“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

viernes, 25 de octubre de 2013

Neohomófobos, maricas bifóbicos y la violencia primigenia.



En los últimos años hemos visto cómo la situación de los homosexuales ha ido cambiando de forma exponencial, a mejor. Éstos han pasado de ser penados bajo la Ley de Vagos y Maleantes durante un tiempo de democracia, a poder casarse y formar una familia (en algunos países de la región). 

Por lo tanto, en lo que respecta al campo legal, podemos afirmar rotundamente que la situación de todas las maricas, cachaperas, trans, desviadas, o en una simple palabra, transmaricachaperas o queer, ha mejorado considerablemente.

Socialmente, la situación de los homosexuales también ha mejorado. Aún así, podemos ver en boca de muchas personas los típicos comentarios de “yo no soy homófobo, pero...” “si yo tengo muchos amigos mari...gays, pero es que...”, que sin duda alguna, esconden una actitud tan homófoba como la representada y promovida abiertamente por la Conferencia Episcopal.

También resulta repugnante ver cómo hay hombres a los que la homosexualidad “femenina” no les molesta en absoluto, pero sí la “masculina”. Esa preferencia esconde una actitud machista de entender a la mujer como un mero objeto sexual. 

Para esa mentalidad, la homosexualidad “femenina” es algo respetable porque pensar en ello le provoca una reacción en forma de erección. Sin embargo, al estar la homosexualidad “masculina” fuera de su campo de excitación, la detestan fuertemente bajo argumentaciones católico-arcaicas.

Hemos pasado de ver como válido únicamente una opción sexual, la heterosexualidad, a respetar medianamente la homosexualidad. Hemos pasado de ver familias numerosas que vivían bajo el yugo del patriarca y eran alimentadas bajo el esfuerzo de una madre que hacía de esclava doméstica al servicio del patriarcado, a contemplar diversos tipos de familias. Sin embargo, hay una orientación sexual que está siendo objeto de crítica continua, incluso por los homosexuales, que es la bisexualidad.

La crítica más común que cincuentones, marujas, señoras católicas de bien, y maricas treintañeros aspirantes a formar una familia le hacen a los bisexuales es la de considerarlos unos viciosos. 

Pero antes de entrar en debate con ese tipo de personas, lo primero que se me ocurre preguntarles es lo siguiente: “y si son unos viciosos, ¿qué coño te importa? ¿en qué te influye? ¿qué más te da?”.

El problema que la bisexualidad supone es simplemente la de salirse de la norma. Antes, la norma obligaba que el hombre estuviera feliz con su mujer y tuvieran muchos hijos. 

Ahora, la norma puede aceptar que un tío esté con otro tío o que una tía esté con otra tía. Aunque no le hace mucha gracia a nuestra sociedad heredera de cuarenta años de cínico nacional-catolicismo, ésta intenta respetarlo. 

Pero que una persona esté de flor en flor, probando diversidad de órganos sexuales y saboreando cantidad de cuerpos supone, para esta sociedad judeocristiana y heteropatriarcal, una barbarie, algo a extirpar. 

Y ya por no hablar de la poligamia, de prácticas sexuales como el sadomaso, de los transgéneros y de los pansexuales. Todos ellos son lo que el conjunto de familias tradicionales y maricas aspirantes a ser una familia ejemplar detestan, desean aniquilar. 

Pero las maricas están (estamos) muy equivocadas. Ya dijo el filósofo y activista queer Paco Vidarte que la lucha de los homosexuales no podía acabar en conseguir el matrimonio. 

Y parece que está acabando ahí, y nos estamos olvidando de lo esencial: de la violencia primigenia, que no es otra que la propia existencia del género, del binarismo sexual, de la reducción de toda la realidad a dos binomios imperecederos e inmutables, la imposición de las orientaciones sexuales como formas de vida que, una vez aceptadas y asumidas, te acompañarán toda la vida... 

De la violencia heteropatriarcal. 

De la violencia primigenia.
 

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Religión, Homosexualidad y Activismo

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