“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

lunes, 28 de marzo de 2011

Biblia y homosexualidad, un debate inagotable.

A modo de introducción (y casi de disculpa) lo primero que hizo el teólogo, filólogo y traductor danés Renato Lings fue justificarse. "Desde siempre me fascinó la vehemencia y emotividad que generaba el debate teológico acerca de qué dice la Biblia sobre la homosexualidad. Y cada libro que leía me dejaba más interrogantes que respuestas, aunque haya aprendido algo de cada uno. Entonces concluí en que, si quería conocer a fondo estos temas, debía iniciar mi propia investigación, y así fue como me decidí a hacer el doctorado en Teología", dijo al comienzo de su charla sobre "Biblia y homosexualidad" que nucleara días pasados en el Museo Mulazzi a integrantes de la congregación luterana local, intelectuales aficionados a la Sagrada Escritura y líderes de algunas comunidades evangélicas y pentecostales de nuestra ciudad.

Un debate de 2000 años

Durante poco más de cuarenta minutos todo fue respetuoso silencio. Lings siguió explicando que al sumergirse en el estudio de la Biblia comprendió que "tendría trabajo para unos veinte años" y que, por lo tanto, debía circunscribirse a una sola historia.
Eligió la de Sodoma y Gomorra, incluida en el libro del Génesis, y la estudió desde el hebreo original, convencido de que las sucesivas traducciones a lo largo de los siglos habían tergiversado el sentido original de los textos y "teniendo en cuenta que desde hace siglos ese texto fue utilizado para discriminar y condenar a la gente homosexual y bisexual".
Su teoría propone que el sentido sexual de la historia fue dado por la primera traducción de la Torah al griego, en tiempos de Filón de Alejandría, unos cincuenta años antes del nacimiento de Jesús de Nazaret. "Filón fue el primero que vio pederastas en Sodoma, el primero que le dio a la palabra hebrea 'y_da' (conocer) una significación sexual, al momento de traducir la Septuaginta, esto es, la primera edición de la Torah hebrea al griego".
Trescientos años después, ya instaurada la Iglesia Católica, Juan Crisostómo "retomaría la idea y llevaría al cristianismo el relato de Sodoma y Gomorra y luego Jerónimo, el primer traductor de la Biblia completa, la Vulgata. Agustín, el gran padre de la Iglesia Católica, mantiene la línea y es Pedro Damián quien instaura en la Iglesia al término ‘sodomía’ como un pecado. Años después Tomás de Aquino elevaría el concepto de sodomía a doctrina católica, como pecado contra Dios".
Explicó que tras la reforma de Martín Lutero las cosas en ese aspecto no cambiaron mucho. "Si bien él dejó en claro que de ahora en adelante la fe protestante se basaría en la Escritura, parece que olvidó dejar atrás la cuestión de la sodomía, una doctrina católica".
Tal es así que los hombres que tenían preferencias sexuales por personas de su mismo sexo se llamaron "sodomitas" hasta el siglo XIX, momento en que el alemán Karl Berket acuñó el término "homosexual".
Y finalmente sostuvo que lo que él propone es un enfoque "no sexual", fundamentado en "los problemas y errores de traducción y disensos sobre el significado de ese y algunos otros textos bíblicos que hablan sobre el tema y parecen condenar a los homosexuales, específicamente algunos incluidos en los libros de Levítico, Deuteronomio y las cartas paulinas Romanos, Corintios y Timoteo".
"Las personas homosexuales llevan siglos sufriendo una sola interpretación de estos textos, en especial los de Sodoma y Gomorra. Una sola interpretación, que arrastramos desde la época medieval y que llevó a la muerte a muchos durante la Inquisición. Me parece que en este contexto esta mirada que propongo resulta, al menos, lógica y respetable".

De debate filológico a asamblea cristiana

Concluida la exposición y oficiando de moderador, el pastor Aldo Bidán abrió el espacio de debate e invitó a la concurrencia a hacer preguntas y opinar acerca de lo que se había oído. Y lo que sucedió resulta tan curioso como fascinante: quien ingenuamente fue a "despuntar el vicio" y a debatir desde lo intelectual y filológico se encontró con la sorpresa de que poco a poco devino en una auténtica asamblea cristiana.
Y es que, más que cuestionarle de algún modo acerca de lo que la Biblia dice -o no- acerca de la homosexualidad, lo que parecía estar en juego era la infalibilidad de la Biblia, en tanto Palabra de Dios. Y es que, cabe indicar en este punto, para muchas denominaciones cristianas así es, literalmente, y cada palabra y cada coma que allí están escritas resultan incuestionables. Lings aceptó la confrontación, e incluso la sorna de alguno de los asistentes, con respeto y en silencio. Hasta que alguien, desde el fondo de la sala, formuló la pregunta del millón: "para usted la Biblia es, o no es, la Palabra de Dios?". Sin lugar a dudas el momento "bisagra" del encuentro -ya que tras su respuesta sí, el debate se tornó totalmente teológico- Lings sorprendió a más de uno con una declaración más que contundente: "No puedo decirle a usted que la Biblia es la Palabra de Dios porque para mí la Palabra de Dios no es un libro, es una persona, está viva y se llama Jesucristo".
Algunos se levantaron y se fueron. Antes de irse, alguien improvisó una prédica de inconfundible raíz pentecostal. Alguien más lamentó que el grupo se perdiera en discusiones acerca de un sólo versículo de la Escritura y rescató su belleza y sus maravillas, sin lugar a dudas tema inagotable para muchos otros debates.
¿Qué se discutió con tanto fervor, entonces? ¿Lo que la Biblia dice sobre la homosexualidad, o el hecho de que alguien "haya osado" sugerir que las traducciones que leemos de la Escritura no son exactas? ¿Hubiera generado tal debate la hipótesis de Lings si hubiera versado, por ejemplo, acerca de lo que la Biblia dice acerca del amor, o del perdón? ¿O influyó en alguna medida la creencia de que, dada la infalibilidad del libro sagrado, los homosexuales "no entrarán en el Reino de los Cielos"? Desde este punto de vista, el teológico, el de la fe, quizás baste recordar la más grande de las exhortaciones de Jesús. "Ama a tu prójimo como a tí mismo", dijo el maestro galileo mientras cenaba con cobradores de impuestos y pecadores, sin juzgarlos ni condenarlos. Quizás esta imagen contribuya en resolver un poco este debate eterno entre ciencia y fe. Aunque, al final de cuentas, sea esta apenas otra humilde mirada.

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