¿Qué creen que debería hacer?
con esto que el bajo vientre devela,
con eso que no nombraré
sin temor a que broten
los cintazos y los deditos acusadores
me saquen la basurita del ojo o se metan
inoportunos
entre las costillas
y me acomoden el esófago
con la convicción, la certeza,
de que así se irá finalmente el deseo,
como en esa de Milos Forman
que a Jim Carrey de milagro le extirpan
un cáncer que ni siquiera saben si tiene.
Hay una canción de unos señores ingleses
“El chico con la espina en el costado”
que descubrí ahora,
que en las grandes urbes del desparpajo
es usada para promocionar agua mineral berreta,
hidratante del sintético devenir
del baile electrónico.
Y es por eso,
que no podré siquiera
tener un himno iniciático como la gente.
Es que no hay melodía
en el altiplano norteño del closet
que no se haya clavado de punta antes
en el tótem fálico de la gran avenida
mucho antes de que me diera cuenta,
que te miraba con amor
sí a vos,
el tipo que repartía las garrafas de gas
en la carencia inaudita de mis calles de tierra.
¿Qué se espera que haga, entonces?
insisto
cuando no pueda disimular
y los botones revienten el pelo
del pecho se crispe / se erice
y vuelva a crisparse y quiera sexo.
quiera a otro / a un mismo, a todos,
me escriba Desenfreno en el antebrazo
venda al por mayor hectolitros de semen
y me coronen
“La Cleopatra de la Obviedad Eyaculadora”
Qué pasará pregunto
cuando no haya dique de contención,
cuando ya nada contenga a nadie
cuando no haya forma /espacio
grieta que no ocupe
y nos empecemos a tocar las tetillas en
la plaza principal al medio
la Iglesia a la derecha,
la Municipalidad a la izquierda,
la Biblioteca donde alguna vez te miré las manos
y por eso tengo miedo
delante de mis ojos,
y detrás
el único cine del municipio,
vendido al mejor impostor evangelista.
¿Cómo hago con esto?
¿qué con el reclamo de visibilidad?
(como si de un patrimonio público se tratara)
como si mi deseo fuera del pueblo
como la escarapela
como la biromeeldulcedelecheelcolectivo
¿Cómo evito el franeleo espurio?
¿De quién es mi cuerpo? ¿Tuyo?
¿De quiénes son mis ganas de lamer?
¿Toman y comen todos de él?
¿A cuento de qué?
Hay que hacerse visible
gritan detrás del arco iris insurrecto de la banderita
desde las oenegés que nos representan
ante el atropello
y creen subvertirlo.
Para poder separarlo del resto, dicen
hay que encajonar / encasillar
catalogar / clasificar
y apedrear al distinto.
¿Distinto a quién? / ¿Distinto de qué?
¿Distinto por qué?
Hay que escribir ensayos
del deseo.
Recetas farmacéuticas
contra el deseo.
Hay que medicar.
Inyectar
Curar.
Dar de alta al deseo erróneo mío.
Darle un diván para que se acueste
evitando las dos plazas
el placer de dos plazas / sobretodo las dos plazas.
Para ver si desisto
si tiene relación con episodios infantiles,
trastornos de ansiedad,
fijaciones fálico paternalistas,
y sueños recurrentes,
hay que ponerse una etiqueta,
como si el deseo fuera una mermelada,
que vas y comprás en Carrefour
o peor (porque el dulce es lujo)
como si
por querer raspar mi mano en barba
fuera una lata de tomate
y debiera estar a disposición de cualquiera.
He leído todos los enchastres de la lujuria queer
y sigo sin encontrar los referentes de
lo que siento no es normal
esos gurúes de la incorrección monolítica
que ayuden a este cuerpo a ser atravesado por la (caricia)
Y entonces por eso
pregunto.
grito / imploro,
imploto y me dejo ser pequeño
inservible
invisible y hostil
y escritor.
Unos escriben porque les place
este cuerpo escribe porque desea.
No es mejor peor
No es.
O es lo que puedo
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