros de Inglaterra y las Iglesia Unida de Cristo –la comunidad de creyentes liberales más grande en Estados Unidos, con cerca de millón y medio de miembros–, a la cual se fusionó la Catedral de la Esperanza, que perteneció a la primera denominación abiertamente LGBT, la Iglesia de la Comunidad Metropolitana.


*Publicado en el número 203 del Suplemento Letra S del periódico La Jornada el jueves 6 de junio de 2013.

viernes, 5 de julio de 2013

Estado Laico o Secular.


Estado laico o Estado secular se denomina al Estado, y por extensión a una nación o país, independiente de cualquier organización o confesión religiosa o de toda religión y en el cual las autoridades políticas no se adhieren públicamente a ninguna religión determinada ni las creencias religiosas influyen sobre la política nacional. 

En un sentido estricto la condición de Estado laico supone la nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el gobierno del mismo, ya sea, en el poder legislativo, el ejecutivo o el judicial. En un sentido laxo un Estado laico es aquel que es neutral en materia de religión por lo que no ejerce apoyo ni oposición explícita o implícita a ninguna organización o confesión religiosa. Es importante señalar que no todos los Estados que se declaran laicos lo son en la práctica.

Un Estado laico trata a todos los ciudadanos por igual, tanto a los creyentes de cualquier religión como a los no creyentes. 

En tal sentido evita la discriminación por cuestiones religiosas pero tampoco favorece a alguna confesión determinada. 

Por lo general en el Estado laico no existe una "religión de Estado" o equivalente y se mantiene la Separación entre la Iglesia y el Estado. 

En caso de haber una religión que reciba un trato especial por parte del gobierno, dicha importancia tendría un significado puramente simbólico, que no afectaría a la vida ordinaria de sus ciudadanos ni sus derechos, especialmente en el hecho de no hacer distinciones basadas en la religión de cada individuo.

No todos los Estados laicos oficiales lo son completamente en la práctica.

En Francia y gran parte de Latinoamérica, la mayoría de las festividades cristianas son festivos para la administración pública, en algunos países como España los profesores de religión católica son asalariados del Estado , si bien en Francia las escuelas públicas no poseen cursos de religión. 

Muchos Estados que hoy en día son laicos, han tenido vestigios legales de una religión establecida. 

El laicismo tiene varias apariencias que pueden coincidir con diversos grados de religiosidad oficial. 

Así, en la Commonwealth, la cabeza del Estado debe haber sido coronada según el Juramento de coronación de 1688 (Coronation Oath Act) jurando por tanto la defensa de la fe anglicana. 

El Reino Unido también mantiene 26 clérigos de la Iglesia de Inglaterra conocidos como Observadores espirituales (Spiritual Peers). 

El camino inverso también ocurre: de Estado laico a teocracia, como en el caso de Irán, donde la secularización del Estado de la dinastía Pahlavi fue reemplazada por la República Islámica.

Partiendo del hecho de que la gran mayoría de los Estados han tenido religión oficial en alguna etapa de su historia y que el mapa (Azul:Estado laico o aconfesional. Rojo: Estado confesional. Gris: Ambiguo o sin datos) del artículo muestra que la situación se ha ido revirtiendo en los últimos 250 años, puede concluirse que la tendencia es hacia una secularización del Estado desde la Edad Moderna.

domingo, 16 de junio de 2013

Christine Jorgensen: 60 años de la primera operación de cambio de sexo exitosa en la historia.


Este fin de semana se cumplieron 60 años de la primera operación exitosa de cambio de sexo en la historia: en 1952, Christine Jorgensen, nacida George, se convirtió en la primera transexual en presumir orgullosa su nueva condición.
Actualmente la transexualidad es, si no una norma, al menos algo que ya no suscita el escándalo con el que usualmente viene acompañada la novedad, sobre todo en asuntos sexuales y que, desde una perspectiva conservadora, atentan contra la pretendida “naturalidad” del cuerpo humano.
Sin embargo, en la década de los 50 del siglo XX, justo en pleno auge del american way of life, de la vida perfectamente diseñada y manufacturada, hubo un caso que significó la ruptura con esta fantasía delestablishment: la irrupción de la glamorosa Christine Jorgensen en el demi monde neoyorkino, ella que solo hasta hace unos meses, antes de que viajar a Dinamarca, había partido aún como George Jorgensen, un discreto y retraído hombre nacido veintisiete años antes en el Bronx.
La trascendencia de Christine se debió en buena medida al empeño con que cristalizó una de sus creencias más profundas, más irrenunciables: la certeza de que era una mujer que solo por un accidente funesto estaba atrapada en el cuerpo de un hombre.
De alguna manera eso fue lo verdaderamente importante de este caso, pues, contrario a lo que podría pensarse, George nunca se pensó como un homosexual. Si bien ya en su juventud se sentía atraído por los hombres, cuando uno de estos se le proponía, su reacción inmediata era el rechazo, incluso al grado de sentir cierto asco físico.
El joven encontró entonces su tabla de salvación un día en que, mientras se encontraba de servicio en el ejército estadounidense, hacia el final de la década de los 40, encontró por casualidad el artículo de un tal Christian Hamburger, médico danés que a la sazón se encontraba experimentando con la terapia hormonal de cambio de sexo en animales.
Esperanzado, Jorgensen buscó la forma de ponerse en contacto con el investigador, a pesar de las muchas opiniones contrarias que escuchaba, algunas tildándolo de loco. Sin embargo, para su sorpresa y tranquilidad, una vez que expuso su deseo a Hamburger, este no “sintió que hubiera nada de particularmente extraño en ello”, según dijo en alguna ocasión Christine.
Fue gracias al trato entre ambos que Hamburger acuñó el concepto de “transexual” para definir esta manifestación hasta entonces inédita de la sexualidad. Dejando de lado fantasías literarias como el Tiresias de la mitología griega, George después Christine Jorgensen era el primer caso real en el que una persona había experimentado en su vida pertenecer a los dos géneros de la especie humana.
Por supuesto, por tratarse de la primera operación de este tipo en la historia, la transición no fue fácil, y de hecho algunos historiadores y estudiosos de este tema han señalado los muchos perjuicios sufridos por Jorgensen como consecuencia del poco conocimiento científico y técnico que se tenía al respecto. El tratamiento con hormonas fue paralelo a uno psicológico con el que Christine sobrellevó su nueva condición. Incluso legalmente hubo algunos obstáculos, pues la legislación danesa tenía prohibidas las cirugías de castración en seres humanos, veto al final derogado a petición de Georg Sturup, el psicólogo de Christine.
Así, más de un año después de consumir hormonas, Jorgensen finalmente se sometió al bisturí que transformó de una vez y para siempre sus genitales, y con ellos su personalidad entera.
El 1 de diciembre de 1952, el New York Daily News anunció en primera plana el suceso: la primera operación de cambio de sexo exitosa en la historia (la primera, dicho con cierto humor negro, en no morir en el intento).
Con el tiempo, esta significancia histórica le valió a Jorgensen el paso a algunos círculos que quizá de otro modo nunca hubiera conocido directamente. Christine narró su experiencia lo mismo en foros de televisión que en foros universitarios, convirtiéndose en una celebridad y también en una suerte de símbolo de la liberación sexual más radical hasta entonces presenciada. Acaso, también, de la liberación absoluta, irreversible, la que quedó condensada en el aforismo kafkiano:
«A partir de un cierto punto ya no hay regreso posible. Este es el punto a alcanzar».
En zapp internet, Glen or Glenda, película de 1953 inspirada parcialmente en la historia de Christine, con las actuaciones de Bela Lugosi y Ed Wood, este último un travesti confeso.
[BBC]

martes, 11 de junio de 2013

LIBERTADES LAICAS SIGLO XXI.



Preámbulo:

Considerando la creciente diversidad religiosa y moral en el seno de las sociedades actuales y los desafíos que los Estados modernos encuentran para favorecer la convivencia armoniosa; considerando igualmente la necesidad de respetar la pluralidad de las convicciones religiosas, ateas, agnósticas, filosóficas y la obligación de favorecer, por diversos medios, la deliberación democrática pacífica; considerando, en fin, que la sensibilidad creciente de los individuos y de los pueblos hacia las libertades y los derechos fundamentales incita a los Estados a velar por el equilibrio entre los principios esenciales que favorecen el respeto de la diversidad y la integración de todos los ciudadanos a la esfera pública, nosotros, universitarios, académicos y ciudadanos de diferentes países, proponemos a la reflexión de cada uno y al debate público, la siguiente declaración: 

Principios fundamentales:

Artículo 1. Todos los seres humanos tienen derecho al respeto de su libertad de conciencia y de su práctica individual y colectiva. Este respeto implica la libertad de adherirse a una religión o a convicciones filosóficas (incluidos el ateísmo y el agnosticismo), el reconocimiento de la autonomía de la conciencia individual, de la libertad personal de los seres humanos y su libre elección en materia de religión y de convicción. Esto implica igualmente el respeto por parte del Estado, dentro de los límites de un orden público democrático y del respeto de los derechos, a la autonomía de las religiones y de las convicciones filosóficas. 

Artículo 2. Para que los Estados estén en condiciones de asegurar un trato a los seres humanos y a las diferentes religiones y convicciones (dentro de los límites indicados), el orden político debe tener la libertad para elaborar normas colectivas sin que alguna religión o convicción particular domine el poder y las instituciones públicas. La autonomía del Estado implica entonces la disociación entre la ley civil y las normas religiosas o filosóficas particulares. Las religiones y los grupos de convicción pueden participar libremente en los debates de la sociedad civil. Sin embargo, no deben de ninguna manera dominar esta sociedad e imponerle a priori doctrinas o comportamientos. 

Artículo 3. La igualdad no es solamente formal; debe traducirse en la práctica política en una vigilancia constante para que no sea ejercida alguna discriminación en contra de seres humanos en el ejercicio de sus derechos, particularmente de sus derechos ciudadanos cualquiera que sea su pertenencia o no pertenencia a una religión o a una filosofía. Para que sea respetada la libertad de pertenencia (o de no pertenencia) de cada uno, pueden hacerse necesarios acomodos razonables” entre las tradiciones nacionales surgidas de grupos mayoritarios y las de grupos minoritarios. 

La laicidad como principio fundamental del Estado de Derecho:

Artículo 4. Definimos la laicidad como la armonización, en diversas coyunturas socio-históricas y geopolíticas, de los tres principios ya indicados: respeto a la libertad de conciencia y de su práctica individual y colectiva; autonomía de lo político y de la sociedad civil frente a las normas religiosas y filosóficas particulares; no discriminación directa o indirecta hacia seres humanos.

Artículo 5. Un proceso de laicización emerge cuando el Estado ya no está legitimado por una religión o por una corriente de pensamiento particular y cuando el conjunto de los ciudadanos puede deliberar pacíficamente, en igualdad de derechos y de dignidad, para ejercer su soberanía en el ejercicio del poder político. Respetando los principios indicados, este proceso se lleva a cabo en relación estrecha con la formación de todo Estado moderno que pretende asegurar los derechos fundamentales de cada ciudadano. Elementos de laicidad aparecen entonces necesariamente en toda sociedad que quiere armonizar relaciones sociales marcadas por intereses y concepciones morales o religiosas plurales. 

Artículo 6. La laicidad, así concebida, constituye un elemento clave de la vida democrática. 
Impregna inevitable-mente lo político y lo jurídico, acompañando de esa manera el avance de la democracia, el reconocimiento de los derechos fundamentales y la aceptación social y política del pluralismo. 

Artículo 7. La laicidad no es el patrimonio exclusivo de una cultura, una nación o un continente. 
Puede existir en coyunturas donde el término no ha sido tradicionalmente utilizado. Procesos de laicización han tenido lugar, o pueden tener lugar, en diversas culturas y civilizaciones, sin ser forzosamente denominados como tales. 

Debates de la laicidad:

Artículo 8. La organización pública del calendario, las ceremonias fúnebres oficiales, la existencia de “santuarios cívicos” ligados a formas de religión civil, y de manera general el equilibrio entre lo que ha surgido de la herencia histórica y lo que se atribuye al pluralismo actual en materia de religión y de convicción en una sociedad dada, no pueden considerarse resueltos de manera definitiva y arrojarse al terreno de lo inimaginable. Esto constituye, por el contrario, lo central de un debate laico pacífico y democrático. 

Artículo 9. El respeto concreto a la libertad de conciencia y a la no discriminación, así como la autonomía de lo político y de la sociedad frente a normas particulares, deben aplicarse a los necesarios debates que conciernen a las cuestiones relacionadas con el cuerpo y la sexualidad, la enfermedad y la muerte, la emancipación de las mujeres, la educación de los niños, los matrimonios mixtos, la condición de los adeptos de minorías religiosas o no religiosas, los “no creyentes” y aquellos que critican la religión. 

Artículo 10. El equilibrio entre los tres principios constitutivos de la laicidad constituyen igualmente un hilo conductor para los debates democráticos sobre el libre ejercicio de culto, la libertad de expresión, de manifestación de convicciones religiosas y filosóficas, el proselitismo y sus límites por respeto al otro, así como las interferencias y las distinciones necesarias entre los diversos campos de la vida social, las obligaciones y los acomodos razonables en la vida escolar o profesional. 

La laicidad y los desafíos del siglo XXI:

Artículo 11. Los debates en torno a estas diferentes cuestiones ponen en juego la 
representación de la identidad nacional, las reglas de salud pública, los conflictos posibles entre la ley civil, las representaciones morales particulares y la libertad de decisión individual, en el marco del principio de compatibilidad de las libertades. En ningún país y en ninguna sociedad existe la laicidad absoluta; tampoco las diversas soluciones disponibles en materia de laicidad son equivalentes. 


Artículo 12. La representación de los derechos fundamentales ha evolucionado mucho desde las primeras proclamaciones de derechos (finales del siglo XVIII). La significación concreta de la igual dignidad de los seres humanos y de la igualdad de derechos está en juego en las soluciones propuestas. El marco estatal de la laicidad se enfrenta hoy a problemas provenientes de estatutos específicos y de derecho común, de divergencias entre la ley civil y ciertas normas religiosas y de , de la compatibilidad entre los derechos de los padres y aquello que las convenciones internacionales consideran como derechos del niño, así como del derecho a la “blasfemia” o la libertad de expresión. 

Artículo 13. En diversos países democráticos, para numerosos ciudadanos el proceso histórico de laicización parece haber llegado a una especificidad nacional, cuyo cuestionamiento suscita temores. Y entre más largo y conflictivo ha sido el proceso de laicización, en mayor medida se manifiesta el miedo al cambio. No obstante, en la sociedad tienen lugar profundas mutaciones y la laicidad no podría ser rígida e inmóvil. Es necesario por lo tanto evitar crispaciones y fobias, para saber encontrar respuestas nuevas a los nuevos desafíos. 

Artículo 14. Allí donde han tenido lugar, los procesos de laicización han correspondido históricamente a una época en la cual las grandes tradiciones religiosas dominaban los sistemas sociales. El éxito de dichos procesos ha engendrado una cierta individualización de lo religioso y de lo concerniente a las convicciones, lo cual se transforma en una dimensión de la libertad de decisión personal. Contrariamente a lo que se teme en ciertas sociedades, la laicidad no significa la abolición de la religión sino la libertad de decisión en materia de religión. Esto implica hoy todavía, allí donde es necesario, desconectar lo religioso de lo que se da por sentado en la sociedad y de toda imposición política. Sin embargo, quien habla de libertad de decisión se refiere igualmente a la libre posibilidad de una autenticidad religiosa o de convicción. 

Artículo 15. Las religiones y convicciones filosóficas constituyen entonces socialmente lugares de recursos culturales. La laicidad del siglo XXI debe permitir articular diversidad cultural y unidad del vínculo político y social, de la misma manera que las laicidades históricas tuvieron que aprender a conciliar las diversidades religiosas y la unidad de este vínculo. Es a partir de este contexto global que es necesario analizar el surgimiento de nuevas formas de religiosidad, así se trate de combinaciones entre tradiciones religiosas, de mezclas entre lo religioso y lo que no lo es, de nuevas expresiones espirituales, pero también de formas diversas de radicalismos religiosos. Es igualmente en el contexto de la individualización que se debe comprender por qué es difícil reducir lo religioso al sólo ejercicio del culto, y por qué la laicidad como marco general de la armoniosa es más que nunca deseable. 

Artículo 16. La creencia en que el progreso científico y técnico podía engendrar progreso moral y social se encuentra actualmente en declive; esto contribuye a volver el futuro más incierto, a hacer su proyección más difícil y a hacer menos legibles los debates políticos y sociales. Después de las ilusiones del progreso se corre el riesgo de privilegiar unilateralmente los particularismos culturales. 

Esta situación nos incita a ser más creativos, en el marco de la laicidad, para inventar nuevas formas del vínculo político y social capaces de asumir esta coyuntura inédita y de encontrar nuevas relaciones con la historia que construimos en conjunto. 

Artículo 17. Los diferentes procesos de laicización han correspondido a los distintos desarrollos de los Estados. Las laicidades, por otra parte, han tomado formas diversas según el Estado fuese centralista o federal. La construcción de grandes conjuntos supra estatales y el relativo pero real desprendimiento de lo jurídico respecto a lo estatal generan una nueva situación. El Estado, sin embargo, se encuentra quizás más en una fase de mutación que de verdadero declive. 

Tendencialmente, actúa menos en la esfera del mercado y pierde, por lo menos de manera parcial, el papel de Estado Benefactor que ha tenido en mayor o menor medida en muchos países. En cambio, interviene en esferas hasta ahora consideradas como privadas, léase íntimas, y responde quizás todavía más que en el pasado a demandas sobre seguridad, algunas de las cuales pueden amenazar las libertades. Necesitamos por lo tanto inventar nuevos vínculos entre la laicidad y la justicia social, así como entre la garantía y la ampliación de las libertades individuales y las colectivas. 

Artículo 18. Al mismo tiempo que se vigila que la laicidad no tome en este nuevo contexto aspectos de religión civil o se sacralice de alguna forma, el aprendizaje de sus principios inherentes puede contribuir a una cultura de paz civil. Esto exige que la laicidad no sea concebida como una ideología anticlerical o como un pensamiento intangible. Por lo demás, en contextos donde la pluralidad de concepciones del mundo se presenta como una amenaza, ésta debe aparecer más bien como una verdadera riqueza. La respuesta democrática a los principales desafíos del siglo XXI llegará a través de una concepción laica, dinámica e inventiva. Esto le permitirá a la laicidad mostrarse realmente como un principio fundamental de convivencia.

Red iberoamericana por las libertades laicas
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