“Ver el mundo en blanco y negro nos aleja de la moderación y de la paz interior porque la vida, por donde se mira, está compuesta de matices.

Querer imponer al universo nuestra primitiva mentalidad binaria no deja de ser un acto de arrogancia y estupidez.”

Walter Riso.

sábado, 30 de abril de 2011

Homofobia homosexual, una consideración.

Durante los últimos años hemos escuchado cada vez más a homosexuales que pese a su orientación se rehúsan a ser tildados como gays; su posicionamiento se debe a los estigmas que caen sobre lo que se entiende por gay pero también debido a que las conductas asociadas a ese estilo de vida no son del agrado de cada vez más homosexuales. Se dice que son gays homofóbicos pero habría que preguntarnos bien de qué se trata. ¿Es homofobia o es gayfobia? Cualquiera de las dos, en última instancia, podrían ser peligrosas y no deseables; sin embargo, la primera hace referencia a lo afectivo-sexual y la segunda habla más de eso que llaman “estilo de vida gay”. Muchos no nos suscribimos a eso que la economía política se ha encargado de erigir como lo correcto, apropiado y válido para ese sujeto que nació gracias al liberalismo, llamado gay. Esta separación, distanciamiento (nunca total, claro), se debe a las implicaciones políticas que conlleva. En su obra “En defensa de la intolerancia”, Slavoj Zizek habla acerca de cómo mediante el traslado de la lucha política al terreno de las identidades y de eso que se llama estilo de vida lo único que se hace es esconder el conflicto, negarlo, situación que implica una dificultad más amplia para abordarlo, ya que la institucionalización del movimiento político no ha conducido a esas “soluciones” que tanto presume. El conflicto no es de identidad, sino de ideología, y pese a que ahora se trata de defender a ultranza la liberalización del sujeto, en realidad no se puede hablar de un anhelo libertario de éste. No hay libertad, hay liberalismo; no hay respeto, hay tolerancia; no hay solución, se recrudece el conflicto.

En 40 años de movimiento político no podemos dar por superada ninguna discusión pues el problema de los nuestros a lo largo de la historia tiene algunos milenios estando vigente.

Se dice también que el clóset es una decisión que nace de una homofobia interna, una especie de rencor previo a ser señalado como los estereotipos que venden en los medios de comunicación o por temor a la existente y dolorosa situación que aún viven millones de homosexuales en el mundo; salir del clóset implica, en cierto modo, es verdad, arriesgar la vida. Pero aquí tenemos que hacer otra aclaración. Toda decisión personal es una decisión política. El sujeto no se construye a sí mismo a voluntad exclusiva de su ser como individuo. El sujeto no es, así, de manera plena y definitiva. El sujeto es siempre una posibilidad. La idea de que el hombre ocupa el lugar central y hace del mundo lo que su voluntad le dicta, es una creencia muy reciente, quizá de 400 años a la fecha, cuando la Ilustración pretendió que el hombre se libraría de sus ataduras sólo por medio de su raciocinio y nada más. El hombre solo, desnudo y ocupando el centro fue una idea que requería además, un discurso que la legitimara: el liberalismo. Si el hombre podía ser autosuficiente, entonces sus decisiones y opiniones tendrían que ser válidas y reconocidas por el simple hecho de que ese hombre había hecho uso de sus capacidades como individuo. Por desgracia para este sujeto, esa creencia le ha costado estar hoy en la más profunda de todas las crisis sociales: la del sentido de la realidad; es la vuelta recrudecida y más severa a la duda más profunda, la que cuestiona acerca de la propia existencia y la vida. No existe eso llamado homofobia interna como decisión propia y exclusiva del sujeto ni ese rechazo a lo asociado con lo relativo al homosexual es de manufactura personal. Para que el sujeto experimente ese rechazo, esos rasgos que mencionas implican la despolitización del conflicto; el sujeto cree que el asunto es de identidad, cuando en realidad es de estructura. La homosexualidad no es una condición que determine alguna manera de “ser” o comportarse. Todo estereotipo, tabú o estigma surte su efecto, existe, cuando el sujeto lo acepta, se lo apropia. Suponer que existe una, dos o tres maneras de ser homosexual es un error muy grave para el sujeto que recién descubre algo que no debiera causarle conflicto alguno pero que, debido a las condiciones políticas (históricas, sociales), orillan al sujeto a preguntarse, ¿qué soy? ¿Estará bien lo que soy? Y la respuesta que hace nacer la homofobia es la distinción genérica definitoria cuando el sujeto dice ser homosexual. El sujeto no es homosexual, porque homosexual no es una condición, sino un nombramiento, una clasificación, un dispositivo de poder, como bien menciona Xabier. El concepto homosexual existe sólo en la medida que es aceptado por ese sujeto al que busca definir y por tanto limitar, encerrar, acotar y luego entonces perfilar para ejercer sobre él un poder específico de tipo panóptico, emanación de la lógica liberal; eso es economía política en marcha.

La estructura no tiene sexo ni “orientación sexual”; tiene usuarios.


Carlos López López

Citadino sonámbulo. Investigador y Analista de Temas Sociales.


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Religión, Homosexualidad y Activismo

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