La Autoridad de La Biblia.
La autoridad de La Biblia para los cristianos en última instancia descansa en el hecho de que la misma revela a la persona de Jesucristo. Los libros del Antiguo Testamento alcanzaron autoridad dentro de la Iglesia porque Jesús puso sobre ellos el sello de su propia autoridad al interpretar que los mismos prepararon el camino hacia él mismo. De igual modo los libros del Nuevo Testamento llegaron a tener autoridad cuando la Iglesia reconoce en ellos el testimonio de los apóstoles acerca de Jesucristo (La Autoridad de La Biblia, Michael Ramsay Pág.1).
En realidad es un hecho que ningún cristiano cree que todas las partes de La Biblia tienen la misma importancia. El evangelio de Juan es por ejemplo infinitamente más importante que el libro de Números ó la carta de Pablo a los Efesios tiene para la comprensión de nuestra fe un valor incomparable respecto por ejemplo de la carta de San Judas.
Sin embargo, La Biblia como un todo ha sido comúnmente vista y utilizada como una guía moral para las conductas personales y sociales. La (supuesta) condenación bíblica del comportamiento homosexual se utiliza para justificar la posición homofóbica de la iglesia en el día de hoy.
Es innegable que en La Biblia encontramos cantidad de reflexiones de gran profundidad acerca de la condición humana tales como el modo en que Dios llega al hombre o como deberíamos vivir como comunidad entre otros valores trascendentes para el ser humano.
No obstante no se necesita ahondar demasiado en La Biblia para darnos cuenta de la existencia de una guía moral bastante incierta que en muchos casos requiere de una interpretación crítica y cuidadosa.
Lo anterior es conocido y aceptado por la mayoría de los cristianos excepto aquellos más fanáticos y fundamentalistas.
De hecho la homofobia de la iglesia tiene muy poco que ver con La Biblia la cual se utiliza meramente como excusa.
En realidad los fundamentalistas que emplean La Biblia de este modo son tan selectivos en su uso como el resto de los cristianos. Los fundamentalistas dan a los versos que creen condenan la homosexualidad una autoridad que curiosamente otorgan a muy pocos otros textos de las sagradas escrituras lo cual tiene más que ver con el prejuicio personal que con la exégesis más apropiada.
Los fundamentalistas a ultranza son personas que creen que cada palabra de La Biblia es la Palabra inspirada de Dios y que todas sus partes poseen igual peso y autoridad moral sobre el creyente siendo además en todos los casos históricamente inobjetables.
Ya se dijo que en realidad somos selectivos en el peso que le damos a las diferentes partes de las escrituras. Es verdad que el evangelio de Juan tiene un enorme significado para nuestra fe en relación por ejemplo al libro de Números o la carta de San Judas.
Igualmente todos rechazamos algunas de las enseñanzas de La Biblia. No aceptamos por ejemplo las reglas judías sobre los alimentos ni circuncidamos a nuestros hijos. Mucho menos pensamos que es justo masacrar a los prisioneros de guerra mientras casi todos nosotros tenemos cuentas en los bancos.
Hay quienes piensan que ciertas partes de La Biblia no son adecuadas para el estudio y de hecho no se incluyen en las lecciones y menos en los servicios religiosos.
En particular, algunos textos de los Salmos son omitidos por causa de su violencia y de su tono anticristiano, como por ejemplo cuando el salmista dice: “Oh Dios quiebra los dientes en sus bocas... como el que nace muerto que no vean el sol... se alegrará el justo cuando viere la venganza, sus pies lavará en la sangre del impío...” (Todos pertenecientes al Salmo 58) o “Hija de Babilonia la desolada...dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña” (Salmo 137:8-9).
¡Resulta más que obvio que no todas las partes de La Biblia tienen el mismo valor para nosotros!
No es suficiente decir que porque La Biblia dice algo, eso no se pueda discutir. Del mismo modo no es suficiente decir que la conducta homosexual es mala porque es condenada en la ley del Levítico cuando en la misma ley se condena a muerte a personas que cometen adulterio o se prohíbe ponerse un tatuaje, cortarse el cabello de un determinado modo o mezclar en un tejido diferentes fibras.
Por supuesto algunas partes del Levítico merecen nuestro respeto como ciertas leyes individuales que ordenan no hacer diferencia en juicio ni en medida de peso o respetar al anciano entre otras, aunque indudablemente habrá quienes no estarán de acuerdo con las leyes de restitución de la propiedad privada que debe efectuarse cada cincuenta años.
Hemos elegido anteriormente estos versículos del Levítico porque se encuentran muy cerca de los que supuestamente condenan la conducta homosexual y que son citados más frecuentemente. Resulta claro que muchas de estas leyes reflejan aspectos estrictamente culturales propios de los tiempos bíblicos y que no tienen ninguna relevancia para nosotros en el día de hoy. El problema se presenta cuando tratamos de definir si una ley o enseñanza es relevante hoy y en base a qué principios debe ser aceptada o rechazada.
En este trabajo examinaremos algunas actitudes bíblicas que están en total conflicto con nuestra concepción de lo que es moralmente aceptable.
Si tal como veremos es cierto que debemos rechazar algunas actitudes bíblicas, entonces resulta también válido cuestionar la actitud de las escrituras respecto de la homosexualidad del mismo modo que el resto de las leyes que fueron culturalmente inspiradas y que ahora son vistas como anacrónicas.
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